miércoles, 16 de septiembre de 2009

de la autoridad y el respeto.



Curioso este gremio de los profesores. Resulta que pretenden darles el rango de autoridad y ellos levantan cejas, aguzan ojos, oídos -y boca- movidos por la desconfianza. Alguno se alarma ante la posibilidad de que tales poderes vayan a caer en manos de vagos y borrachos o cualquier otra especie de maleantes, otros se horrorizan ante la perspectiva de que los centros se conviertan en cuarteles o en campos de exterminio –espiritual se entiende. Pero el tema del que pretendía ocuparme no era tanto de la autoridad como del respeto. Aquí de nuevo el gremio vuelve a ser sorprendente, y la gran mayoría entiende y admite que “...ha de ganarse el respeto”. Es cosa fascinante, pues yo tengo entendido que en el resto de trabajos -y hasta en las actividades de ocio- se suele presuponer el respeto, pues comúnmente se admite que el respeto es la base y el punto de partida de sus relaciones. Los representantes de asociaciones de padres de alumnos también son del mismo parecer: el respeto han de ganárselo en el día a día; los profesores, claro, porque ellos –y por sus niños- es lo primero que piden: respeto, lo mismo en la escuela y en la piscina, que en la consulta del médico. Pero los profesores son de otra pasta, ellos no sólo quieren ganarse el sueldo, sino también el respeto. Estaba por pensar que pertenecían a la raza de los santos, de los Asís y los Jobs, de los humildes, pero sospecho que es más certero –y honesto- preguntarse: ¿qué temen perder éstos si les otorgan autoridad y se les exige el respeto?.

Aunque si lo que pretenden es ser admirados; entonces sí, entonces, amigos, eso hay que currárselo. Yo no pretendo tanto. Lo que entiendo aquí por respeto necesario es la cortesía y el cuidado, no la reverencia ni el miedo. Y ese respeto mínimo pero necesario es el que se pretende asegurar al otorgar autoridad. Sinceramente no sé dónde reside el problema..
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11 comentarios:

Leicca dijo...

Hace un tiempo les llamábamos "héroes", pero algunos no lo entendieron. En lugar de preocuparse, se miraron al espejo y se gustaron más todavía. Hasta se vieron más jóvenes.

Desde la caverna de Platón dijo...

Figurémonos que entra un usuario del transporte público en el autobús y se pone a gritarle al oído al conductor y a taparle los ojos. Supongamos que el conductor cabreado, tras dos o tres volantazos que a poco matan a los ocupantes y a una ancianita de la acera, le espeta al usuario cabrón ("disruptivo", lo llaman ahora): "¿quiere usted dejar de dar por saco?"
Supongamos que el usuario disruptivo le contesta: "Es que tiene usted que ganarse mi respeto y, además, mi profe y mi padre le dirían lo mismo".
Mira Serenus, lo que se ha oído con el anuncio de la medida no tiene nombre. El acopio de gilipolleces rebasa todo lo previsible. Es que ni siquiera tienen vergüenza suficiente para leerse a sí mismos. En un blog que de vez en cuando frecuentamos (y en el que tú dejaste un tímido apunte) las sandeces eran de espanto: le achacaban la felonía a la Espe, cuando es cosa antigua del Fiscal General y de la Generalitat de Catalunya (PSC); un idiota incluso llegaba a decir que nos venia bien empleado a los madrileños por tener gobernando a la susodicha (el muy cretino, sito en la Comunidad Autónoma donde la enseñanza es más cutre y el poder político es más mierda -se deben de haber creído que Zevilla es una maravilla, de tanto oírlo en las casetas-); alguno, alzando la bandera del progresismo de guardarropía, esgrimía que el reconocimiento de la autoridad significaba coacción, y fascismo y todo eso; todos, hasta los que van de santurrones listos, y puros, jaleados por la feligresía, confundían el culo con las témporas, y convertían una disposición de rango judicial en no sé qué vainas de sentimientos, y psicologías, y sociologías, y amores, y virtudes, y bondades, y babas... Babas a raduales.
Estuve a punto de escribir a propósito una entrada en mi blog. Pero de pronto pensé: ¿pero por qué hay que explicar a esta gente lo que ni quieren ni pueden entender? Todavía me entraron más ganas cuando esta mañana veo que en el Telediario aparece el tal Rascón (odio eterno a este tipejo) diciendo de nuevo lo de que "la autoridad hay que ganársela".
Llego ahora a casa, tarde, y me encuentro con tu escueta pero certera aclaración.
Gracias, Serenus, de verdad, gracias. Si algún día coincidimos nos tomamos una tostada alemana que pago yo. Como homenaje a un día en el que me evitaste el esfuerzo de tener que poner por escrito algo que me producía rabia y oprobio tener que escribir.
Un abrazo muy fuerte.

Joselu dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
elquebusca dijo...

Estoy con el comentario de "Desde la caverna de Platón". Tu entrada es una certera aclaración.

Serenus Zeitbloom dijo...

Leicca,en el artículo de Vargas Llosa que reproduce Antonio en la caverna se desarrolla lo que creo que tú apuntas.

