lunes, 25 de enero de 2010

De los derechos de los animales

.

Ayer traíamos aquí un artículo de Javier Cercas que me pareció magnífico. Lo recomiendo, léanlo. El artículo me hizo reflexionar acerca de la dificultad de hablar y de establecer “los derechos” de los animales y de mantener una posición ética coherente en la relación hombre/ animal –o mejor dicho con respecto al resto de animales. Me parece que el problema radica en que una auténtica relación moral con el otro sólo se sostiene sobre la consideración de éste como un igual. Y esa universalización que puede hacerse efectiva para todos los hombres independientemente de raza, cultura, sexo, edad, difícilmente puede llevarse a la práctica con los animales sin caer en serias dificultades fácticas y lógicas. Se pueden juzgar éticamente muchos comportamientos del hombre con respecto al animal, sí, por ejemplo un maltrato arbitrario a un animal lo consideramos moralmente reprobable, pero su carácter ético se constituye en relación con uno mismo o con lo otros hombres y no con el animal [al que consideramos sensible pero no moral]. De esta forma [en relación con nosotros mismos] los hombres fijamos las conductas que nos parecen condenables y las que nos parecen aceptables; en general hacer sufrir o matar a un animal arbitrariamente, sin ningún motivo o por placer nos parece reprobable mientras que hacerlo con el fin de alimentarnos o alimentar a otros no nos parece reprobable. Pero todos estos límites se desvanecen si tratamos al animal como un auténtico sujeto moral, como un sujeto de auténticos derechos, como un semejante [no simplemente un ser sensible]. Tenemos que conceder que pocas cosas nos parecerían tan aberrantes como criar hombres con el fin de alimentarnos, no digamos hacerlo de forma industrial, organizada y en cantidades ingentes. La vida de la gran mayoría de los hombres se sostiene sobre una radical diferencia entre los humanos y el resto de los animales, a los cuales consideramos a nuestra entera disposición –al menos en lo que al estómago se refiere. Desde una consideración moral del animal hay pocas dudas de que la muerte del toro en la plaza no es más detestable que la muerte industrial en mataderos, donde el animal no recibe otra consideración que la de ser carne. En la polémica sobre el asunto de los toros en Cataluña se ha acusado a los abolicionistas de contaminación por razones políticas, pero la gran mayoría ha manifestado –y no pongo en duda su sinceridad- hacerlo por razones estrictamente “animalistas”. Pero habría entendido mejor que se dijese que lo hacían por razones “humanitarias”; ¿desde una posición “estrictamente animalista” no habría que cerrar antes los mataderos? Porque comer carne parece una cuestión de placer culinario.

He comprobado que el canon del género "toros sí, toros no" exige confesiones, así que confieso no ser aficionado a los toros –quizá asistí a alguna corrida en mi infancia, pero creo que eran “charlotadas”, apenas lo recuerdo pero no creo que hubiese derramamiento de sangre. Por televisión los toros siempre me parecieron un tostón similar al tenis. Una de mis aficiones actuales es el cultivo de hortalizas. El invierno no es muy bueno para el huerto, pero este fin de semana he aprovechado para plantar dos cerezos y comenzar un seto. El trabajo y el frío abren el apetito, y quizá por eso las chuletas que asé en la lumbre las encontré verdaderamente sabrosas acompañadas con un buen vaso de vino tinto. Por último confieso haber sido el dueño de un perro, al que nunca insulté llamándole hombre como dicen que hacía con su caniche el faltón de Schopenhauer.

.

domingo, 24 de enero de 2010

De toros y maestros

.

