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Lo cierto es que la iglesia católica sigue teniendo a su disposición muchos recursos públicos, profesores seleccionados por la propia iglesia, pero pagados por el estado como cualquier otro funcionario.... centros públicos de los que pueden hacer un uso tan libre y completo como cualquier otro departamento y una materia que es opcional ¡en todos los cursos con excepción de 2º de Bachiller!.
Ustedes quizá piensen que es una situación de privilegio. Pocas materias están tan presentes en el curriculum escolar. Pero no solo es de oferta obligatoria, además la materia se imparte con independencia del número de alumnos que la elijan, mientras el resto de optativas compiten entre sí y su presencia depende de unos mínimos de matriculación, de las posibilidades del centro y del aumento de recortes generado por la crisis. La materia de religión es ajena a todas estas coyunturas más o menos azarosas. Alumno que la solicita, alumno que la cursa con todas las de la ley. ¿Privilegios?. Qué va. La iglesia y muchas familias católicas se sienten asediadas, incluso veces discriminadas. Ocurre que, efectivamente, los alumnos que escogen religión son más bien pocos y además la tendencia es a reducirse cada vez más. ¿Por qué ocurre esto? Ni las familias católicas, ni la iglesia, parecen plantearse la posibilidad de que estén haciendo algo mal. Al contrario ellos piensan estar haciéndolo estupendamente; encuentran, por ejemplo, su enemigo en la hora de alternativa reservada para los que no cursan religión: que si se les beneficia, que si no hacen nada, que sí hacen pero adelantan otra materias, que si se van a casa, que si no los evaluan, que si sí.... y claro, dicen ellos, cada vez más alumnos rehuyen la religión. Ésta es la manera en que argumentan muchos padres y madres de familias católicas y también la iglesia. Lo cual muestra lo siguiente: esos padres tienen dificultades (o son simplemente incapaces) para convencer a sus hijos de que se matriculen en religión, la iglesia tiene dificultades para convencer a sus feligreses de que matriculen a sus hijos en religión. Y han tenido una genial idea: son los no creyentes los que tienen que resolverles la papeleta... por ejemplo: todo sería más fácil si se tratase de elegir entre diez azotes o clase de religión. Vale, vale, estoy exagerando. Bastaría que quien no quiera religión confesional estudie religión desde un punto de vista no confesional, taoísmo, judaísmo, catolicismo, calvinismo, budismo, filisteísmo... pero: ¡Qué todo el mundo estudie religión y evaluable!.
Lo curioso ( y gracioso) es que es un problema interno entre la iglesia y sus fieles, sea por su falta de fe, de compromiso, de interés... pues nadie les impide matricularse en religión y además con todas las ventajas. Pero ese problema interno quieren resolverlo a costa de los otros. Y encima con victimismo y descalificando -y queriendo obligar- al que simplemente ni le va, ni le viene, el asunto. Ya sea porque no es creyente o creyente de otra confesión o ferviente creyente que visita el centro parroquial a partir de las siete de la tarde.
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Lo cierto es que la iglesia católica sigue teniendo a su disposición muchos recursos públicos, profesores seleccionados por la propia iglesia, pero pagados por el estado como cualquier otro funcionario.... centros públicos de los que pueden hacer un uso tan libre y completo como cualquier otro departamento y una materia que es opcional ¡en todos los cursos con excepción de 2º de Bachiller!.
Ustedes quizá piensen que es una situación de privilegio. Pocas materias están tan presentes en el curriculum escolar. Pero no solo es de oferta obligatoria, además la materia se imparte con independencia del número de alumnos que la elijan, mientras el resto de optativas compiten entre sí y su presencia depende de unos mínimos de matriculación, de las posibilidades del centro y del aumento de recortes generado por la crisis. La materia de religión es ajena a todas estas coyunturas más o menos azarosas. Alumno que la solicita, alumno que la cursa con todas las de la ley. ¿Privilegios?. Qué va. La iglesia y muchas familias católicas se sienten asediadas, incluso veces discriminadas. Ocurre que, efectivamente, los alumnos que escogen religión son más bien pocos y además la tendencia es a reducirse cada vez más. ¿Por qué ocurre esto? Ni las familias católicas, ni la iglesia, parecen plantearse la posibilidad de que estén haciendo algo mal. Al contrario ellos piensan estar haciéndolo estupendamente; encuentran, por ejemplo, su enemigo en la hora de alternativa reservada para los que no cursan religión: que si se les beneficia, que si no hacen nada, que sí hacen pero adelantan otra materias, que si se van a casa, que si no los evaluan, que si sí.... y claro, dicen ellos, cada vez más alumnos rehuyen la religión. Ésta es la manera en que argumentan muchos padres y madres de familias católicas y también la iglesia. Lo cual muestra lo siguiente: esos padres tienen dificultades (o son simplemente incapaces) para convencer a sus hijos de que se matriculen en religión, la iglesia tiene dificultades para convencer a sus feligreses de que matriculen a sus hijos en religión. Y han tenido una genial idea: son los no creyentes los que tienen que resolverles la papeleta... por ejemplo: todo sería más fácil si se tratase de elegir entre diez azotes o clase de religión. Vale, vale, estoy exagerando. Bastaría que quien no quiera religión confesional estudie religión desde un punto de vista no confesional, taoísmo, judaísmo, catolicismo, calvinismo, budismo, filisteísmo... pero: ¡Qué todo el mundo estudie religión y evaluable!.
