.
Recordarán ustedes la famosa sentencia de Thomas de Quincey en la que desaconseja cometer asesinatos:
“Si uno empieza por permitirse un asesinato, pronto no le da importancia a robar, del robo pasa a la bebida y a la inobservancia del día del Señor, y se acaba por faltar a la buena educación y por dejar las cosas para el día siguiente. Una vez que empieza uno a deslizarse cuesta abajo, ya no se sabe dónde podrá detenerse”.
Comenzar a cultivar un huerto es algo semejante, pero de consecuencias provechosas y gratificantes que lo encaminan a uno hacia un estado de beatitud terrenal; un auténtico giro copernicano en el disfrute de la vida, pues ésta aparece repleta de goces al alcance de la mano. Les cuento, hasta hace bien poco me era totalmente desconocido el placer de pasear por un gran almacén de ferretería, sin embargo la semana pasada me alegró encontrar unas varillas metálicas y unos plásticos perforados, tanto que ayer mismo volví a por más varillas y de paso me traje unas cuerdecitas de goma muy prácticas para entutorar hortalizas. No crean que el placer está en el consumo, no; el regocijo reside en el descubrimiento, pasear asombrado por pasillos de estantes repletos de plásticos, herramientas, cuerdas, macetas, mangueras, grifos, acoples.
Hoy estuve en un chino y conseguí un paraguas –que todavía funciona aunque no consigo plegar hasta reintroducir nuevamente en su funda- y un chubasquero, todo por menos de cinco euros. Tengo que volver para buscar un chándal y quizá unas botas para regar. O quizá me acerque al Aldi o al Lidl.
¡Ah, y las ensaladas nada que ver con las que compras en el Mercadona!
.
Recordarán ustedes la famosa sentencia de Thomas de Quincey en la que desaconseja cometer asesinatos:
“Si uno empieza por permitirse un asesinato, pronto no le da importancia a robar, del robo pasa a la bebida y a la inobservancia del día del Señor, y se acaba por faltar a la buena educación y por dejar las cosas para el día siguiente. Una vez que empieza uno a deslizarse cuesta abajo, ya no se sabe dónde podrá detenerse”.
Comenzar a cultivar un huerto es algo semejante, pero de consecuencias provechosas y gratificantes que lo encaminan a uno hacia un estado de beatitud terrenal; un auténtico giro copernicano en el disfrute de la vida, pues ésta aparece repleta de goces al alcance de la mano. Les cuento, hasta hace bien poco me era totalmente desconocido el placer de pasear por un gran almacén de ferretería, sin embargo la semana pasada me alegró encontrar unas varillas metálicas y unos plásticos perforados, tanto que ayer mismo volví a por más varillas y de paso me traje unas cuerdecitas de goma muy prácticas para entutorar hortalizas. No crean que el placer está en el consumo, no; el regocijo reside en el descubrimiento, pasear asombrado por pasillos de estantes repletos de plásticos, herramientas, cuerdas, macetas, mangueras, grifos, acoples.
Hoy estuve en un chino y conseguí un paraguas –que todavía funciona aunque no consigo plegar hasta reintroducir nuevamente en su funda- y un chubasquero, todo por menos de cinco euros. Tengo que volver para buscar un chándal y quizá unas botas para regar. O quizá me acerque al Aldi o al Lidl.
¡Ah, y las ensaladas nada que ver con las que compras en el Mercadona!
.
8 comentarios:
Sí que la recuerdo, sí. Me hace gracia la relación con las hortalizas.
Les voy a poner tu texto de las ferreterías y los huertos a los chavales. El estado de beatitud como objetivo tecnológico o como efecto colateral del proceso...
Fuera bromas, me emociona un poco leer lo de agua y la tierra. Hoy ha salido el sol otra vez en Madrid y ya están las nubes y las luces fabricando esos cuadros de otoño en la calle que tanto me gustan. Las fachadas brillantes, las nubes globosas y amontonadas, el cielo liso sujetándolas. (Etcétera, que dicen las almas que no ven nada.)
