El geómetra
dibujará la orquídea
sin su tristeza
Cincuenta y seis mil o un millón; ciencias exactas. Créanme no me interesa demasiado desde el prisma político inmediato, pues la praxis política hace tiempo –si es que no fue siempre así- que padece una alergia descomunal ante cualquier signo de objetividad, ¡incluso en el caso de políticos que tienen el bachiller de ciencias!
Lo que me asombra es la tarea titánica a que se enfrentan esos profesores que deben enseñar a calcular áreas, tan obstinadas ellas en sus limitaciones. Aunque quizá impregnando el triángulo con un gotas del valor emotivo adecuado puedan nuestros escolares sentirlo como trapecio.
Serán dos, serán veinte, o siento veinte.