Lo curioso ( y gracioso) es que es un problema interno entre la iglesia y sus fieles, sea por su falta de fe, de compromiso, de interés... pues nadie les impide matricularse en religión y además con todas las ventajas. Pero ese problema interno quieren resolverlo a costa de los otros. Y encima con victimismo y descalificando -y queriendo obligar- al que simplemente ni le va, ni le viene, el asunto. Ya sea porque no es creyente o creyente de otra confesión o ferviente creyente que visita el centro parroquial a partir de las siete de la tarde.
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6 comentarios:
No estoy del todo de acuerdo en el modo como planteas aquí el tema del victimismo. Tendrás seguramente la misma experiencia que yo: los alumnos tienden a desear cuantas menos asignaturas sea posible. Especialmente en Bachillerato, donde cada vez eligen menos la religión. Pero eso ocurriría con todas: ¿Cuántos elegirían filosofía si la alternativa fuera una hora libre? ¿Tendremos entonces la culpa los filósofos por no despertar suficientemente el amor al saber? ¿Y qué decir de historia, de lengua, de matemáticas incluso...?
Muchos chicos practicantes, o creyentes, o interesados al menos, dejan de coger religión porque la otra opción es descansar, estudiar otras materias, irse al parque o a casa. Y lo que al menos yo defiendo es que la religión debe ser estudiada y conocida por todos con cierto rigor, igual que la historia o el pensamiento. Además del intrínseco valor cultural que tiene, la materia de religión es importante para plantear y discutir ciertas cuestiones que no aparecen en el curriculo de otras asignaturas (ni siquiera en filosofía), para alejar de radicalismos de uno y otro signo, para posibilitar un debate urgentísimo en el mundo actual entre la fe y la política, la fe y la ciencia, etc., evitando que el desconocimiento mutuo imposibilite un verdadero debate, que es lo que suele ocurrir.
En lo que estoy de acuerdo es en que habría que discutir de qué modo debe ser impartida, por quiénes, qué papel tienen que cumplir la Iglesia o las Iglesias en esta asignatura, etc. Todo eso es lo que habría que discutir (y por desgracia no se discute).
Un saludo, y gracias por continuar esta reflexión.
Alejandro
Pero hay una diferencia esencial entre la asignatura de religión confesional y todo el resto (matemáticas, historia, filosofía, educación física, música... todas las demás sin excepción). La existencia de aquella sólo se justifica por la demanda de familias creyentes y pertenecientes a la iglesia católica... una demanda a la que accede el estado, por tratarse de una religión mayoritaria, con una amplia base social. La postura del estado aunque discutible puedo aceptarla, pero lo que es del todo inaceptable es que el derecho de unos a recibir esa particular educación religiosa obligue en algo a los otros.
El resto de materias, organizadas e impartidas con mayor o menor fortuna, no obedecen al interés de un grupo en particular, sino a lo que se juzga de interés común (de todo el estado y no de un grupo). Aunque se tenga en cuenta la diversidad y las preferencias y los intereses individuales.
Lo que tu pretendes, establecer la religión como un objeto de estudio particular al igual que el arte o el pensamiento es otra cosa bien diferente de la materia de religión tal y como está ahora establecida (no hace falta entrar en detalles, pues son claros).Podría haber una asignatura de ese tipo. Pero creo que me concederás que sería excesivo que una materia tal fuese impartida en todos los niveles y de forma obligatoria.... No se me ocurre que pudiese ser algo diferente de una optativa de bachiller más, como la sociología, la antropología ...y en competencia con estas, por ejemplo, una historia de la religiones me parecería posible en bachiller, pero bastante inadecuada para el nivel de la ESO.