Suerte con el mes de octubre, Serenus. En mi clase un chaval ha calculado que le quedan 9 meses hasta junio. "Hala. Como un embarazo, profe". "Eso: esto es como un parto", le decía yo. Cultivar un huerto... (El eslabón perdido, jeje.)
Besillos.
Va, en serio, pasear por un pasillo de ferretería, ¿cómo metáfora de qué lo usas? Yo no sé ni cambiar una bombilla, la comunidad de vecinos me destitiyó como presidente porque sólo me di cuenta de que la cerradura se atascaba cuando, literalmente, no pudimos subir a casa. Eso sí, explico bastante bien la física aristotélica. La esfera supralunar, especialmente, la bordo.
Aprovecho para invitarlo a pasar por aquí:
http://nonsolascripta.blogspot.com
Hay un poco de todo. Incluso un cierto toque filosófico. Un cierto toque, sólo.
PD. Hay una conversación sobre Wittgenstein pendiente, ¿no?
Yo viví en una masía en Berga y era el encargado del huerto mientras mis dos compañeros se dedicaban a los animales (cabras, conejos, cerdos, pollos). Yo trabajaba en el instituto del pueblo (o ciudad) y se suponía que mis ratos libres los utilizaba trabajando el huerto, pero aquello terminó en desastre. Las malas yerbas se enseñorearon de todo, las patatas me salieron minúsculas, los calabacines descomunales... eso sí abonábamos con fiemo auténtico de un establo de ovejas cercano. Tuve el placer de producir los mejores tomates que he comido en mi vida. Han pasado más de veinte años pero aún recuerdo su sabor. Pero no era lo mío, me di cuenta enseguida. Espero que a ti te vaya mejor. Es una buena terapia si uno tiene habilidad.
Ahí vamos Leicca con el mes de octubre, yo soy más del mes de junio, pero bueno... cuidado con las lecturas que das a los niños –las carga el diablo.
Neuschwanstein, no es metáfora, es literal. Por cierto que me ha extrañado no verle en las reuniones sobre Nietzsche. Sí estaría bien planear algo sobre Wittgenstein. Me apunto de oyente los miércoles. Anoto el blog entre mis favoritos.
Joselu, lo mío es más solitario, creo que en eso estriba gran parte del placer. Aunque las malas yerbas se extienden entre las espinacas, a ver si este finde lo limpio un poco –si deja de llover.
Me gustan las ferreterías más que los huertos. Ente deforme que es uno, ya sabes. La beatitud de la que hablas la siento más entre los brillos acerados que entre la asperas superficies de los calabacines. En todo caso, debo confesar mi entrega mística al tomate, cuerpo extraño en el que los estados de la materia se confunden. ¿Es el tomate su aroma, su jugo o la carne roja? Cultivaría un huerto simplemente por el placer de comer un tomate aún vivo.
Placeres: comer tomate y pasear por los pasillos de una gran ferretería o entrar en una pequeña y dejar que el tendero nos muestre miles de cachivaches ocultos en cajas sucias de cartón.
¡Salud, librepensamiento ferretero (a la Wittgenstein:caja de herramientas etc.) y carnalidad tomatera!
Lug
Inauguraremos una mística del ferretero al estilo Jacob Böhme. Aunque no comparto su desprecio por las hortalizas con excepción del tomate –los pimientos verdes fritos acabados de cortar y rociados con un pellizco de sal gorda son deliciosos, difícil de igualar, la tortilla de calabacín no digamos, y una ensalada con auténticas lechugas frescas y de crecimiento lento, acompañadas de acelgas.. y que se puede mejorar con tomates cherry, anchoas, queso parmesano o mozarella, aceite de oliva y vinagres mezclados de modena y jerez, no es tampoco manca.
Saludos, agradecemos su visita y sus notas.
Hola! Como estas? Paseando por tu blog he encontrado el tuyo, paseando por la ferretería jeje. Te invito a visitar el mio. Estamos en contacto.
Rectifico mi desprecio a las hortalizas y que el dios-lechuga me perdone. Me hundo en su comida y siento los sabores.
Publicar un comentario