La dorada cúpula de la sinagoga
en el amanecer berlinés.
¿No será la Belleza una bella muchacha?
se preguntaba, al fin, el viejo Parménides.
Cada mañana hay que atravesar toda la escoria muerta para llegar al núcleo cálido y vivo. Ludwig Wittgenstein.
Acabo de leer la última novela de Coetzee: Diario de un mal año. Apenas si puede llamarse novela. Me ha resultado difícil –incómoda- su lectura, porque me movía en dos direcciones de interés diferentes: Por una parte, las opiniones que el narrador –uno tiende a identificarlo con el propio autor- nos deja acerca de temas variopintos de actualidad, predominan los políticos; las opiniones son sin duda interesantes, pero requieren de un estado anímico racional, reflexivo, abstracto. De otra parte, el interés de la trama particular, lo genuinamente novelesco, generaba un insano interés –debería confesar llanamente morboso-que me hacía perder la calma necesaria para el análisis de lo teórico.
No he podido dejar de darle un sentido biográfico a la novela; un novelista ya maduro decide hacer un alto, para un ponerse en claro, sus propias opiniones, actitudes... En algún momento el narrador afirma que las obras de juventud son más vivas, más densas, más plenas de contenido, con el paso de tiempo se pierde contenido y las obras se hacen más esquemáticas, esto puede entenderse como una perdida de facultades vitales, de fertilidad en suma; es esa precisamente la impresión que esta novela me produce comparada por ejemplo con Desgracia, Vida de Michael K, Hombre lento, o Elisabeth Costello –de momento son éstas las que he leído. Espero estar equivocado y que todo sea un recurso específico y momentáneo.
Pero, como siempre, al final Coetzee vuelve a sorprender con sus “vuelos de ángeles y todo lo demás”, así que uno acaba satisfecho de la lectura y pensado que debería releerla: tras acabar la novela tengo la sospecha que las opiniones “contundentes” allí vertidas merecen un análisis más reposado, y que si no lo hago habré pasado por alto gran parte del contenido valioso del libro; pero tengo un problema: de momento llevo muy mal lo de las relecturas. Creo que continuaré con Esperando a los bárbaros. Diario de un mal año lo dejaremos cerca del ordenador -por si nos sirve para alguna cita.
Pensar (denken) y agradecer (danken) son en nuestra lengua alemana palabras de un mismo origen (....) En esa lengua he intentado yo escribir poemas (.....) para hablar, para orientarme, para averiguar dónde me encontraba y a dónde ir, para proyectarme una realidad. (....) el poema puede ser una botella de mensaje lanzada con la confianza –ciertamente no muy esperanzadora- de que pueda ser arrojada a tierra en algún lugar y en algún momento, tal vez a la tierra del corazón. De igual forma, los poemas están de camino: rumbo hacia algo.
¿Hacia qué? Hacia algo abierto, ocupable, tal vez hacia un tú asequible, hacia una realidad asequible a la palabra.
Tales realidades son las que tienen relevancia para el poema.
Y creo que reflexiones como ésta no sólo acompañan mis propios esfuerzos, sino también los de otros poetas de las nuevas generaciones. Son los esfuerzos de aquel a quien sobrevuelan estrellas, obra del hombre, y que sin amparo, en un sentido inimaginable hasta ahora, terriblemente al descubierto, va con su existencia al lenguaje, herido de realidad y buscando realidad.
El sistema de Descartes. Un intento de fundamentación que se desvanece allí donde precisamente quisiera estar firme; la claridad y la distinción pretendida allí donde todo es oscuro: el fantasmal y cenagoso “yo” y la otredad absoluta de la Sustancia Infinita. El empeño clarificador y racional encuentra drásticamente sus límites; y el esfuerzo racional sirve así a su opuesto: nos abre al inefable enigma del ser -en esencia a lo místico. Esta “paradoja” es muy frecuente; su expresión más clara y manifiesta es el conocido final del Tractatus .
Distingo entre lo místico y lo religioso. A ésta –la religión- le es ajena la inquietud del conocimiento, y se manifiesta más naturalmente en el gusto representativo –moral y estética.
Magro fruto en el día de hoy.
Friedrich Nietzsche.
Aparece en prensa el anuncio del nuevo bachillerato, junto a otros cambios de los que no me apetece hablar hoy, la filosofía deja de ser filosofía para convertirse en filosofía y ciudadanía: “el animal iracundo” (feliz hallazgo) se revitaliza gigantesco con una nueva transfusión y se encamina lento y poderoso hacia la laguna de la memez inagotable.