Gracias a ti por la intervención. Es un tema que merece ser debatido.
La religión, todas las religiones, deberían ser estudiadas como parte de la cultura de cada pueblo, pero no como dogma. Sin ese conocimiento no se entiende buena parte de las obras de los museos o de la literatura, por ejemplo, como ocurre con la mitología. Si así fuera, perfecto. Lo que no es de recibo es que se siga ofertando la religión católica sea para cuatro alumnos o para cuarenta, pero, mira, va requetebién para las cuentas, tal como están los tiempos: en mi colegio nos obligan a agrupar a los chavales según elijan religión o no, con lo cual se ahorran un profe para las dos horas de estudio. Tres grupos, dos de religión, estupendo, a más horas libres o disponibles tocamos.
Hace no muchos años, en mi colegio hubo una monja de infausto recuerdo, con la oposición aprobada, que nos hizo pasar las de Caín. Cuando llegaba el mes de mayo nos empapelaba la entrada al pabellón con vírgenes, posters, flores, altares... No consentía que no se guardara la abstinencia en cuaresma en el comedor , usaba cilicio que luego dejaba en el baño, qué asco, y daba clase con la llave echada, de rodillas, con velas encendidas y los brazos en cruz, palabrita del Niño Jesús, que yo la vi más de una vez. Y todo eso cobrando un sueldo como el mío. Cuando le convenía daba lengua y religión, y cuando no, no. Cuando se sentía perjudicada llamaba directamente a la Dirección Provincial, y, zas, al día siguiente problema solucionado (el suyo, claro). Si me pongo a contar no paro... Para que luego digan...
Experiencias personales aparte, que no son para contar aquí, creo que la religión es una opción muy particular que sólo debe afectar al individuo, nunca a la sociedad y menos al Estado. Allá ellos con sus sacramentos y sus ritos, que nos dejen en paz al resto. Lo que pasa es que se sienten cada vez más en minoría porque los fieles se les van a chorros. Menuda hipocresía la de muchas familias: se gastan una pasta para celebrar la primera comunión de sus nenes y luego son cuatro los que siguen yendo a misa. Nadie les niega nada, nadie les obliga a abortar o a divorciarse, son ellos los que pretenden que el resto tampoco lo hagan. En fin, que me enciendo y no paro...
Un saludo.
Un estado aconfesional, un estado que tolera cualquier creencia religiosa pero no defiende ninguna, un estado en el que las creencias religiosas son relegadas consecuentemente al ámbito privado, consecuentemente no puede hacer publicidad de ellas. Por el contrario, las clases de religión impartidas en centros públicos suponen una defensa pública, una pública publicidad, de creencias religiosas.
Yolanda y Juanjo
Coincido con ambos en que es difícil conciliar una concepción aconfesional del estado con la enseñanza de religión -o religiones- desde uns perspectiva confeional. Eso solo puede ser proselitismo, por muy abierta que sea la posición del docente. A pesar de todo yo admitiría la posibilidad de tal enseñanza, (dada su prsencia e importancia en la tradición) siempre y cuando no obligase en nada a quien no opte por ella... creo que eso sería muy clarificador sobre el interés real por esa disciplina. Y sus perspectivas en el futuro.
Saludos, gracias por dejar vuestros comentarios.
Ya conté en la anterior entrada que en mi centro han trasladado la religión de última hora a horas centrales. Todo respondía a una reivindicación de los profes de religión que se sentían discriminados y acosados (mi compañera aseguraba que estaba al borde de la depresión) porque los alumnos de bachiller se marchaban a última hora, no sólo los de alternativa, sino incluso los de religión, algo que era totalmente intolerable. De este modo, durante el presente año, los tres o cuatro alumnos de religión tienen su clase a las 11, mientras los otros veintitantos tienen que aguantar una hora sin hacer nada en el centro.
Como bien dices, Serenus, quienes defienden el catecismo en la escuela (pues no olvidemos que se trata de catequesis y no de historia de la religión), pretenden que seamos los demás quienes les solucionemos su falta de clientela. Lo peor es que cuentan con la ayuda del Estado, que sigue dándoles cuanto piden y más.
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