lunes, 8 de junio de 2009

Listas abiertas


Han pasado las elecciones –quizá unas de las más intrascendentes, al menos desde la perspectiva de los medios y del ruido. La abstención ha sido la opción mayoritaria, aquí y en el resto de Europa, la abstención –creo- está relacionada con la sensación de distancia respecto al poder. ¿Qué control tiene el votante sobre esos diputados que ejercerán en Estrasburgo y que han sido colocados -y ferréamente sostenidos- en las listas desde las cúpulas de los partidos? La sensación de extrañeza es absoluta, salvo que se sea militante e incondicional del partido.

Llevamos treinta años de democracia. Pero en esta democracia no es el ciudadano el protagonista, sino los partidos. Una auténtica democracia exige listas abiertas. No veo qué razones pueden esgrimirse para seguir manteniendo listas cerradas, salvo claro está, el interés de los privilegios del partido. Pero la verdadera democracia no es de los partidos ni de los militantes, sino del ciudadano. Es hora de empezar a exigir listas abiertas y que los políticos empiecen a responder antes sus electores directos, y no ante el partido –y éste, como antes otros, solo querría responder ante Dios y la Historia, aunque sea una corta historia de cuatro años.

En un sistema de listas cerradas es un sarcasmo decir que votar es un deber ciudadano, y es también un derecho mutilado. Alienado.

17 comentarios:

Pascual González dijo...

Completamente de acuerdo. Las listas abierta permitirían que gran parte del poder de decisión política pasara de los aparatos de los partidos a los ciudadanos. Por eso es tan difícil que ningún partido haga suya tal demanda.

Otra reforma que me gustaría ver algún día es la elección directa, y no a través del Parlamento, del Presidente del Gobierno. También será difícil que ningún partido la defienda.

Saludos.

Andrés Hurtado de Micina dijo...

Serenus, las listas abiertas no acaban con el problema. El ejemplo lo tiene usted en Italia, donde tienen -o tenían- listas abiertas y tan sólo un 3% de los votantes hace -o hacía- uso de ellas; los demás solían hacer caso al orden impuesto por el partido.

El sistemas de listas, abiertas o cerradas, no es democrático porque no resuelve el problema de la irrepresentación del ciudadano. Al final, la última decisión -y la primera- la tiene el partido político de turno, que es quien elabora las listas.

Para avanzar hacia una plena democracia, para avanzar, por tanto, en un sistema en que los ciudadanos estuvieran representados en la Asamblea, el único recurso viable es el sistema mayoritario en circunscripciones relativamente pequeñas, de unos cien o ciento cincuenta mil habitantes. Con este sistema, a doble vuelta si fuera necesario, cada diputado en el Parlamento representaría exactamente al mismo número de electores, y éstos podrían conocer -requisito indispensable- a su representante.

Otra condición sería, por supuesto, que los electores pudieran controlar a su diputado. La forma más correcta: con el mandato imperativo de aquéllos y la posibilidad de revocar el nombramiento a través de una suerte de "oficina del candidato".

El sueldo, además, del elegido debería ser pagado por la circunscripción, pues a ella se habría de deber hasta que acabase la legislatura.

Coincido con Pascual en su último punto: la separación del Ejecutivo y del legislativo se conseguiría con elecciones diferentes para cada uno de ellos. El Legislativo, como ya he dicho, con sistema mayoritario en circunscripciones relativamente pequeñas. El Ejecutivo con sistema mayoritario en circunscripción única, la totalidad del territorio de la nación.

Joselu dijo...

Estoy totalmente de acuerdo en cuanto a la propuesta de listas abiertas pero no cabe duda de que prácticamente ningún partido quiere apoyarlo y menos los dos partidos mayoritarios a nivel nacional y tampoco los nacionalistas en sus respectivas autonomías. No sé que sistema habría para hacer prosperar esta idea elemental para acercar a los representantes a los ciudadanos. Sin apoyo de los partidos es imposible. Cabría un plante general de todos los electores, lo que es también imposible porque los partidos tienen su aparato logístico pero también su agit-prop a través de la prensa adicta. Este sistema está pensado asimismo exclusivamente para dos grandes partidos, y si no te gustan te aguantas. Es imposible que un tercer partido, al estilo del Liberal o Izquierda Unida alcance una representación suficiente para hacer sentir su peso en la política nacional. Nada hay tan difícil como crear un nuevo partido. Bueno, es fácil pero lo difícil o imposible es darle relevancia a nivel nacional. UPyD lo está intentando, pero lo tiene todo en contra. El CDS de Adolfo Suárez logró en unas elecciones sumar veinte diputados, pero ha sido el único caso. Un tercer partido ayudaría a oxigenar la política española. Los dos partidos mayoritarios tienen bien montado su sistema caciquil. Hay muchos motivos que alientan a los abstencionistas. Pero a los partidos les da igual la abstención.

