Todo volverá a ser grande y magnífico.
La tierra sobria, y las aguas onduladas,
los árboles gigantes, los muros muy pequeños;
y en los valles, un pueblo fuerte y múltiple
de pastores y labriegos.
Y no habrá iglesias que encierren a Dios
como a un prófugo, para luego plañerlo
como a un animal preso y herido;
las casas se abrirán a quien pida refugio,
y habrá un sentir de ilimitada ofrenda
en todo quehacer y en ti y en mi.
Ya nadie mirará más allá ni aguardará otra vida,
tan sólo anhelarán no profanar la muerte
y vivirán con entrega la vida terrena
para no ser nuevos cuando vayan a parar a sus manos.
Rainer María Rilke
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