Las críticas, apoyos, rechazos, valoraciones, comentarios, manifiestos, asemejan estertores del espíritu.
Friedrich Nietzsche.
La lectura de este aforismo me ha dejado pensativo, no conseguía imaginar a qué podía estar refiriéndose Nietzsche; ¿sectas que se dirigen a los inteligentes? ¿sectas que presienten su debilidad?. He recurrido a mi amiga por si podía darme alguna luz, “debe referirse a Wagner” me ha dicho –sin tomarse mucho tiempo en la reflexión-. ¡Claro! ¿A qué si no?, Debería estar pensando en los círculos elitistas, Wagner, o los círculos universitarios, literarios, artísticos. Nietzsche se representaba a sí mismo tentado, y como Jesús en el desierto habría sido capaz de resistirse; su soledad era el precio que como espíritu libre habría de pagar, pero también era el signo de su victoria contra el tentador -y prueba de su valía personal. Había vencido, pero quizá momentáneamente pues el peligro permanecía.
Como en días anteriores, había buscado entre los textos de Nietzsche esperando encontrar un remanso a mis tribulaciones. Pero no me ha servido esta vez de mucha ayuda, pues las sectas a que Nietzsche se refiere poco tienen ver con las que a mi me preocupan; estoy convencido de que estas no tienen ninguna conciencia de debilidad. Así, pues, ¿de qué es signo aquí la soledad?.
Hacer cosas del peor olor, de las que apenas se atreve uno a hablar pero que son útiles y necesarias, también es heroico. Los griegos no se avergonzaron de incluir entre los grandes trabajos de Hércules la limpieza de una cuadra.
Friedrich Nietzsche.
Hace años junto a unos pocos alumnos del antiguo COU leía en grupo Así habló Zaratustra, lo hacíamos los lunes a las 8 de la mañana, así que solíamos empezar la semana con el espíritu vitalista de los textos de Nietzsche. Es difícil encontrar a un pensador con tanta agudeza psicológica; “viejo psicólogo y cazador de ratas” dice de sí mismo en alguna parte. Siempre he disfrutado del Niezsche psicólogo e inmoralista –una de las formas que adopta el moralismo- Ya en aquellos lunes advertí que de los textos de Nietzsche nunca se sale abatido ni desalentado, al menos cuando se le conoce. Es un placer recorrer sus aforismos y encontrar en ellos indicaciones a los problemas que en el presente nos acucian; hace pocos días se me ocurrió abrir uno de sus textos “ Sobre el porvenir de nuestras escuelas” ... apenas unas páginas bastaron para que percibiese cuán necesitados estamos de un nuevo Hércules.
Las naturalezas vivaces sólo mienten un momento: después se han mentido a sí mismas y están convencidas y con buena conciencia.
Me pregunto cuántos malos momentos son necesarios para que un evidente absurdo acabe en dogma, con sus oficiantes y sus feligreses. ¿Se reproduce en cada nueva conversión el mecanismo de falseamiento primigenio?. La mentira original obedece a una necesidad y a unos intereses, pero establecido el dogma ¿genera éste sus propias necesidades y sus propios intereses?. A pesar de todos los análisis esencialistas y genealógicos, el desenmascaramiento exige saber dónde van los beneficios -los presentes, claro, sin los cuales el dogma no perdura.
En Antes de la cenizas se puede leer un artículo crítico y desenmascarador de cierta concepción de la educación que se autodenomina “democrática”, que pretende mejorar el nivel educativo y democratizar la educación, pero que a juicio del autor consigue lo contrario de lo que pretende y oculta en su raíz un prejuicio nada democrático .
En las polémicas sobre el sistema educativo, existe un argumento recurrente entre los defensores del actual sistema (LOGSE-LOE). Estos acostumbran argumentar que ellos defienden la máxima extensión de la educación para todos y en términos de igualdad, de esa declaración concluyen que en la etapa de
Según yo veo las cosas, la premisa “mayor nivel educativo para todos” no justifica ninguna de las conclusiones que extraen, al contrario, la contradicen. Mi sospecha es que esas posiciones se sustentan en un prejuicio nada democrático; un desprecio no reconocido de la vía profesional, una mirada de desdén íntimo hacia las enseñanzas profesionales.
Leer artículo completo: Educación para todos.
