En la Comunidad valenciana la cuestión de la EpC tiene toda la pinta de pasar de polémica a gangrena. Una verdadera bola de nieve que va a ser difícil de parar. El enfrentamiento entre clase política, sindicatos, padres, profesores se ha avivado en los últimos días –con amenazas por ambas partes- y presagian un próximo curso agitado. Si las hostilidades se contagian a los claustros, sálvese quien pueda. Ambos partidos están jugando en educación por intereses particulares y están manipulando [veáse Forges] al ciudadano, sirviéndose de él para sus intereses particular/oligárquicos –la astucia de la sinrazón política. Lo ha demostrado el gobierno socialista al desaprovechar la oportunidad de buscar un consenso político para enderezar la nave maltrecha de la educación pública, y ha preferido en cambio empecinarse en el desahucio con una propuesta que sólo convence a ellos –y habría que verlo. Pero también lo ha demostrado el gobierno autonómico popular con una medidas meramente obstacularizadoras (hablo de la famosa EpC en inglés y sus diversas opciones) que además colateralmente socavan aún más la autoridad del profesor que decían defender. Lo cierto es que estos dos partidos que nos gobiernan –y gobernarán- parecen empeñados en hacer y deshacerse, edificar-derrumbarse, en excluirse y excluir-nos.
Por el norte Ibarreche.
Pero seguro que en este punto si se ponen de acuerdo para anunciarnos lluvias en el sur.
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