Antonio... vaya esto por el vídeo del misionero, y el estómago que demostraste tener para acarrearlo hasta tu casa. :)

Joselu, espero que la supresión sea para añadir alguna cosilla... porque me había gustado mucho tu comentario, lo comparto totalmente, y hasta pensé en pedirte permiso para sacarlo de este lugar y pincharlo en algún corcho de los que adornan "esos claustros".

El que busca, gracias por hacernos sentir tu presencia.


Saludos.

Joselu dijo...

Vitriólico tema en el que no quería entrar demasiado. Pero ahí vamos. Estamos ante la ESO = ENSEÑANZA SECUNDARIA OBLIGATORIA. El adjetivo "obligatoria" representa toda una filosofía. Los que están allí sentados delante del profesor no están en principio porque ellos lo hayan elegido. De hecho a muchos les da por... estar ahí. Están enjaulados por muchas razones. No tienen condiciones, no lo soportan, no están habituados, en su casa también el tema de la autoridad está bajo mínimos y no distinguen los límites ni en las actitudes ni en el lenguaje. Es obligatoria, no lo olvides. Un símil podemos encontrarla en la antigua mili que también era obligatoria, pero allí no nos canteábamos. ¿Por qué? Porque la autoritas iba unida a la potestas. Si te canteabas en algún sentido, ibas al calabozo y se perpetuaba tu mili, o podías terminar siendo juzgado por sedición militar yendo preso a un castillo. ¡Cualquiera se atrevía! Aun así, en pleno franquismo hubo objetores de conciencia que pasaron varios años en prisión. Luego con la democracia, la objeción fue pan comido y decenas de miles de jóvenes se declararon objetores sin consecuencias mayores. En nuestro trabajo la autoritas se presupone pero carecemos de potestas. ¿Qué hacemos con los que se portan mal o no te respetan? Poca cosa podemos hacer. Es una etapa obligatoria y eso no gusta a nadie. A mí no me gustaría que me enviaran obligatoriamente a ninguna parte. Todo unido a ser una época en que la autoridad ha sido erosionada desde todos los puntos de vista. (Ayer salió una sentencia en que no se consideraba causa de despido llamar al jefe "hijo de puta"). Desde el mayo francés se ha impuesto el prohibido prohibir y se ha laminado todo lo que signifique autoridad. ¿Qué es nuestro congreso de los diputados? A mi juicio una auténtica vergüenza por la falta de respeto que muestran los padres de la patria a los signos de la autoritas. La familia real es objeto de chanzas y se queman sus fotos, el presidente de gobierno es ridiculizado, los jueces son duramente criticados (aunque ellos tienen potestas y pueden mandarte a la cárcel), las decisiones médicas son criticadas y los facultativos padecen agresiones con frecuencia por parte de pacientes o sus familiares. Los profesores tenemos un escaso margen de autoridad ante treinta chavales de primero de ESO o similar. Nadie nos va a venir a avalar en nuestra figura que en principio sólo se sustenta en el respeto que logre generar de diversas maneras. Ninguna ley nos dará un fondo firme a la que asirnos. Cuando entramos en clase estamos solos y la tendencia de los adolescentes es subvertir el orden (al menos eso pretenden). Hay profesores que son desbordados y otros que logran mantener la situación y aprobar con éxito la dura posición. He visto a profesores dejar como la seda a grupos extremadamente difíciles. En cambio otros terminaban al borde de la depresión y tenían que pedir la baja. ¿La ley de Esperanza Aguirre? Pues bueno -no me opongo, puede ser una ayuda ante los padres o alumnos agresivos- pero eso no me ayudará cuando entre en clase ni llevaré un cartelito que ponga: agente de la autoridad pública. Sólo lograré controlar la situación si tengo tablas, savoir faire, mano izquierda, firmeza, paciencia, flexibilidad y si logro por un casual llegarles y captar su interés, lo que es harto difícil claro está. Estamos solos, Serenus, hazte a la idea. Un profesor es un domador de fieras y depende de su habilidad (con los más contumaces) saber encauzar la situación y obtener algún éxito. Carecemos de potestas y la autoritas es fruto de nuestra ciencia o arte. Si no, malo.

(Lo había borrado, pero por tu comentario he decidido volverlo a publicar).

Leicca dijo...

You´re right, Serenus.

Thanx, porque lo había leído en diagonal.

Tengo un amigo que trabaja en un entorno un poco grisáceo en cuanto a actitudes laborales y que trata de ver la mierda (con todas sus letras), y de aprender a cruzar por encima de ella sin mancharte demasiado, sin chapotear, para que no salpique. El ánimo, el humor, y la sensibilidad que despliegas aquí me recuerda mucho sus conversaciones.

Me he dado cuenta de que en las salas de profesores hay que hacer "señas" si quieres explicar cómo te las apañas, pero no demasiado en público porque en general está mal visto que declares en voz alta que tú pretendes hacerles entender que aquello es una dictadura donde el dictador eres tú, y que a partir de ahí empiezas a trabajar. Si lo dices muy alto viene alguien y "te orienta". Es de risa.

