domingo, 25 de enero de 2009

Y sin pisarlo

2009 ha comenzado literariamente intenso; en este mes de enero he podido saldar una vieja deuda: Pedro Páramo, y retomar un aplazamiento: Todos los hermosos caballos. Ambos tienen algo en común: México; su desierto, sus gentes, su violencia [espeluznante la historia que dan estos días las televisiones sobre el ocultamiento de crímenes del narcotráfico ], su magia, su profundidad cósmica. La perspectiva, sin embargo, es distinta. De una parte la visión desde dentro –y hacia dentro- de Juan Rulfo, enraizado con su mundo desde el nacimiento, y antes de él, por la familia y las generaciones; el retorno de Juan Preciado hacia su centro. De otra, Cormac McCarthy, la mirada del norte; la epopeya de John Grady Cole, el extranjero en su viaje hacia el sur; un viaje, como todos, de formación y descubrimiento.

Mis nociones acerca de México se reducían a unos escasos tópicos: imágenes inconexas del western, la belleza de Salma Hayek, los tipismos musicales, la Coronitas, el tequila, y algunos platos típicos en los “típicos” restaurantes mexicanos. Literariamente tengo tan solo una experiencia reciente y precisamente también con McCarthy, Meridiano de sangre, una novela intensísima, pero , a mí juicio, sin la rara belleza y la finura de la que hoy trataba. Hace casi dos décadas leí con deleite a Castaneda, fueron unas lecturas de verano de las que guardo muy buenos recuerdos, sobre todo humorísticos ante la ingenuidad desvalida de Carlitos frente a Don Juan y Don Genaro.

Pero de todas estas lecturas emerge, como gran protagonista y seductor, el paisaje, sean las montañas, la pradera, y sobre todo el desierto. McCarthy es un verdadero maestro en la descripción poética y cósmica –metafísica.

“El desierto por el que cabalgaba era rojo y rojo el polvo que levantaba, el polvo fino que cubría las patas del caballo que montaba [...] en el crepúsculo topó con un toro solitario revolviéndose en el polvo contra la puesta de sol de color rojo sangre como un animal en el tormento de un rito [...] cabalgaba con el sol cubriéndole la cara de cobre [...] jinete y caballo pasaban de largo y sus largas sombras pasaban en tándem como la sombra de un solo ser. Pasaban y palidecían en la tierra oscurecida, el mundo venidero” Todos los hermosos caballos.

Y les debo dejar pues me aguardan, En la frontera, Ciudades de la llanura y El Llano en llamas.


jueves, 22 de enero de 2009

Encuentro


Había pasado gran parte de la noche en una discoteca de moda en Prenzlauer Berg . Regresaba con un grupo de acompañantes, noctámbulos como yo, por las tristes y desoladas avenidas del Este, desiertas aún del tráfico del día, pero transitadas por otras almas en retirada –en grupo o solitarias, a pie y también en bicicleta. Continué solo a partir de Alex, pues el resto aprovechó la estación para coger los primeros trenes de la madrugada. Crucé en solitario las amplias y casi desérticas plazas, herederas de un mundo desaparecido, entre los grises y rectangulares edificios del “pueblo” y las espigadas torres cónicas del “espíritu”. Dejé a mi derecha el pequeño laberinto de patios comunicados, cuyos auténticos habitantes habían abandonado hace más de sesenta años, y paseé junto a la verja y al pequeño parque en el que aquellos habían visto gotear las ausencias sin querer advertirlo del todo, y donde pronto no quedó sino el vacío, y mucho más tarde unas piedras en memoria y algunas losas entre la hierba. De la larga noche me quedaba aún una extraña paz, caminaba despreocupado y pensaba en grandes llanuras verdes, en mirlos solitarios y en gigantescas bandadas de estorninos, giré por una calle curva y angosta de decrépitos edificios grises y oscuros en cuyas fachadas podían aún observarse las marcas del fin de la contienda. El gris comenzaba a clarear y se tornaba en neblina azul, y al alzar la vista pude verla, sobresaliendo tras los torcidos tejados, alta, dorada, sensual... la cúpula de la Sinagoga.

Sentado en los escalones del umbral fumé uno de mis últimos cigarrillos, mudo, asombrado, y con el pensamiento lleno aún de llanura y estorninos. Unos minutos después me levanté absolutamente despreocupado con un sentimiento de felicidad inmediata, directa, incondicionada, concreta, densa y vacía. Entré en la casa con los primeros rayos de sol en la mañana de un sábado del mes de julio.


