miércoles, 30 de enero de 2008

Wittgenstein: de mulos e inspectores.


Hoy me ocuparon menesteres burocráticos. Así que estuve vagando por diversos mostradores; un ascensor con el que pretendía ir al tercer piso me llevó a un sótano, al abrirse la puerta del ascensor me encontré con una estancia oscura –me pareció incluso húmeda- llena de archivadores, subieron dos pintores de gran diferencia de edad, pero igualmente embadurnados de pintura; del tercero me mandaron a un nuevo mostrador en la planta baja, y de allí a un despacho medio escondido entre el ascensor y el hueco de la escalera, este espacio se dividía en varios despachos, todos vacíos menos uno del fondo del que salió una mujer con móvil que me dirigió, de nuevo, al anterior mostrador y de éste al entresuelo, y de nuevo a la planta baja desde donde le mandé una solicitud a la muy atenta señorita del entresuelo -con la que tanto me costó dar-, y con ello di por satisfechos mi menesteres y finalizadas mis tribulaciones.

Esta noche al abrir unos diarios de Wittgenstein, Movimientos del pensar, me encontré con el siguiente relato:

Hace unos día soñé lo siguiente:

Yo llevaba un mulo del que parecía ser su guarda. Primero por una calle –creo que en una ciudad oriental, desde unas oficinas, donde hube de esperar en una habitación grande. Antes de ésta había otra más pequeña con mucha gente. El mulo se mostraba inquieto y arisco. Le sujetaba mediante una cuerda corta y pensaba que ojalá arremetiera de cabeza contra la pared –contra la que estaba yo sentado- ya que entonces habría mayor tranquilidad. Le hablaba continuamente y le llamaba “inspector” al hacerlo. Y efectivamente ese me parecía el modo normal de dirigirse a un mulo, del mismo modo que se llama “alazán”a un caballo o “cochino” a un cerdo. Y pensé: “cuando me vuelva a encontrar entre caballos les llamaré también “inspector” ( Es decir, tan habituado estoy a la palabra inspector por el trato con los mulos). Cuando desperté del sueño lo primero que me llamó la atención fue que a los mulos no se les llama “inspector” nunca.

No sé en qué pretende Wittgenstein que reparemos al relatarnos este sueño. Pero desde que lo he leído no dejo de imaginarme el recorrido de esta mañana entre mostradores, ascensores y escaleras acompañado de ese mulo –y temo que esta asociación no me abandone ya nunca. Esta noche mis oraciones consistirán en meditar sobre la moraleja del sueño del filósofo austriaco.

lunes, 28 de enero de 2008

La enfermedad mortal.

La tarea de la filosofía es tranquilizar el espíritu con respecto a ciertas preguntas carentes de significado. Quien no es propenso a tales preguntas no necesita la filosofía.

Mis pensamiento son tan fugaces, se volatizan tan rápido, como los sueños, que tienen que ser anotados inmediatamente después de despertar si uno no quiere olvidarlos enseguida.

Ludwig Wittgenstein.

¿Y qué pasaría si simplemente los dejamos perderse?. ¿Se disolverían sin más en el olvido?.

Al igual que Wittgenstein ha hablado de la tarea terapéutica de la filosofía, son muchos los escritores que refieren que la escritura es para ellos una terapia. ¿Una terapia de qué? ¿del aburrimiento? ¿del miedo?¿del sinsentido?... ¿Afrontamos las preguntas metafísicas para conjurarlas, para evitar que vuelvan, y en el caso de que lo hagan, curarnos remitiéndolas al archivo de enfermedades imaginarias? En la página 1 ¿existe dios?, en la 45 el sentido de la vida, en la 132 el problema de la realidad exterior. Sería, entonces, la escritura una forma de objetivar exteriorizando, y de esta manera encerrar -cautivar-, los “trastornos” que de otro modo cursarían libres, sin límites, apoderándose de nuestro “yo” y disolviéndolo.

¿Qué mayor síntoma de salud y fortaleza anímica natural que no sentir la necesidad de leer –“leer tranquiliza mi alma”, decía Wittgenstein-, y menos aún de escribir?. Me pregunto si no sería esto lo que Platón quería sugerirnos con la imagen de ese Sócrates que nunca escribió nada.. y leyó poco y con disgusto. ¡Y, sin embargo, no era un garrulo¡

Nosotros, en cambio, frágiles continuaremos leyendo.. y hasta escribiendo.

domingo, 20 de enero de 2008

Conservar el fuego.

La fragilidad de todo por fin revelada. Viejos y preocupantes problemas desintegrados en la nada y la noche.

Cormac MacCarthy. La carretera


Después de Coetzee comienzo por primera vez con Cormac MacCarthy. Siempre me gustaron las películas de indios y los paisajes desérticos, la oscuridad y las llanuras blancas de Jack London. Tengo delante Meridiano de sangre, pero decido comenzar con La carretera.