Es mejor echarse la capa encima y esperar a que caiga la noche. Entonces encuentras a otro docente en un pasillo a oscuras, la luz de la luna entrando por la ventana, le miras bajo el ala del sombrero y él te sonríe. Un gesto cómplice, una señal con la ceja izquierda, pasa un nudillo cerca de su nariz: "es de los míos". Corre buscando un hueco y le dice al oído a la tutora que le van a llegar quejas. La tutora sonríe y dice: "si te digo lo que me llaman a mí los chavales". Capítulo dos: La primera evaluación se acerca. Noche de luna llena otra vez. Ya somos tres. Hay otro profesor que suspende "mucho" a los alumnos. En este primer encuentro pide disculpas: no se quitará el antifaz, pero trae una botella de vino y la compartirá con nosotros.

Hablando de la Caverna, me haría gracia que os pusierais con los happy-teachers. Ellos sí pueden declarar a grito pelao lo que hacen. Seguramente tenga alguna anécdota, pero parece que la jaula de la bleiquiña no se presta. (¿Saben aquel que diu que era uno que entra en la sala de profesores haciendo apología del archivador para su tutoría como si los demás fuéramos gilipollas o como si los alumnos lo fueran o como si entre alumnos y profesores hubiera un abismo insalvable y él tuviera una misión educativa venida del más allá, orientada en primer término al cuidado de la espalda del chaval?)

El caso es el mismo pero al revés. A los demás también nos parece que "ellos" no hacen nada más y que lo están haciendo mal. En el fondo nadie habla de nada. Es una mera afirmación sin interés, un "yo estoy aquí", y ya.

¿Otro mundo es posible? ¿Se puede salir, como decías un día, de estos mundos virtuales? (Mundos digitales, chiquititos y anecdóticos, juguetes que le han regalado al pueblo para que esté entretenido.)

María dijo...

Sinceramente Serenus, pues yo tampoco...

¿Qué problema hay en subrayar lo obvio?

Que a pesar de la "autoritas" que ahora se os otorga por la ley madrileña, alguno siga siendo igual de cafre que siempre, os haga sudar tinta y desear embadurnaros en ella para desaparecer...Es lo que hay y tristemente lo sufriréis siempre.

Pero cuando os toquen de esos, ojalá os sirva de algo recordar, que much@s os estaremos eternamente agradecidos por todo lo que cada día le regaláis a nuestros hijos, aunque a veces ni ellos mismos se enteren, todavía.

¡¡Todo mi respeto y cariño!! que lo sepas.

¡¡Buen "Finde" y montón de besos!!

Animal de Fondo dijo...

Estar tan de acuerdo con la opinión de Joselu ya me está preocupando ;-), a pesar de que mi punto de vista está condicionado por ser uno de los padres y no uno de los profesores. La labor de educador es muy difícil, lo que ocurre es que al estar la entrada a esta labor reglada por la sociedad nos parece un oficio común, y no lo es. Trabajar el acero o cortar leña no suponen mucho más que aprender a hacerlo. Pero tratar con los espíritus de nuestros semejantes, cuando estos semejantes atraviesan las edades decisivas de su formación requiere de un tacto y un talento que hace que muchos no nos hayamos atrevido a entrar en ese mundo. Ese mundo requiere unas cualidades que no están al alcance, desgraciadamente, de todo el número de educadores que la sociedad solicita. Así que buscamos tipificar las respuestas, reglar las reacciones y temo que eso no es posible.
Mirad otro ámbito parecido al vuestro, el de los médicos. También es necesario un talento excepcional. ¿Confiáis en la autoridad de todos los médicos, por decreto?
Saludos cordiales.

Serenus Zeitbloom dijo...

Animal de fondo. ¿Confías en la autoridad de jueces y policía por decreto? Evidentemente en todas la actividades la valía personal es decisiva, y sin ella no hay nada. Lo que pienso es que se debe partir de la autoridad y el respeto para que la valía personal pueda brillar y actuar, pues sin respeto queda anulada. Me parece algo natural y sencillamente creo que los padres con su resistencia lo que desean es mantener su propia autoridad, aunque sea ante los profesores [y esta resistencia es mayor cuanto más autoridad sientan que pierden ante sus hijos]. Por otra parte tenemos a aquellos profesores que creen que una autoridad otorgada desde la ley equivale a darles el título de kapo... [creo que esto ocurre porque ya se sienten como tales, pero creen que pueden disimularlo]

Gracias por tu visita y por tu comentario.

Animal de Fondo dijo...

Serenus Zeitbloom, te confesaré que la única autoridad en la que confío es en la de Covarrubias, en el "Diccionario de autoridades" ;). Claro que un mínimo respeto a nuestros semejantes es elemental, parece mentira que sea motivo de discusión. Yo he tenido que ejercer autoridad por mi profesión de arquitecto en múltiples ocasiones y tengo, como todos, mi propio librillo. Si consigo hilar algo que me parezca de interés escribiré, dentro de unas semanas, una entrada en mi blog. Muchas gracias a ti por tu amable respuesta.