Belleza


sábado, 17 de enero de 2009

Abnegación


El emperador no quiso nunca contrariar a sus súbditos. En la creencia de que su poder no se vería así comprometido no dudaba, pues, en ofrecerles en sacrificio –y en bandeja- toda cabeza que aquellos reclamaran. Y, lógicamente, acabó por entregar la propia cuando le fue exigida.

Esto no es, como pudiera parecer, tan solo una moderna fábula futbolística.

Pan, circo y, aquí y allá, un rodar de cabezas. ¡La fuerza de lo clásico!.


martes, 13 de enero de 2009

¡En la mesa no se juega!


Hay una predisposición general a hacer del juego el modelo de toda actividad. A los niños (en general a los cachorros de todos los mamíferos) les gusta el juego, tienden a jugar en cualquier situación, quieren convertirlo todo en juego. Recuerdo, espero que no se me tenga por reaccionario por remover el pasado, que a veces me reprendían: “¡en la mesa no se juega! cuando convertía el pan en bolitas para jugar al billar, en imaginarios coches de miga que estrellaba unos contra otros, o en disimulados proyectiles contra mis hermanos. Sin la reprimenda habría modelado ejércitos de pieles rojas y habría representado “murieron con las botas puestas” a las dos de la tarde. Ahora en la publicidad que podemos ver en la televisión, niños y padres comparten juego y comida con alimentos de subidos colores y divertidas formas y texturas; los alimentos no sólo han de ser nutritivos, sino que deben ser divertidos. Hay que divertir al niño para que coma –nadie puede negar la importancia de la comida- y si la comida les aburre... malo, malo (¡hay que motivarlos!). Sospecho que no tardarán en comercializar juguetes que amenicen nuestros esforzados ratos en el “inodoro”. O quizá estoy en la inopia y ustedes ya disponen del cacharrito.

Sin embargo mi padres eran bastante “modernos” y nos permitían unas libertades durante la comida impensables en casa de los abuelos, donde la comida era un verdadero sacramento. Ese carácter sagrado de la comida lo relacionaban con la experiencia del hambre –de la guerra. A nosotros nos parecían fastidiosas aquellas historias remotas, alejadas de nuestra experiencia inmediata, la que decíamos “nuestra realidad”, la que nos había tocado vivir. Me vienen a la memoria las observaciones de un liberado de un campo de concentración nazi ( no estoy seguro del autor y cito con la distorsión interesada de la memoria), nos cuenta como al final de la guerra europea entre la alegría general resultaban fastidiosos y patéticos los relatos de los famélicos prisioneros de los campos de concentración con sus piojos, su pena, su resentimiento. Las muchachas querían bailar y divertirse con los vencedores del frente y no escuchar deprimentes historias de humillaciones.

Empecé hablando del juego y ya ven por dónde voy. No sacaré conclusiones.

sábado, 10 de enero de 2009

Miopía


Nietzsche
es un tesoro. Ayer hablaba del resultado de mi revisión de la vista –y el arte de trilero del óptico... ¿así o mejor así?- . Sobre mi mesa, a la derecha, tengo un tomo de la edición de Akal de Humano, demasiado humano –qué maravilla de edición- que suelo hojear de manera azarosa, leyendo los aforismos desordenadamente según me llamen la atención, y no es extraño que me proporcionen material e inspiración para el crecimiento regular de waldenland25. Hoy he abierto, como siempre, al azar, y vean con el primer aforismo que me he topado:

Contra el descuido de la vista. ¿No podría demostrarse una disminución de la agudeza visual cada diez años entre las clases cultas de Inglaterra que leen el Times?
F. Niezsche. Humano, demasiado humano.

¿Qué no diría Nietzsche en el siglo XXI si conociese el fenómeno de los blogs?, ¿qué tal se entendería con Javier Marías?, ¿o quizá opinaría que se pierde más agudeza leyendo El País? [tanto da si en papel o en versión digital].

Entre los problemas de salud de Nietzsche se encontraba una visión muy deficiente que suplía con creces la finura de su olfato.

[ciego como un murciélago por culpa de la masturbación, hacían decir a Wagner en una serie televisiva, no sé si con fiable documentación]

Y sigo leyendo a Nietzsche: El arte de Wagner vale para los miopes –es necesaria demasiada cercanía (miniatura)- y al mismo tiempo para los présbitas. Pero no para un ojo normal.