Me gustaría hacer un pequeño ejercicio de memoria sobre las vicisitudes de la asignatura de filosofía en el sistema educativo español durante los aproximadamente últimos quince años. Muchos conoceréis la historia, pero muchos otros seguramente no; es bueno recordar y pensar los acontecimientos que nos van sucediendo, desde el recuerdo muchos cosas adquieren claridad, por otra parte no me detendré en fechas, ni en siglas, salvo aquellas que están en el origen de la cuestión, quien desee mayor concreción no le resultará difícil encontrarla en otros lugares.
La cosa comenzó en los 90 con
La filosofía hasta entonces era materia obligatoria en 3º de BUP y COU, con cuatro horas semanales en cada uno de los cursos. Con la llegada de
Apenas se había reintroducido
Pero esto es otra historia, que pueden seguir en “antes de las cenizas”:Filosofía y ciudadanía.
Se puede encontrar mucha información sobre el tema en: http://www.filosofia.org/bol/not/bn047.htm
Es descorazonador constatar como grupos y personas que se proclaman progresistas devalúan la autonomía personal y sostienen, de manera cada vez más insolente, posiciones paternalistas; el ejemplo de los -no hace mucho- países comunistas europeos, de los -aunque más lejanos- regímenes fascistas y ahora los fanatismos religiosos deberían habernos abierto los ojos –y vacunado a perpetuidad- frente a los peligros de ese paternalismo que supuestamente cree conocer mejor que nosotros lo que queremos y que está empeñando en salvarnos de nosotros mismos y en mejorarnos a nuestro pesar. Nietzsche, se burlaba con razón de la fatuidad del aprendiz de moralista que se pinta a sí mismo en la pared y exclama: Ecce Homo. Pero desgraciadamente cuando quien dice esto es el estado, -o sus funcionarios- las consecuencias no son ya cómicas, sino trágicas, como ha demostrado innumerables veces la historia. Pues, como una peste, el espíritu gregario retorna tras cada desastre. Es digna de estudiar esta obcecación humana: ¿Es un rastro de una dependencia infantil que no acabamos de superar? ¿De dónde surge esta voluntad profética y salvadora? ¿Qué hace al hombre tan receptivo a los padrecitos de las patrias, ya sean Stalin, Pinochet, y Ayatollas? ¿Qué hace de un funcionario un redentor? ¿Qué lleva a una persona inteligente a renunciar a su propia razón y a su propio beneficio y ponerse bajo el mandato de otro, a veces incluso cuando su propia integridad no está amenazada?
Confieso que no tengo respuestas.
Impresiones desde Contra la censura de Coetzee.
Cuando Solzhenitsin emprendió su obra literaria tuvo primero que deshacerse del lenguaje “soviético”. Debió acometer una profunda tarea filológica para retornar a la lengua rusa anterior al 1917 y desenterrar la lengua rusa clásica. La importancia de esta tarea nos puede pasar desapercibida pero es absolutamente esencial.
En un orden mucho más modesto cuando criticamos determinados estados de cosas de nuestro tiempo, por ejemplo, el estado de la educación, deberíamos tener muy en cuenta el ejemplo de Solzhenitsin y deberíamos rastrear en la lengua para evitar y sustituir todas las expresiones del nuevo paradigma por sus más cercanos equivalentes en la lengua clásica, si conseguimos esto nos habremos liberado ya en gran medida de aquello que rechazamos. Si no somos capaces de deshacernos de su lenguaje no podremos liberarnos de su influencia; todos nuestros esfuerzos argumentativos servirían para apresarnos más aún en lo que detestamos.
Así, en la novela de Orwell con la neolengua se pretendía que el crimental se tornara imposible al no haber lenguaje con el que llevarlo a cabo. Deberíamos, pues, atender a todo lo que en nuestro lenguaje está contaminado de neo-lengua y procurar restablecer las formas clásicas, que es la lengua en la que habla el vecino salvo que éste salga de una Facultad de Teoría de
No de agua, de miel, será la última
gota de la clepsidra. La veremos
resplandecer y hundirse en la tiniebla,
pero en ella estarán las beatitudes
que al rojo Adán otorgó Alguien o Algo:
el recíproco amor y tu fragancia,
el acto de entender el universo,
siquiera falazmente, aquel instante
en que Virgilio da con el hexámetro,
el agua de la sed y el pan del hambre,
en el aire la delicada nieve,
el tacto del volumen que buscamos
en la desidia de los anaqueles,
el goce de la espada en la batalla,
el mar que libre roturó Inglaterra,
el alivio de oír tras el silencio
el esperado acorde, una memoria
preciosa y olvidada, la fatiga,
el instante en que el sueño nos disgrega.