Serenus Zeitbloom dijo...

Coincido con Pascual en su preferencia por un sistema de elección directa del presidente del gobierno.
Andrés, que los ciudadanos hagan uso o no de las listas abiertas será una cuestión personal, pero que exista la posibilidad creo que introduce un cambio notable en el sistema, tanto para el elegido como para el elector. Respecto al sistema de “circunscripciones” no sé si puede resultar injusto para aquellas regiones más rurales y con menor densidad de población. ¿Qué opinas de ello?

Lo que me parece indiscutible es que nuestro sistema electoral empieza a estar necesitado de una revisión y que uno de los males del sistema político español es la preponderancia brutal de los partidos sobre los ciudadanos.

No parece que los diferentes y sucesivos gobiernos se den mucha prisa en corregir el asunto.Por tanto será cuestión de que los ciudadanos empecemos a exigirlo.

No hay otro camino.

Serenus Zeitbloom dijo...

Joselu, coincido con tu planteamiento.
Tendremos que exigir el cambio, porque el supuesto derecho y deber de voto de los ciudadanos se está convirtiendo en una tomadura de pelo.

Andrés Hurtado de Micina dijo...

Serenus, las circunscripciones tendrían el mismo número de habitantes, no la misma extensión geográfica. Podría ocurrir que abarcasen tanto un barrio de una gran ciudad como varios municipios de una provincia. Este sistema funciona, con alguna que otra variación, en USA, Gran Bretaña, Francia o Suiza.

Con respecto a lo que dice de los italianos, no creo que sea un argumento válido. La cuestión no es la dejadez de los votantes sino la inercia creada por las listas -abiertas o cerradas- de los partidos. Al final, la posibilidad no existe, pues el ciudadano sigue sin participar en la elaboración de esas listas, y el partido de turno continuaría sin deberse al ciudadano. Las listas abiertas tienen sentido con un sistema proporcional, pero es que la proporcionalidad rompe el juego de la representación, lo hace pedazos. Y me da igual que se diga que, con el sistema proporcional tienen cabida las minorías. La democracia es un juego de ganadores y perdedores. Punto.

Yo insisto. Si la democracia es, entre otras cosas, representación, el sistema de listas no representa a nadie, tan sólo a los partidos. ¿Podría usted decirme, si votó en las últimas legislativas, quién representa a su circunscripción en el Parlamento? Si lo sabe, dichoso usted. Porque yo, de mi circunscripción, no tengo ni puta idea. Las listas abiertas no acabarían con esto.

Un saludo

Serenus Zeitbloom dijo...

Andrés,
Comprendí que las circunscripciones se formaban por número de votantes y no por kilometros cuadrados ;). Y por eso mismo la posible injusticia para esas regiones que por tener poca densidad de población su representación podría ser ridícula en comparación con las zonas más urbanas. ¿Como armonizar ese sistema con el sistema autonómico?

No entienda mis preguntas como críticas sino como puro deseo de saber.

Andrés Hurtado de Micina dijo...

Pero, Serenus, es que hoy día tampoco hay tantísima diferencia entre las zonas rurales y las urbanas. Y, además, en alguna votación de esa futura Asamblea Nacional ideal, una circunscripción rural bien podría lograr relevancia inusitada, como ocurre, a veces, en el Congreso de los EE.UU., si la circunstancia así lo requiriese.

Las Autonomías tendrían que desaparecer tal y como las concebimos en el 78. Tan sólo los Parlamentos de Cataluña, Galicia y País Vasco se mantendrían, pero sin poder Ejecutivo, a la manera Galesa o Escocesa. Las cinco competencias básicas -educación, sanidad, fuerzas del orden, fiscalidad y justicia- habrían de volver al Estado central, y las demás tendrían que ser manejadas por los ayuntamientos o diputaciones. Recuerdo que Jefferson decía que el municipio era la piedra angular de la democracia. Pero para que esto fuera posible y no se convirtieran en el patio de Monipodio que es hoy, los pueblos y las ciudades tendrían que estar regidos por el mismo sistema de representación. Elecciones para el Legislativo -concejales- en circunscripciones pequeñas con el mismo número de habitantes y con mandato imperativo de los electores para revocar el nombramiento de sus representantes, y elecciones para el Ejecutivo -alcalde- en circunscripción única.