Empezaremos por los maestros. Vicente Verdú en Aporías de la nueva década (y 3) ve a éstos muy distraídos, todavía empeñados en valorar esfuerzo, sacrificio y anhelando autoridad. Ambas cosas tenían, según Verdú, sentido en un mundo que ya está acabado; en la sociedad de consumo primero se obtiene la cosa, el placer, y luego vendrán los pagos, los efectos secundarios. Así que, sigue hilando fino el sociólogo, esto mismo es lo que hacen los chicos cuando exigen recompensas antes de haberse esforzado. El esfuerzo está ya finiquitado. Verdú lo dice de forma mucho más poética asociando “disciplinas” –parece que se refiere a las matemáticas y a las lenguas y demás cocos del estudiante- al “universo del dolor”, pero estamos de suerte porque “ese mundo en que el dolor, o el ahorro, o la represión sexual, tenían sentido es ya un mundo acabado”. Parece que lo justo es que ahora de entrada se dé a los chicos el título de medicina, de arquitectura, o de conductor de autobús… y ya ellos verán, que ya vendrán los pagos y los efectos secundarios. No lo duden, que vendrán. Respecto de la autoridad, pues aparte de las consabidas nostalgias de tarimas y la sacralidad del docente – se le ha pasado el asunto de la vara- nos recuerda Verdú que en el presente (Internet) todas las instituciones están desacreditadas, y que en la generación de Internet el conocimiento se adquiere por cooperación, intercambio, participación y no por “obediencia a un jefe” o a “un faraón del conocimiento que imparte doctrina”. Y finaliza: “quien no entienda eso será presa del pasado […] pegajoso […] e impertinente”. No sé en qué pasado imagina Vicente Verdú que habitan “los faraones” que impartieron conocimiento a Descartes, a Kant, a Newton, a Platón, a Einstein, a Cervantes… o los jefes a quienes éstos otorgaron obediencia. Pero sospecho que habitan confortablemente en el mismo espacio en el que se asocian las matemáticas con la represión sexual, y el esfuerzo del pensar con los cilicios intrasotánicos.

Me viene a la memoria la parte sexta del Discurso del Método. [Recomiendo la lectura de esta parte del Discurso que tan por alto se pasa para mayor gloria de la metafísica y en detrimento de hombre que anhelaba un conocimiento claro, seguro y útil para la vida]

“Así pues, teniendo el propósito de emplear toda mi vida en la búsqueda de una ciencia tan necesaria [se refiere a la física y su aplicaciones, sobre todo en la medicina] , y habiendo encontrado un camino tal que, siguiéndolo, me parece que debo infaliblemente encontrarla si no me lo imposibilitan la brevedad de la vida o la falta de experiencias, juzgaba que no existía mejor remedio contra estos impedimentos que el comunicar fielmente al público todo lo poco que yo hubiese encontrado e invitar a los ingenios capaces a intentar progresar, contribuyendo cada uno, según sus inclinaciones y poder, a realizar las experiencias que fueran necesarias y a comunicar cuanto hayan conocido con el fin de que comenzando los últimos donde los precedentes hubiesen concluido y, de esta forma, orientando con una misma finalidad la vida y los trabajos de muchos, llegáramos mediante el trabajo conjunto mucho más lejos de lo que podría hacerlo cada uno en particular”.
René Descartes (1596-1650)

Sin duda; impertinente y pegajoso, el pasado.


Y ahora los toros. Pero he pasado tanto tiempo con los maestros que llego cansado a la plaza. Magnífico artículo el de Javier Cercas Ética de los toros. Un artículo para reflexionar acerca del arte, sobre nosotros y nuestra relación con los animales. Lo más certero que he leído sobre toda esta polémica. Quizá intente un comentario en otra ocasión, pero si algún lector no fuese tacaño con sus ideas al respecto, le quedaría, ciertamente, agradecido.
.

domingo, 17 de enero de 2010

Del mal y del otro.

.

Es fácil entender el principio (razón) por el cual tendemos a compadecernos de las víctimas, a defenderlas y socorrerlas: sentimos y entendemos el sufrimiento del otro, y comprendemos que esas víctimas podríamos ser nosotros. Para pensadores como Rousseau y Hume, además de la búsqueda del bien propio, es también una inclinación natural el rechazo a ver sufrir a un semejante. En el hombre naturalmente bien constituido, orgullo y compasión, egoísmo y piedad, se equilibran y armonizan mutuamente; buscamos nuestra propia felicidad, pero también sufrimos con el sufrimiento ajeno. Y si en algunos casos nos alegramos del mal ajeno, esto se explicaría por un particular odio personal o envidia hacia aquel que sufre la desgracia. Sin embargo las cosas parecen ser más oscuras, en algún lugar Nietzsche afirma lo que cree una dura lección de la vida: “ver sufrir produce placer y hacer sufrir más placer todavía”, una verdad dura a la que con gusto queremos cerrar los ojos. Lo cierto es que una mirada por Internet, foros, comentarios en blogs, en prensa digital, en redes sociales, muestra que ni la frialdad ni el ensañamiento con las víctimas son algo extraño, ¿a qué obedece el encarnizamiento con las víctimas por parte de personas sin vinculación personal? ¿A qué obedece esa culpabilización del humillado, del vejado...? No es extraño que mujeres maltratadas sean culpabilizadas por otras mujeres, que profesores acosados sean puestos bajo sospecha por los propios compañeros, que víctimas de ataques terroristas sean ninguneados por ciudadanos corrientes… No me sorprende la psicología del agresor, ni la del que siente placer en el sufrimiento ajeno, lo que me sorprende es la actitud del que creyéndose bueno niega a las víctimas. Sospecho que éste –el que se considera a sí mismo bueno- no reconociendo la injusticia, y al negar la inocencia de la víctima, pretende quedar el mismo a salvo del mal. El mal no existe, es lo que viene a pensar y decir, quien lo recibe es porque lo merece. Y, claro, ese no es su caso.
.

