martes, 9 de febrero de 2010

La caída moral

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Me entero por la última página de El Mundo -de hoy. El hombre era topógrafo por formación, pero cayó en el podrido y siniestro mundo de las drogas, y de ahí a la afición por la lectura de filosofía –desde Nietzsche a Bertrand Rusell- , y un nuevo escalón al asalto de bancos y al trullo. ¿Acabará por matricularse a distancia en alguna facultad de teología?

Un caso fáctico de la famosa ley De Quincey.

No se puede bajar la guardia; ahí tenemos el resbalón de Bernard-Henri Lévy. Lo mismo lo arroja a la bebida. O una ulceración.
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Perséfone

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En cuanto he cruzado la puerta, y he visto las estanterías gigantes repletas de tablas, mangueras, lámparas, jardineras, bombillas, abonos, enchufes, celosías, cuerdas, regaderas, kits de librería, simientes, sierras, tornillos, azadas, rastrillos, vaporetas, sopletes, hamacas, alfombras, tablas de parquet, linternas, imitaciones de césped… me he dicho: de aquí tiene que salir un post, aunque sea por enumeración -y aquí me tienen.
He comprado unas bayetas, unos topes para las puertas, y un pequeño invernadero de fácil montaje que me servirá para proteger los semilleros que en breve comenzaré a preparar, pues los almendros en flor anuncian el retorno de Perséfone.

Mientras tanto me engolfo, me idiotizo y naufrago en la melancolía dolorosa con el Libertango de Grace J. –y el recuerdo de las discotecas de Ibiza en los setenta.


…. y en el recuerdo
el júbilo es igual a la tristeza.
Para nosotros el dolor es tierno.
¡Ay el tiempo! Ya todo se comprende.

Gil de Biedma


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lunes, 1 de febrero de 2010

Aspirar a ser el país mejor visto

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¿Lo tomamos como una simple expresión desafortunada a la que hemos escamoteado los matices? ¿O es la expresión certera de aquello en que se ha convertido la política; una tecnología de la imagen sin otro fin que la recolección de votos para seguir en el escaparate? Sea lo que sea, “aspirar a ser bien visto” [con independencia de que sea por los africanos, los sudasiáticos, o nordeuropeos] no es lo que uno esperaría oír en el discurso de un presidente. Banal.

Era mejor lo de follar. ¡Pero, cincuenta veces!.

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