Demasiada cercanía acabó por hartar a Nietzsche. Su miopía le instaba a acercarse, su olfato a alejarse.

viernes, 9 de enero de 2009

Encuestas,. moralidades y opulencias

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Un jardincito, higos, quesitos y además tres o cuatro amigos, ésa fue la opulencia de Epicuro.


Nietzsche. Humano, demasiado humano.

En el blog de Pascual se nos propone una encuesta sobre ética aparentemente sencillita (debo decir se nos proponía, pues al intentar enlazar la página encuentro que la entrada ha desaparecido). Me proponía rellenarla, pero ya en la primera pregunta me encontré en dificultades, no digamos ya en la segunda o tercera. Eran, creo recordar, tan solo 4 o 5 preguntas, pero es complicado contestar SI o NO a cuestiones que tratan de temas tan delicados como la tortura, el asesinato de inocentes, la cuantificación del mal... De hecho no contesté la encuesta porque me sentía firmando un cheque en blanco a un desconocido –no va por Pascual, alto- o vendiendo mi alma al diablo sin tener claras las condiciones del contrato. No la rellené pues, porque necesitaba matizar las cuestiones y aclarar el sentido y el alcance de las preguntas; si tengo que vender mi alma me gustaría que no fuese una decisión tomada a la ligera. Esta indecisión e imposibilidad, también por falta de matices y datos, de llegar a una resolución la he encontrado a la hora de tomar partido en el conflicto de Gaza, (rebosante de opiniones y comentarios en blogs y diarios digitales). De nuevo la sensación del cheque en blanco y venta del alma. Tampoco quería optar por la “equidistancia” de lo políticamente correcto y el guardar las apariencias. Así que he optado por el silencio, espero que no sea el silencio cobarde sino el silencio místico, la no-acción y la compasión. Decisión vedada a los agentes/pacientes directos del conflicto.

Pero todo esto era una “propedéutica” para proponerles también una encuesta moral (como juego de matices), relacionada con la cita que encabeza el post. ¿ Coinciden con Epicuro?¿consideran completa la fórmula de la felicidad epicúrea? ¿qué añadirían a la enumeración de Nietzsche?

¿Saben?, hoy estuve en el óptico revisando mi visión. A pesar de mi indecisión con los cristalitos de prueba (¿mejor con éste o mejor ahora?, ¿y entre éste y éste?...) el resultado fáctico e inapelable es que he aumentado 0.5 dioptrías. Parece, pues, que la vida sigue su curso ajena e indiferente ante mis dudas.

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miércoles, 7 de enero de 2009

Acerca del humor




Ésta es una de mis escenas favoritas en la película La vida es bella. La conversación entre padre e hijo tras leer el cartel: “prohibida la entrada a perros y judíos”.

La actitud del padre parece responder a un intento de ocultar la realidad al niño. Considerado así el humor sería una forma de escapismo: “la ironía del alma bella” enfrentada a la brutalidad reinante.

El padre reduce la inscripción al género de lo intrascendente y arbitrario; caballos y españoles, canguros y chinos... arañas y visigodos. La escena nos hace sonreír porque transforma lo perverso en ridículo y de esa forma lo vence, -o tenemos al menos la sensación de haberlo vencido. Al niño le pasa desapercibido el elemento humorístico, pues desconoce el fundamento perverso y el cartel pasa a ser para él sólo una expresión anodina de lo intrascendente-cotidiano, irrelevante, arbitrario. Nuestra sonrisa, en cambio, se tiñe rápidamente de tristeza pues sabemos que la victoria, aunque real, es solo provisional y que la verdad fea y perversa acabará por imponerse.

Pero esto nos permite rechazar aquella consideración inicial del humor como escapismo y del humorista como encarnación del “alma bella que muere en el hastío” Podemos, al contrario, considerar también el humor como la actitud verdaderamente heroica y vital. Y al ironista como el héroe que no renuncia a la vida, a sus placeres y sus dichas, a sabiendas que sus victorias no pueden ser duraderas.


.......... La sombra lo ha cercado.
Todo nos dijo adiós, todo se aleja.
La memoria no acuña su moneda.
Y sin embargo hay algo que se queda
y sin embargo hay algo que se queja.

Jorge Luis Borges. Son los ríos.


PD. ¡Me tienen frito los visigodos!