Desolado. Frío, niebla, nieve negra, silencio, lluvia de cenizas. Dos siluetas erguidas caminan hacia el sur. Llevan el fuego. Inquietas se arrastran al bosque y se esconden de otros seres erguidos. Habitan en los bosques devastados de suelos cenicientos. Cuerpos abiertos, resecos, desparramados, colgantes. Otros han sido o serán devorados. Ciudades arrasadas, acechados desde cualquier punto. Una playa gris, un mar oscuro, no hay pájaros. Papá ¿ nosotros somos lo buenos, verdad?. Sí, lo somos, por qué. Tengo miedo. No dudes. Vale. Vale.

Tendremos suerte.

Un libro para seguir pensando “qué es humanidad”.
Yo esperaré a mañana para adentrarme en el desierto de ese jinete.

lunes, 14 de enero de 2008

El espíritu y la carne.


He disfrutado, nuevamente, de una gran experiencia lectora con Esperando a los bárbaros. Quiero invitar al lector –si lo hubiese- a reflexionar sobre uno de los temas centrales de la novela: la tortura.

Vinieron a mi celda para enseñarme el significado de la palabra “humanidad “, y me enseñaron mucho en el espacio de una hora”. La condición humana se revela transparente en el dolor de la carne. No somos razón, ni espíritu; en la tortura el ser humano se revela como un cuerpo, que puede abrigar ideas de justicia sólo mientras esté ileso y en buen estado, y que las olvida tan pronto como le sujetan la cabeza y le meten un tubo por la garganta y echan por él litros de agua salada hasta que tose y tiene arcadas y sufre convulsiones y se vacía..

La tortura muestra nuestra verdadera condición, al mismo tiempo que nos destruye en lo que creíamos ser, en lo que constituye nuestro orgullo como humanos, en lo que creíamos que eran razón y civilización. Revelación y aniquilación se relacionan de forma paradójica con cuerpo y razón, con animalidad y espiritualidad; se revela nuestra esencia animal, la carne dolorida –carne, nervios, tendones, huesos, sangre- en la víctima, y paradójicamente nuestra naturaleza espiritual, civilizada, en el verdugo, especialista en saber infligir dolor. Aniquila toda idealidad en la víctima, pero esa aniquilación es causada por aquello que la origina: la civilización, la razón y el espíritu.

Nos podemos preguntar, como se hace en la novela, cómo puede el verdugo comer con las mismas manos con las que aplica la tortura, cómo puede lavarlas, qué tipo de exorcismo será necesario. Y sin embargo, todo parece indicar, que el torturador se lava con simple jabón para eliminar la suciedad física y los gérmenes de la carne, adorna su despacho con un jarrón de flores frescas y se perfuma por las mañanas.

Nos podemos preguntar, también, si puede la víctima recuperar su “anterior humanidad” y su vitalidad , tras el quebrantamiento de su cuerpo y de su espíritu, tras la humillación espiritual y el dolor en la carne. Y, quizá aquí, la salvación –si fuese posible- está en la carne. En el mendigo que se arrastra hasta los desperdicios de los otros, a las basuras, y piensa:

Quiero volver a estar gordo, más gordo que nunca. Quiero oír el gorgoteo satisfecho de mi panza cuando cruce las manos sobre ella, quiero sentir cómo se hunde la barbilla en la mullida papada y como se bambolea el pecho al caminar. Quiero una vida de satisfacciones sencillas. No quiero (¡vana esperanza!) volver a pasar hambre.

¿Quizá desde la carne renacida y deseante vuelva engendrarse la civilización destruida?

Tengo la barba recortada, llevo ropa limpia, he reanudado la administración legal..

Y la construcción-reconstrucción del mundo y la propia individualidad:

Estoy acostado en el colchón y me concentro en dar vida a mi propia imagen como un nadador que avanza con brazadas uniformes e incansables a través del tiempo, un medio más inerte que el agua, sin olas, ubicuo, incoloro, inodoro...

domingo, 13 de enero de 2008

Am Fenster



City. Am Fenster –
Música en la madrugada. Pop de los setenta en la DDR. Ost-Berlin.
Fliege ich durch die Welt... Fliege ich durch die Welt...

sábado, 12 de enero de 2008

Ángel González.

Glosas a Heráclito

1
Nadie se baña dos veces en el mismo río.
Excepto los más pobres.

2
Los más dialécticos, los multimillonarios:
nunca se bañan dos veces en el mismo
traje de baño.

3
(Traducción al chino)

N
adie se mete dos veces en el mismo lío.
(Excepto los marxistas-leninistas)

4
(Interpretación del pesimista.)

Nada es lo mismo, nada
permanece.
Menos
la historia y la morcilla de mi tierra:
se hacen las dos con sangre, se repiten.

Ángel González.

viernes, 11 de enero de 2008

Momento eterno.

