En El País de hoy expone Fernando Savater la razón de ser, los rasgos, los objetivos y algunas de las principales líneas de actuación del partido, UPD, que junto a Rosa Diez y otros ha fundado. Me han gustado algunas de sus reflexiones acerca de la manera en que los grandes partidos nos tienen en consideración a los votantes, impresiones que comparto con Savater. Son interesantes sus irónicas apreciaciones respecto a lo que consideramos democracia y de cómo cada vez son menos claras las referencias izquierda-derecha. Es de agradecer su claridad al referirse a la cuestión nacionalista y a los acuerdos con la Iglesia en un estado laico, lejos del paripé acomodaticio al que nos tienen acostumbrados los partidos dominantes. Como no todo iba a ser acuerdo -el pensamiento exige de la negación- lamento su “obcecación” en el asunto de la Educación para la ciudadanía -asunto que he tratado anteriormente en este blog-.
Destaco algunas de sus afirmaciones:
“los grandes partidos se ven a sí mismos como rediles donde encierran borregos de su propiedad y el que ofrece nuevas propuestas políticas es un ladrón de ganado”
“Confían más en la resignación del electorado que en el atractivo de sus programas: saben que la mayoría de la gente tiene que optar entre un partido que no le gusta y otro al que odia, esperando cada preboste que el suyo sea el que sólo no les gusta. De modo que se indignan si alguien rompe el cómodo maniqueísmo vigente.”
“Quisiéramos contribuir a fomentar la modestia democrática, según lo expresó muy bien Albert Camus: "Habría que dejar de mirarse el ombligo. Eso les dará a los diputados y a los partidos un poco de esa modestia que distingue a las buenas y verdaderas democracias. El demócrata, al fin y al cabo, es alguien que admite que un adversario puede tener razón, lo deja expresarse y acepta reflexionar sobre sus argumentos".
“que nos encasillen en la derecha o en la izquierda es la menor de nuestras preocupaciones: en este país, en el que el Gobierno socialista busca para su política económica el aval de los grandes banqueros y la oposición liberal se pasea del brazo con los obispos más integristas, lo de la izquierda y la derecha puede tomárselo uno sin grandes agobios”
Finaliza el artículo:
“nosotros no queremos dormir: al contrario, pretendemos tener a los ciudadanos bien despiertos, vigilantes y combativos.”
Que así sea.
Leer artículo completo Del dicho al hecho por Fernando Savater.
6 comentarios:
la obcecación esa de que hablas respecto a la educación para la ciudadanía me tiene mosca... Lo mismo este es un corderito más, pero con piel de lobo.
Estimado Serenus:
Savater cree que el error reside en que aquí todo el mundo se salta a la torera la Constitución. Podríamos pensar -como parece hacerlo el propio Savater- que la Ley de leyes no es mala en sí, sino que los verdaderamente malvados son los políticos que mangonean a su antojo sin que nada ni nadie pueda pararles los pies; o que todo esto se debe a la espontánea inmoralidad de la sociedad o al acomodaticio mutismo de los ciudadanos -explicaciones que, si se da usted cuenta, coinciden con aquellas otras que se ofrecen, por ejemplo, desde los irreductibles bastiones “logsianos” para no reconocer que es lo concreto, la Ley, lo que falla y no las abstracciones sociológicas de siempre-; o que -mucho mejor- no sólo los políticos son malvados sino que lo somos todos nosotros, miserables criaturas que nos hemos acostumbrado a la “razón de la sinrazón”.
Si ello fuera así, si, en realidad, todo dependiese, para ser solucionado, de una búsqueda de la bondad nacional, ¿son Savater y su partido político los elegidos para desvelárnosla?
No condeno el discurso de Savater por sus magníficas intenciones sino por su manifiesta ingenuidad, rayana en la estupidez. Porque, ¿sabe usted?, una Constitución susceptible de no cumplirse es una pésima Constitución, y lo mejor sería cambiarla por otra.
Si Savater no actuase de mala fe, o si no fuese un cobarde, no habría apoyado la creación de un nuevo partido político que enarbola la bandera de la Constitución y se habría dedicado a desentrañar las causas objetivas de esta “escopeta nacional”; seríamos muchos los que estaríamos dispuestos a ayudarle.
