sábado, 26 de marzo de 2011

Pedagogías de clausura

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El hombre libre no debe aprender a la manera del esclavo.
Platón

Sin embargo, y pese a Platón, uno tiene la sospecha de que la instrucción pública produce más servidumbre que libertad.

Es paradójico que nuestros centros de enseñanza pública hayan devenido en estos institutos clausurados donde no se reconoce a un adolescente -cuando no a un joven- ni el criterio para decidir si desea comprar el bocadillo en el bar de la esquina -o tomar el sol tras las verjas del centro- aprovechando un tiempo libre . Y esto lo hacemos al mismo tiempo que términos como crítica, autonomía, democracia, responsabilidad... saturan cualquier discurso pedagógico.

Esto sólo tiene una explicación: el temor y las falsas seguridades. Los padres se sienten "tranquilos" dejando a sus hijos a buen recaudo. Los profesores, que también son padres, son del mismo parecer... y de paso no renuncian a agradar a la clientela. Y los políticos ya sabemos: ante todo no indisponerse con el ciudadano por minucias. Así queda todo perfecto y bien cuadrado.

Sólo se nos escapa un detalle; el encabezado de Platón y aquel antiguo adagio: aprender a la fuerza es como escribir sobre el agua.
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lunes, 21 de marzo de 2011

Día mundial de la poesía

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(...)
Es cosa de gusanos de seda
segregan tenues hilos de oro
con los que van edificando
su alcázar, cárcel, túmulo,
su oscuridad definitiva;
se desangra en oro, resignado
a no ver desde fuera nunca jamás su obra concluida.

Un día despierta algo en el recinto silencioso
-resurrección o transfiguración-
ya no es el tejedor apresurado de la saliva de oro
sino una mariposa, torpe y gorda,
que ni siquiera lo recuerda
(igual que el cuerpo no recuerda
el alma que era suya antes de que él naciera).
la nueva criatura nace a cambio
de destruir lo que fue la razón de vivir y de morir
de alguien que fue ella misma
y que es ahora nada más que un hueco.

Se trata ahora de un hueco donde ocurrió el prodigio,
(.......)
de una sombra y un hueco en el que suena
un motor de automóvil
(......)
Entro en la seda del poema roto
donde alguien, que fui yo, murió más de una vez.
No hay nadie, nadie, tan sólo un automóvil.
Pongo el motor en marcha: le hablo de libélulas,
de gusanos de seda.
Le pregunto
qué será lo que yo quería decir.

Jose Hierro. Prológo con libélulas y gusanos de seda
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