"y esa araña que se arrastra con lentitud a la luz de la luna, y yo y tú, cuchicheando ambos junto a ese portón, cuchicheando de cosas eternas -¿no tenemos todos nosotros que haber existido ya?”

Así habló Zaratustra

En uno de los blogs que suelo visitar regularmente ha aparecido una discusión a propósito del eterno retorno ( El eterno retorno en Hume ). Fundamentalmente se ha tratado desde el punto vista físico o poético/metafísico y como exigencia ética, allí se aportan algunas citas de Borges, Nietzsche, Eudoxo. Es, sin embargo, la cita que encabeza este post la que a mí más me fascina; el instante que exige la eternidad: ¡detente instante, eres tan bello!. Nietzsche lo formula paradójicamente en clave de pasado: ¿no tenemos todos nosotros que haber existido ya?. Yo llamaría a esta perspectiva, exigencia -o certeza- poético/anímica. No necesitamos vender el alma; la mera conciencia del instante sublime nos asegura la eternidad. Un fin –y comienzo- de año por tierras de Ávila y Segovia leyendo el Cántico Espiritual, en la edición de Cátedra con los comentarios de Domingo Yndurain, me permitió comprenderlo –experimentarlo.


Pero hay cosas que no mueren
y otras que nunca vivieron.
Y las hay que llenan todo

nuestro universo.

José Hierro


lunes, 7 de enero de 2008

Buen escritor de cartas.

Aquel que no escribe libros, piensa mucho y vive en compañía insuficiente, será habitualmente un buen escritor de cartas.

Friedrich Nietzsche.

Nietzsche no conoció el fenómeno Internet, pero lo que dice parece adecuado para el escritor de blogs; ¿acaso son los “post” otra cosa que epístolas, a veces tan sólo una breve nota, con destinatarios desconocidos?.

Recuerdo que Peter Sloterdijk en Reglas para el parque humano, comienza con la siguiente afirmación del poeta Jean Paul: “los libros son cartas voluminosas a los amigos”. Gracias a Internet mi vago recuerdo se ha concretizado, así que extenderemos la cita a las palabras del propio Sloterdijk:

"Desde que existe la filosofía como género literario, recluta ella a sus adeptos por este medio, escribiendo de modo contagioso sobre el amor y la amistad. No se trata sólo de un discurso sobre el amor a la sabiduría, sino también de conmover a otros y moverlos a este amor. Que pueda en todo caso la filosofía escrita, tras sus comienzos hace dos mil quinientos años, mantenerse en estado virulento todavía hoy, lo debe sin duda a los resultados de su capacidad para hacer amigos a través del texto”

En el Fedro lamenta Platón ( en boca de Thamus ) que ese fármaco (elixir) de la memoria que es la escritura (así lo presenta Teuht) pervertirá el pensamiento –y el carácter- de los hombres al hacerlos creer que conocen aquello de lo que sólo tienen experiencia externa. Tendrán noticia de muchas cosas, pero será mera cáscara hueca y no conocimiento.

"Apariencia de sabiduría, y no sabiduría verdadera procuras a tus discípulos. Pues habiendo oído hablar de muchas cosas sin instrucción, darán la impresión de conocer muchas cosas, a pesar de ser en su mayoría unos perfectos ignorantes; y serán fastidiosos de tratar, porque se habrán convertido en sabios en su propia opinión, en lugar de sabios".

¿Se han multiplicado los peligros que Platón presentía?. O quizá al contrario, si aceptamos la idea de Jean Paul y de Peter Sloterdijk del carácter epistolar de toda escritura: ¿el fenómeno Web 2.0 (creo que se dice así) permitiría infundir vida a la escritura para convertirla en ese diálogo que para Sócrates es el único camino hacia la sabiduría?. Un diálogo que fluye con vertiginosa rapidez en la multiplicidad casi infinita de las epístolas electrónicas, y una sabiduría que se remansa obstinada en el “sólo sé que no sé nada” y el “conócete a ti mismo”.


Reglas para el parque humano.Peter Sloterdijk
Mito de Teuth.


jueves, 3 de enero de 2008

No se olviden del abrigo.

Tras una ojeada rápida al último libro de poemas de Wislawa Szymborska traducido al español, Dos puntos, me han gustado especialmente dos poemas: Accidente de tráfico, un poema estremecedor, y Monólogo de un perro enredado en la historia.


Sin embargo, les citaré los sorprendentes últimos versos de un tercer poema:

Por la noche,

cielos despejados en casi todo el país,

sólo en la parte sureste

podrían darse algunas precipitaciones.


Las temperaturas bajarán considerablemente,

pero aumentará la presión atmosférica.

El día siguiente

se anuncia soleado,

si bien a los que siguen viviendo

todavía les será de utilidad el paraguas.


W. Szymborska.

Dejaremos el libro encima de Diario de un mal año. Me gusta releer la poesía.