martes, 29 de diciembre de 2009

Intermitencias

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Siendo tu carne joven, una mañana te mostró que tu más ardiente fortuna no era sino ilusión y delirio. Habrás de hacerte viejo para averiguar que, de igual forma, no fue sino ilusión y delirio tu más amargo dolor.

Thomas Mann. José y sus hermanos. Volumen II El joven José.


Algo provechoso llevamos hecho en estos días de vacaciones. He finalizado el segundo volumen de José y sus hermanos, El joven José. La cosa venía aplazada de largo.

En el otoño del 2000 tropecé en una papelería-librería de algún lugar de la costa murciana con Las historias de Jaacob, salí de aquel establecimiento con el periódico y con Thomas Mann bajo el brazo, imagino que también con una fuerte ansiedad en el estómago pues llevaba una semana acometiendo mi segundo intento por dejar de fumar –el primero debió de ser unos veinte años antes y apenas se prolongó de la mañana al atardecer del mismo día. No recuerdo de manera exacta el tiempo que tardé en leer aquella novela, pero no debió ser más que lo que tardaría en volver a fumar: seis o siete días. Recuerdo una lectura entusiasmada, tanto como Doktor Faustus o La montaña mágica, quizá más aún, más fluida que las anteriores y la recuerdo repleta de irónico y paródico humor. La edición que había comprado acababa de salir en castellano ese mismo año, pero desgraciadamente no estaban traducidos los tres volúmenes siguientes, así que se pueden imaginar mi frustración. No fue hasta el 2003, de nuevo en otoño, cuando di con el segundo volumen, no recuerdo el lugar ni tampoco la fecha con exactitud, he examinado el libro, y extrañamente hay una inscripción en lápiz en la esquina superior de una de las páginas de guarda: 19’50, N: 23.9.03, GAIA, que hubiese imaginado como el precio en euros, la fecha, y el nombre de la librería, sin embargo consta que la primera edición impresa es de octubre del 2003, así que no sé. Bueno, a lo que íbamos, tres años después encuentro el libro deseado; me lancé ávido a su lectura, las primeras páginas me parecieron maravillosamente escritas y sin embargo no leí mas allá quince o veinte. El libro quedó abandonado junto a otros del mismo autor hasta hace unas cuantas semanas en que volví a retomarlo, me sirvió para un post, una glosa y un par de discusiones, pero todo ello no impidió que volviese a la estantería a hacerle compañía a Carlota en Weimar -quien sabe si por media docena de años más- Pero es lo que tienen las vacaciones y la casualidad, hace un par de horas llegaba, de nuevo entusiasmado, a su última página. Y deseando que llegue mañana para acercarme a la FNAC o La casa del libro a por José en Egipto.


Aunque sería más provechoso volver casi diez años después a Las historias de Jaacob no soy sin embargo dado a las relecturas. Tampoco un portento de memoria, pero tengo el volumen en mis manos, Librería Rada, Plaza Bohemia, Edif. Las Tejas (Junto Gasolinera). LA MANGA. Desde hace algo más de seis años perdura mi tercer intento por dejar de fumar. Reconozcan que que para eso hace falta voluntad. Y a pesar de no ser amigo de relecturas echaré un vistazo para recordar que pasó con Shimeon y Levílos robustos hijos de Lía” en Shequem y a Rubén con Bala que le costó la primogenitura.


Hondo es el pozo del pasado
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3 comentarios:

Joselu dijo...

No puedo aportar nada pues no he leído este texto de Thomas Mann, pero sí que sé que a veces se lee con intermitencias de varios años. Me ha pasado con bastantes libros que tenían continuación. Por ejemplo de Malcolm Lowry leí Bajo el volcán y años después Oscuro como la tumba donde yace mi amigo. También con los libros de Ernesto Sabato, El túnel, Sobre héroes y tumbas y Abadón el exterminador. Hay más como los libros de Carlos Castaneda o la tetralogía de Lawrence Durrell, Justine, Clea, Balthazar, Mountolive. No se lee lógicamente y mecánicamente. Nuestros ritmos lectores se mueven por atracciones y magnetismos. También por rechazos. Puede ser que un libro nos haya gustado tanto que necesitemos poner distancia con él, pero tras un tiempo habremos de volver a su estela. Yo soy muy anárquico leyendo. Ahora sólo leo novela criminal a la que he vuelto tras veinte años de haberla abandonado por completo. Entiendo esas intermitencias. Un cordial saludo.

Leicca dijo...

Ese placer que venía con la lectura cuando apenas sentía uno que había salido de la adolescencia, por fin, y buscaba ser no sé qué, verse como no se sabía quién, junto a esos recuerdos vagos que se tienen de la cosa del fumar cuando se deja, como si se estuviera yendo algo de uno mismo o como si uno quisiera verse por fuera de otra manera. Será la misma búsqueda, ahora más medida: preparamos el terreno de la emoción en vacaciones, no se nos pierda algo en el ajetreo cotidiano. Al Ereignis hay que mimarlo y empujarlo un poco, como decía una colega. (Aunque sabemos bien que lo del tabaco nos hace trampa.)

Tus intermitencias me recuerdan a los veranos de los 16. 17. 18. No sé bien. A ese encuentro con El Libro que no se comunicaba del todo a los demás a pesar de tanto esfuerzo, quizá porque no se puede. Pero mira: igual sí. Sólo hay que esperar que pasen algunos años.

Serenus Zeitbloom dijo...

Joselu
Lo tuyo no es intermitencia, sino voracidad y gula.

Leicca
Cómo me alegra recordarte aquellos veranos…
¡siempre debería ser verano! aunque sean estos.

Saludos