Se me olvidó antes señalar, cuando hablábamos de partidos políticos, que, por supuesto, para que éstos representaran a los ciudadanos y no al Estado, deberían, además, estar financiados exclusivamente con las cuotas de sus afiliados. Lo único que correría de la cuenta del erario público serían las campañas electorales, en las que se destinaría la misma cantidad de dinero para cada partido que se presentase.

Un saludo.

Serenus Zeitbloom dijo...

Andrés:

Esa propuesta de suprimir los parlamentos autonómicos no la veo factible, ni las que usted menciona se conformarían con ese papel a la británica que les concede, y menos aún el resto -Navarra, Valencia, Asturias, Andalucía, Canarias.. con una autonomía de 2º fila.

Creo que el sistema autonómico no puede dar marcha atrás.

Pero es posible, necesario -y hasta urgente- introducir reformas que limiten el poder de los partidos políticos y lo restituyan al ciudadano.

Saludos, y gracias por sus intervenciones.

rosanna dijo...

Yo creo que uno de lo problemas más relevantes d la política en la actualidad es la ignoracia de muchos ciudadanos al respecto. Son muchos los que carecen absolutamente de criterio político, ni siquiera saben qué es la izquierda y qué es la derecha, tan solo se excusan con el tópico de "todos son iguales" si se les pregunta.

En estas circustancias, los partidos políticos se dedican a atraer a ese grupo de votantes que decide a quién votar de manera aleatoria. La política, excepto para unos pocos privilegiados, es algo incomprensible y carente de interés.

Considero que ni cambiando el sistema se conseguiría más participación ni más interés por parte de los ciudadanos.

Andrés Hurtado de Micina dijo...

Serenus, ¿era factible la independencia de las colonias antes de 1776?

La libertad política siempre es factible.

Un saludo

Serenus Zeitbloom dijo...

Bienvenida, Rosanna.

Lo cierto es que los conceptos de izquierda y derecha esconden a veces más prejuicios que realidades. Pero quizá sí tienes razón en que los más jovenes carecen de las más elementales nociones políticas.

Espero que Platón te haya ido bien.

Saludos.

Desde la caverna de Platón dijo...

Perdonad que me ponga pesimista, pero es que llevo una semana un poco rara. Estoy acabando de leer la biografía del marqués-ciudadano de Sade que escribiera Francine Du Plessix Gray. A partir de las peripecias, sobre todo carcelarias, del de Sade Du Plessix reconstruye desde los territorios más sórdidos el período en el que se desenvuelve la vida del protagonista: desde el final de la monarquía de Luis XV hasta el ascenso y caída de Napoleón. Sade, fortuitamente, siempre se encuentra en el ojo del huracán. Y en la cárcel. Las fluctuaciones de los personajes (Fouché, por ejemplo), las tempestades políticas, la zozobra del "pueblo", el comportamiento canallesco y sanguinario de todos (contra todos)... bañan un relato que ahonda en las entretelas de lo irracional y lo malvado.
¿Quién enciende las chispas de la Revolución? ¿Cómo? ¿Cuándo? ¿Cómo se puede esperar que la partitocracia de este país renuncie al privilegio de su perpetuación en el Poder si hasta ahora le va la mar de bien y nada apunta a que tenga ni que planteárselo? ¿Quién puede pensar que el "pueblo" pueda reaccionar si no entiende nada ni tiene la más mínima intención de entender, si se da por satisfecho con el juego simple y maniqueo de elegir entre los rojos y los azules? ¿Qué intereses ocultaría el que, abanderando el cambio, fuese capaz de instituir un nuevo juego, tal vez más justo y honrado, a primera vista? ¿Por qué lo haría?
Marionetas en manos de los dioses, decía Platón, ya viejo, ya cansado. Y de unos dioses, como el griego bien sabía, que no tienen ni puta idea de lo que hacen.

Juanjo dijo...

Totalmente de acuerdo, Serenus, palabra por palabra con la decepción y la reclamación que haces en la entrada. Es indignante, penoso, solamente comprensible desde la estrategia de los medradores profesionales, estos mediocres políticos que, en unos y otros lados, tenemos. El otro día escuché en la calle todo esto dicho de otra forma: "como para llegar a puestos de responsabilidad en los partidos tienen que chupar muchos culos, una vez que llegan quieren que les devuelvan a ellos los lametones".
Un saludo.

Andrés Hurtado de Micina dijo...

Antonio, ninguna revolución ha sido instigada por esa macilenta categoría de "pueblo". Son las minorías ilustradas de cada sociedad las que deben alzarse como primum mobile. Pero, para que esto ocurra, hay que empezar a desechar el discurso escéptico del pensamiento débil.

Un afectuoso saludo

Anónima dijo...

"Pero la verdadera democracia no es de los partidos ni de los militantes, sino del ciudadano."

