domingo, 24 de enero de 2010

De toros y maestros

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Empezaremos por los maestros. Vicente Verdú en Aporías de la nueva década (y 3) ve a éstos muy distraídos, todavía empeñados en valorar esfuerzo, sacrificio y anhelando autoridad. Ambas cosas tenían, según Verdú, sentido en un mundo que ya está acabado; en la sociedad de consumo primero se obtiene la cosa, el placer, y luego vendrán los pagos, los efectos secundarios. Así que, sigue hilando fino el sociólogo, esto mismo es lo que hacen los chicos cuando exigen recompensas antes de haberse esforzado. El esfuerzo está ya finiquitado. Verdú lo dice de forma mucho más poética asociando “disciplinas” –parece que se refiere a las matemáticas y a las lenguas y demás cocos del estudiante- al “universo del dolor”, pero estamos de suerte porque “ese mundo en que el dolor, o el ahorro, o la represión sexual, tenían sentido es ya un mundo acabado”. Parece que lo justo es que ahora de entrada se dé a los chicos el título de medicina, de arquitectura, o de conductor de autobús… y ya ellos verán, que ya vendrán los pagos y los efectos secundarios. No lo duden, que vendrán. Respecto de la autoridad, pues aparte de las consabidas nostalgias de tarimas y la sacralidad del docente – se le ha pasado el asunto de la vara- nos recuerda Verdú que en el presente (Internet) todas las instituciones están desacreditadas, y que en la generación de Internet el conocimiento se adquiere por cooperación, intercambio, participación y no por “obediencia a un jefe” o a “un faraón del conocimiento que imparte doctrina”. Y finaliza: “quien no entienda eso será presa del pasado […] pegajoso […] e impertinente”. No sé en qué pasado imagina Vicente Verdú que habitan “los faraones” que impartieron conocimiento a Descartes, a Kant, a Newton, a Platón, a Einstein, a Cervantes… o los jefes a quienes éstos otorgaron obediencia. Pero sospecho que habitan confortablemente en el mismo espacio en el que se asocian las matemáticas con la represión sexual, y el esfuerzo del pensar con los cilicios intrasotánicos.

Me viene a la memoria la parte sexta del Discurso del Método. [Recomiendo la lectura de esta parte del Discurso que tan por alto se pasa para mayor gloria de la metafísica y en detrimento de hombre que anhelaba un conocimiento claro, seguro y útil para la vida]

“Así pues, teniendo el propósito de emplear toda mi vida en la búsqueda de una ciencia tan necesaria [se refiere a la física y su aplicaciones, sobre todo en la medicina] , y habiendo encontrado un camino tal que, siguiéndolo, me parece que debo infaliblemente encontrarla si no me lo imposibilitan la brevedad de la vida o la falta de experiencias, juzgaba que no existía mejor remedio contra estos impedimentos que el comunicar fielmente al público todo lo poco que yo hubiese encontrado e invitar a los ingenios capaces a intentar progresar, contribuyendo cada uno, según sus inclinaciones y poder, a realizar las experiencias que fueran necesarias y a comunicar cuanto hayan conocido con el fin de que comenzando los últimos donde los precedentes hubiesen concluido y, de esta forma, orientando con una misma finalidad la vida y los trabajos de muchos, llegáramos mediante el trabajo conjunto mucho más lejos de lo que podría hacerlo cada uno en particular”.
René Descartes (1596-1650)

Sin duda; impertinente y pegajoso, el pasado.


Y ahora los toros. Pero he pasado tanto tiempo con los maestros que llego cansado a la plaza. Magnífico artículo el de Javier Cercas Ética de los toros. Un artículo para reflexionar acerca del arte, sobre nosotros y nuestra relación con los animales. Lo más certero que he leído sobre toda esta polémica. Quizá intente un comentario en otra ocasión, pero si algún lector no fuese tacaño con sus ideas al respecto, le quedaría, ciertamente, agradecido.
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2 comentarios:

Joselu dijo...

Lo de Vicente Verdú ya es patético. Pienso que la muerte de la esposa le ha hundido como hombre de pensamiento y se intuye en sus razonamientos una profunda desesperanza que él explica como la muerte de un mundo que ya ni siquiera agoniza. Pero ¿qué mundo vendrá a continuación sin Descartes, sin Platón, sin Camus, sin Dostoievski...? De eso no habla y se explaya en logomaquias sobre el aprendizaje cooperativo, google, la muerte de la autoridad. Me produce espanto leer a este hombre que un día respete y leía con suma atención.

El artículo de Javier Cercas, que he disfrutado, pienso como tú que es magnífico. Supera en mucho la argumentación de Javier Marías que era muy unidimensional. Y tiene razón en un sentido, los taurinos -entre los que me encuentro yo- reconocen la crueldad de la fiesta (Nunca he ido a ver una corrida y no creo que lo haga)y no se atreven en general a manifestarse, pues el punto de vista ético es muy poderoso. ¿Por qué torturar al animal? ¿No sería mejor dejar extinguir la especie y crear un parque temático con algunos ejemplares para que la gente pudiera verlos como vestigio de una especie innecesaria? La muerte del toro mirándole a los ojos el torero es épica. El toro muere luchando en un espectáculo de sangre y peligro. Los mataderos son lugares de genocidio animal tras una vida espantosa. ¿O no lo saben los abolicionistas? ¿Por qué no apuntan también a eso? Sería lo lógico siendo coherentes. Coetzee, autor al que admiro por su lucidez y pesimismo, lo dice como recoge Cercas en Elisabeht Costello. Si hay que matarlos (a los animales) hagámoslo frente a frente, mirándoles a los ojos, pero ese pensamiento débil, waltdisneysiano, de no querer mancharse las manos de sangre públicamente pero sí en privado sin que lo vea nadie es de una pobreza demoledora. Pero estamos en tiempos de lo políticamente correcto. Me recuerda a la polémica sobre la instalación de un cementerio nuclear en Ascó o Yebra. No lo quieren. Nadie lo quiere. Catalunya no lo quiere, ya ha pagado bastante para ser el basurero de España. Yebra tampoco. Correcto. Tengo la solución: enviemos los residuos a algún país africano o a Haití que seguro que ahora estarán necesitados de proyectos de futuro. Todos contentos. Progresismo de una miseria intelectual que paraliza.

Serenus Zeitbloom dijo...

Joselu

De Vicente Verdú recuerdo haber leído sus columnas en la última página de El País creo que hace 20 años, y aunque no recuerdo el contenido, sí recuerdo que me resultaban interesantes y que las leía con interés como tú dices. Después dejé de leerle no sé tampoco muy bien por qué… pero los últimos artículos que he leído de él sobre educación me han dejado pasmado, fíjate que el primero de los que leí pensaba que se trataba de una irónica reducción al absurdo… Me sorprende que una persona con formación y prestigio puede mantener unas opiniones tan sin sustancia, cayendo en todos los tópicos superficiales acerca el pasado, la tradición, el presente , Internet etc…
Su visión de la educación española que parece no ir más allá de los internados religiosos del franquismo... no sé si se explica desde vivencias personales, pero se percibe mucho desconocimiento y cierto resentimiento. Pero sí, una pena, porque creo sigue siendo un personaje con peso en el mundo de la opinión en los medios