Las naturalezas vivaces sólo mienten un momento: después se han mentido a sí mismas y están convencidas y con buena conciencia.
Me pregunto cuántos malos momentos son necesarios para que un evidente absurdo acabe en dogma, con sus oficiantes y sus feligreses. ¿Se reproduce en cada nueva conversión el mecanismo de falseamiento primigenio?. La mentira original obedece a una necesidad y a unos intereses, pero establecido el dogma ¿genera éste sus propias necesidades y sus propios intereses?. A pesar de todos los análisis esencialistas y genealógicos, el desenmascaramiento exige saber dónde van los beneficios -los presentes, claro, sin los cuales el dogma no perdura.
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