Yo es que vivo en un barrio donde los ciudadanos estamos en minoría. Y la palabra democracia empieza a sonarme igual de vacía que la ecología. Al planeta seguramente no le pasa absolutamente nada. Se deshará de nosotros cuando lo considere oportuno. A la democracia tampoco. Pero la palabra democracia no se puede deshacer del que la pronuncia "en vano".

Estoy a la espera de ver qué pasa. Cuántas pateras más nos van a caer y a cuántos más vamos a poder decirles que no vengan, que los derechos humanos los tienen que solicitar en otra ventanilla, y que si en su casa no tienen democracia, que se vayan a Ikea, que allí venden Repúblicas Independientes.

Pero el problema seguramente es otro. Me estoy acordando ahora de varias situaciones absurdas que me encontré durante la jornada electoral, mientras curraba en un cole. Llamé "gallinero" a una de las mesas. ¿Qué forma era aquella de hablarse unos a otros? En otra mesa donde también lloriqueaban les decía que en el voto por correo, si había llegado, el matasellos tenían que dejar de revisarlo. Tuvimos bronca. "Igual alguien puede votar por ti", decía la del cartelito azul colgando. Ya, decía yo. Lo mismo que ha pasado con los viejitos a quien otra persona les ponía el sobre en la mano delante de tus ojos, bonita. De todas maneras, una vez pasada la incidencia al teléfono de incidencias, la instrucción era esa: se aceptaba la carta. Que hiciera lo que le viniera en gana.

Si hubiera empezado por ahí me habría evitado la discusión. Ella se fue a la norma y puso una reclamación.

Cuento la tontería porque me encuentro con demasiada frecuencia en situaciones parecidas, en las que el ciudadano se ajusta a la norma como si la norma estuviera escrita por dios y no por "los hombres". Si le quitas el procedimiento se hunde. Unas me afectan muy poco, como ayer, y otras me hacen perder el trabajo o suspender un examen.

El "ciudadano" general, el que yo me encuentro por la calle, está perdido y no hace más que ir al psicólogo y beber hasta quedarse dormido nada más salir del trabajo y durante todo el tiempo que le duren las vacaciones. Creo que por eso me alegro de trabajar con chavales, que lo único que hacen es intentar saltarse la norma y re-pensar, aunque sea desde sus egoístas cabecitas, (que no siempre funcionan egoístamente, digan lo que digan en la tele.) Pero hay un tufillo raro en esto también. Perdonadme los compañeros porque me consta que no todos funcionan igual y que algunos lo hacen muy bien, pero a veces tengo la sensación de que se les discute lo que nos dicen para "adormecerlos", como si el fin último fuera que no hagan uso de su derecho a revisar una nota. Entonces tendremos al verdadero ciudadano: el que se come con patatas lo que la autoridad decide. Acaban la carrera de provecho y se meten en las empresas, buscando la seguridad del procedimiento, el papel que hay que rellenar, el informe que me van a pedir, "lo que hay que hacer", porque, total, para qué, si al final no se consigue nada. A ver qué dice el procedimiento.

No sé. Qué gobierno del pueblo vamos a tener, si estamos hechos pura lógica de la norma, que en cuanto alguien se pone a hacer o decir algo que no siga el procedimiento habitual tiene que huir y buscar otra isla y esconderse.

Yo, de momento, bajo a tomarme una caña. (O dos, si son pequeñas.) Necesito separarme del mundo un poco y mezclarme con los no ciudadanos, a ver cómo ven ellos las europeas y la democracia.

Me alegro de encontrar estos minimundos donde el personal observa y trata de decir alguna cosa como medianamente puede. ¡A veces hasta se me pasa el cenizo y me pongo a contar chistes! (Un beso, por eso.)

Serenus Zeitbloom dijo...

Antonio –desde la caverna...-

Se agradece que con tan apasionante lectura se deje, sin embargo, caer por aquí y nos deje un sabroso comentario. Salud y dichosa lectura pre-estival. La semana que viene me paso por la Fnac a buscar el tocho del verano; me parece que será “El hombre sin atributos” –que me lo ha recordado alguna intervención de Andrés Hurtado.

Juanjo,

Ya se le echaba de menos unos comentarios por aquí... que lo que el arte y la filosofía han unido no lo separen los pedagogos . Saludos.

Anónima,
¡cómo celebramos por aquí sus comentarios!. Me ha recordado las diatribas de Cioran: “la administración con sus reglamentos, metafísica para uso de monos”. Que sean dos las cañas pero acompáñalas de un pincho, que no es bueno beber con la cabeza llena y el estómago vacío.

Más saludos..