martes, 12 de enero de 2010

Comprensión lectora

.


Si siguen el enlace del video en Youtube y leen los comentarios comprenderán el porqué del título de esta entrada. Pero cuidado no se rían con tanta suficiencia, tan despreocupadamente y con ese compasivo desdén – que les estoy viendo- Quizá eso de la comprensión lectora no sea tan evidente de suyo como creemos, por algún rincón de alguna estantería debe dormir profundamente aquel mamotreto de Gadamer, Verdad y Método, del que me quedó aquella idea del maestro de la Selva Negra, “el tiempo como horizonte de comprensión…”… y que recogen los versos de Gil de Biedma -quizá sin haber leído al filósofo- Ay, el tiempo! ya todo se comprende.

La canción me ha traído a la memoria la muerte de José Agustín Goytisolo, escuché la noticia por la radio mientras estacionaba mi coche en el aparcamiento de un hotel de Mojácar donde pensaba pasar un fin de semana, había conducido hasta allí bordeando la costa y el trayecto me había parecido bellísimo, el mar, rocas oscuras, flores amarillas. Hasta compuse algo que quería ser un poema, se titulaba: El toro de Falaris. Puede que también sobreviva en el fondo de alguna caja repleta de papeles… o más seguramente haya seguido el camino de la trituradora.

Y ahora, si no les importa, voy a escuchar Como tú

.

sábado, 2 de enero de 2010

El Clic



Imagino que ya están ustedes al tanto del milagro pedagógico alumbrado en la era Internet: La teoría del clic en Google [con magníficos antecedentes en el campo de la fantasía erótica] se encuentra resumida en la extendida expresión: “¿y eso para qué, si con un clic en Google lo tienes todo todito?” Verbigracia, que no conocemos la teoría de la relatividad, pues nada, clic en Google ¡comprendida! Y a otra cosa mariposa, que no comprendemos el Tractatus de Wittgenstein, pues nada clic en Google y ¡asimilado!. Que no hemos leído El Quijote clic, clic, clic y la historia de la literatura de las bibliotecas digitales a la mollera. Que tenemos problemas con la formulación química, pues eso, clic, clic, clic. Helo aquí el secreto alquímico de la trasmutación de todos los metales en oro, el mágico alambique que convierte las letras y las imágenes "a simultáneo" en conocimiento.

Sin embargo siempre hay espíritus negativos que recelan del progreso para conservar sus oscuros y necios privilegios. Vean con que meridiana claridad lo expone el otrora presidente de la Junta de Extremadura y hoy paladín sin par de las TICS:

“Cualquier joven de 20 años entiende, por ejemplo, que es un disparate seguir rompiéndose las muñecas tomando apuntes en las clases magistrales, cuando un simple clic en cualquier buscador de Internet ofrece miles y miles de páginas, mucho más atractivas para su forma de aprender y entender, que los famosos apuntes manuales a los que tan aficionados son los que reclaman autoridad para el profesor y no para el cacharro (ordenador) que da más información sobre cualquier tema académico que el que puede acumular una persona a lo largo de toda su vida.” Progresistas y tecnologías de la comunicación

El señor Ibarra y yo hemos conservado milagrosamente las muñecas, pero nuestros jóvenes, quizá sus hijos, querido lector, corren verdadero peligro en manos de esos fascistas reaccionarios del apunte manual que reclaman autoridad. ¿Autoridad? ¡Habrase visto!¡Cuánto facha, joer!


PD. Una minuciosa respuesta al artículo Progresistas y tecnología la pueden encontrar en Deseducativos, El mito del progreso y las nuevas tecnologías por Juan Pedro Viñuela
.