La duda y el escepticismo desaparecen en cuanto nos ponemos los anteojos del sentido común: un partido, como UPD, que defiende una Constitución que rebaja a su Jefe de Estado a la categoría de mera comparsa; un partido, como UPD, que defiende una Constitución que une y confunde alevosamente los tres poderes; un partido, como UPD, que defiende una Constitución que utiliza la palabra “autodeterminación” poniéndola muy cerquita del renglón donde está “nacionalidad”, esa otra gran palabra; un partido, como UPD, que defiende una Constitución que arranca a los partidos políticos del seno de la sociedad civil y los integra en el Estado subvencionándolos y negando el mandato imperativo y revocable de los electores -por lo que, fíjese bien, la sociedad civil se queda sin representantes, pierde la iniciativa, languidece y necesita al final la asignatura de Educación para la Ciudadanía-; un partido, como UPD, que defiende una Constitución que refrenda la injusticia de un sistema electoral proporcional; en fin, un partido, como UPD, que defiende una Constitución que está diseñada para beneficiar -y perpetuar- a la oligarquía partidista que conocemos, para ser interpretada interesadamente y para ser incumplida eternamente; un partido, como UPD, que defiende una Constitución de esta ralea, ¿debe ser recibido con esperanza renovada?
Un saludo.
A.
Felipe, ya me imagino la pereza que dan estas cosas, pero me gustaría ver ese mosqueo explicitado. Y de paso, a ver si nos cuentas que te parecen los 6000 euros de Chaves.
Aquiles,
Hace tiempo que no pongo demasiadas esperanzas en la política.
Pero creo que el partido se crea porque se considera que existe una serie de ideas, o mejor una parte del electorado que no se siente representado en el arco de partidos actual. Considero que los fundadores lo hacen convencidos de estar llenando un vacío, algo que parte del electorado estaba reclamando.
Hasta qué punto esto sea real -o hasta qué punto sean capaces de conectar con ese potencial votante- es algo que de antemano no se puede juzgar.. pero pronto saldremos de dudas.
Por mi parte, de inicio no veo problemas con la Constitución, que puede ser un buen punto de partida.. y no necesariamente la última meta inmodificable y sacrosanta. Lo que me parece inviable y poco recomendable es intentar hacer política
desde fuera del marco constitucional -ni la raíz ni los frutos de esos intentos son de mi agrado.
En conclusión el tiempo -no deberemos esperar demasiado- nos dirá si este proyecto tiene alguna viabilidad.. y que aportación puede hacer al panorama político.
De momento, ahí están..
30 de septiembre de 2007 18:07
Suprimir
Estimado Serenus:
Ruego reconsidere su afirmación: "Lo que me parece inviable y poco recomendable es intentar hacer política
desde fuera del marco constitucional -ni la raíz ni los frutos de esos intentos son de mi agrado".
¿Ve inviable la objeción de conciencia o -llegado el caso- la desobediencia civil? ¿Qué ocurriría si estuviéramos obligados a acatar una ley injusta? ¿Sería poco recomendable o inviable oponerse a ella?
Creo que confunde "legalidad" con "justicia"; ése es el problema. Si la Constitución niega el madato imperativo y revocable de los electores, ¿nos tenemos que conformar por ser ilegal intentar llevarlo a la práctica?; ¿y si es más justo? Si la Constitución establece que el Legislativo elige al Ejecutivo, ¿debemos acatarlo sabiendo que cualquier "reforma" excedería el marco legal vigente?; dígame, ¿no sería más justo un sistema que salvaguardase la separación de los tres poderes? Si la Constitución reconoce explícitamente el derecho de autodeterminación de los pueblos, ¿hemos de admitirlo, así, sin más; aun sabiendo que esto es un disparate como la copa de un pino porque tal concepto surge en plena descolonización y se aplica internacionalmente a las naciones que habían sido colonizadas; aun conociendo muy bien cómo la idea cala profundamente en los totalitarismos de principios del siglo XX?
Y por cierto: la Constitución es el marco de la totalidad de las leyes de un Estado, no de la política. El único marco de la política es -o debería ser- la sociedad civil.
Saludos.
A.
Estimado Aquiles
Repare en las palabras anteriores a las que usted cita:
"Por mi parte, de inicio no veo problemas con la Constitución, que puede ser un buen punto de partida.. y no necesariamente la última meta inmodificable y sacrosanta."
Aprovecho para agradecer sus visitas a la página y los comentarios.
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