lunes, 25 de octubre de 2010

La maldad y las palabras

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Estremecedores textos los seleccionados en El País Semanal de la obra El sueño del celta de Mario Vargas Llosa bajo el título "La maldad". Me pregunto si deberíamos enfrentar en las escuelas textos como éstos.¿ Y cómo enfrentarlos? creo que en el caso de hacerlo no debería añadirse una sola palabra a su lectura; el profesor debería calcular exactamente los tiempos, en un momento dado comenzar a leer en voz alta sin una introducción previa y acabar la lectura justo apenas uno o dos minutos antes de que suene el timbre. Y, ante todo, no pedir ningún comentario, menos aún por escrito.

Quizá en clases posteriores surjan preguntas. ¿Qué podríamos entonces responder? .

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lunes, 11 de octubre de 2010

Divagando, del móvil a Sócrates

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I. Frente a esto lo que algunos, si no los más, piden es requisar los móviles. Pero ya explicaron muy bien el asunto aquí.

II. En la radio elogiaban a Victoria Kent. Pecatta minuta aquel curioso razonamiento suyo a propósito del sufragio femenino, mas o menos: que no voten, puesto que dada su falta de formación los votarán a ellos y no a nosotros. Qué demócrata esta republicana.

III. También en la radio. Alguien decía: Cuando oigo decir: "no me gusta la poesía". Siempre digo: "Te gusta la poesía lo que pasa es que te la han enseñado mal."

Qué paradoja que haya tenido grandes maestros aquel al que le gusta la poesía pero la enseña mal. Peste de pedagogía del enseñar a enseñar a aprender a aprender.

IV. Se suele comprender muy mal aquel asunto de que los sofistas cobraban por enseñar, algo que los diferenciaba de Sócrates. Se comprende mal porque se interpreta en clave "antimaterialista", como si el dinero fuera algo sucio que viniera a enturbiar un asunto tan altruista - puro y vocacional- como es la educación. Pero no es eso. Lo que Sócrates niega es que el conocimiento sea en la relación entre maestro y discípulo como el kilo de sardinas entre el cliente y el pescadero. El conocimiento no es asunto de clientes y tenderos, sino de cazadores y pescadores. O mejor aún: de ladrones -pregunten a Prometeo.

Me dicen que esto se va pareciendo al twiter. Me voy a afeitarme.
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lunes, 4 de octubre de 2010

Del desayuno, memos e imbéciles.

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Ya he comentado otras veces que los domingos suelo desayunar mientras leo a Javier Marías en la última página del País Semanal. Vengo haciéndolo desde hace años, y me queda un cierto desasosiego y una sensación de incompletud esas mañanas de domingo en las que por algún motivo no lo hago, mayormente porque me he quedado más tiempo del debido en la cama y ya no hay manera de encontrarlo en los kioskos (leerlo en internet no es lo mismo). Sin duda, una patología más como cualquier otra. No siempre coincido con lo que allí se dice. El de esta semana, Red de pardillos, no es de los mejores, pero vale la pena leerlo -quizá soy uno de esos pardillos a los que allí se refiere. Como también vosotros, los que por aquí os dejáis caer -con más papeletas los asiduos. No soy usuario de twiter y apenas de facebook. Pero el mundo de los blogs no es ajeno a esa contaminación narcisista, exhibicionista, y por qué no decirlo: mema, de la que Marías habla.

En los últimos tiempo se ha ido sumando una nueva voz al rito de café con leche, zumo de naranja y tostada con jamón a la catalana -espero que no aprovechen los cacos esta información para desvalijarme la casa mientras desayuno-. Se trata de Javier Cercas, su artículo de ayer, Lo que no saben hacer los imbéciles, es uno de los mejores que he leído últimamente, creo que da en el clavo: no puede haber espíritu creador sin responsabilidad moral (por más que pese a más de un "nuevo creador"). Ni moral sin empatía.
La auténtica creación no puede ser evasión, ni un simple reflejo del narcisismo. Y difícilmente estará presente en "la red de memos", donde la empatía es tan escasa como abundante el veneno de rebaño y el espíritu de linchamiento.

Y pasando a otro asunto al que vengo dándole vueltas:

La filosofía pertenece a lo que algunos han llamado lenguajes de segundo orden o metalenguajes; una reflexión cuyo objeto no es tanto el mundo -esto sería lo propio de la ciencia empírica- sino nuestro "hablar" sobre el mundo. Por eso defienden algunos que el filósofo debería ser experto conocedor de otros campos científicos -en cuyos límites comenzaría el auténtico filosofar- so pena de que su reflexión sea algo meramente vacuo y aparente. Es una posibilidad -y un peligro. Pero es falsa si se plantea como única vía. Pues se olvida que nuestro "hablar sobre el mundo" no se agota en los discursos objetivados académicamente, ya sean de las ciencias naturales o sociales, de las artes, de la religión, de la política o jurisdicción. Existe la "vivencia" personal, y también sobre ella merece la pena reflexionar. Tal fue el caso de Sócrates, de Rousseau, Kierkegaard, o de Nietzsche (que, por enlazar con lo anterior, no fueron ni pardillos ni imbéciles precisamente) Creo además que sin esa "vivencia" -y perspectiva- personal ningún campo académico podría suscitar una reflexión propiamente filosófica, es decir, una experiencia del límite.

Pero es domingo y la hora de las anchoas.
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