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¡Tan claros venís y tan nuevos!Parece que todos traéis la alegría sin brumas.
Jose Hierro.
Ya me han asignado las horas de oficio. En el templo recomenzaremos el diálogo -o el monólogo- con el divino Platón, el metódico y enmascarado Descartes, el asombroso Kant, el superhombre angustiado de Sils-Maria. De las trincheras y del fuego cruzado en campo abierto prefiero no hablar y estar alerta.
El verano no estuvo mal. Aunque no cumplí mi propósito de leer “El hombre sin atributos" -apenas leí unas sesenta páginas. Tampoco me queda un céntimo de la devolución de hacienda.
Se nos viene encima el otoño. Tendré que ir haciendo acopio de cecinas leonesas, queso extremeño, guardar algunos higos y unos buenos tintos. Y mimar las verduras, que salpicadas de tierra, con brotes tronchados y hojas perforadas han sobrevivido a la primera tormenta.
Seguimos. Dejaremos, también, a José Hierro por aquí cerca.
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Seguimos. Dejaremos, también, a José Hierro por aquí cerca.
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4 comentarios:
Por aquí yo ya sé que voy a currar junto a mis antiguos profes. "Tan nuevos". Ahora me siento un poco sangre de su sangre. Son todavía la referencia para copiar cosas, pero sobre todo para no hacer muchas de las que hacían. (Yo sobreviví a demasiados profes de espanto.)
Estoy en el claustro y les miro y no puedo evitar que me asalten los recuerdos, como cuando nos daba por saltarnos la clase en masa al grito de "¡vámonos!" y la profe bajaba a buscarnos al patio y conseguía que la mitad subiera por las escaleras p'arriba otra vez, o cuando jugábamos a paella hasta con los que mejor nos caían, o aquella nota que nos pasábamos diciendo "hay pisadas en el techo", hasta que los 42 habíamos levantado la vista a ver si era verdad, mientras algún profe dibujaba fórmulas en la pizarra. Los machotes de mi clase, algo guarretes, después de haberse pasado la hora disparando trozos de hígado para ver si se quedaban pegados al techo del laboratorio (y se quedaban, se quedaban) pusieron los corazones de las prácticas sujetando las cuatro esquinas de un folio, a la puerta del instituto, con una inscripción que decía "deposite aquí su corazón". Yo por entonces lloraba de la risa con las ocurrencias del personal. También me acuerdo del día que nos dictó el de filosofía "no se pueden comer habas porque producen impurezas en el alma" y el hombre tuvo que esperar a que se me pasara el ataque.
Me reía tanto observando lo que hacíamos, profes y alumnos, que en aquellos años me convencí de una cosa: nunca, nunca, nunca se me ocurriría dar clase en un instituto. Ni borracha.
Ahora tengo un dilema: el año pasado mis alumnos, afortunadamente, no jugaban a paella, pero aquí, en mi_aula, con las mismas puertas rojas y azules, no sé en qué bando estoy. ¿No debería animarles a que lo hagan? Es que es un recurso muy bueno cuando algún profe es especialmente coñazo...
Ya ves. Este año yo empiezo con la sonrisa puesta. Me parece que voy a colocar una arretrataúra en el blog que confirme el dato. La nevera, sin embargo, está vacía, y te advierto que describes tan bien la manera en que vas a decorar tu despensa que cualquier día te hacemos una visita.
Gracias por los versos.
Yo he comenzado el curso con un magnífico buen humor (al que ha ayudado un buen horario) y he recibido a mis alumnos de bachillerato (a los que ya dí Ética y primero) con el espíritu de los versos de Hierro. Aunque aún no los había leído.
El año pasado, mis alumnos de primero (un buen grupo) eran especialmente polemistas y participaban con pasión en los debates. Me hicieron pasar un buen curso y creo que también lo pasaron ellos.
Este año comienzo con una idea que quizá solo me dure unas semanas.
¿Y si hiciera algo revolucionario? ¿Y si afrontara cada clase como si de verdad mis alumnos quisieran aprender algo y yo fuera capaz de enseñarlo?
No soy un iluso. Pero quiero vivir tantas semanas como pueda con esa utopía como horizonte.
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Por cierto, ¿tendrías tiempo y ganas de explicar un poco los adjetivos que les aplicas a los filósofos que tenéis en segundo?
Divino, enmascarado, asombroso, angustiado.
literatura, leicca, literatura.
Elquebusca,cuidado, no descubras demasiado pronto tus cartas.
Saludos :)
Más o menos el huerto de Epicuro en el que en torno a esa cecina, ese queso, los higos y los tintos, nos reuniremos cordialmente a charlas y elucubrar intentando extraer savia de nuestros días. Sustancia que sobrenade la espuma de los días, tan fugaces, tan esquivos. Pues eso, un tinto y un trozo de queso.
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