martes, 27 de octubre de 2009

Contra las vocaciones y Plaza de Honduras II.

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Hace algún tiempo ya alertamos aquí acerca de la vocaciones. Uno se va haciendo más liberal –ya saben: esa saludable tolerancia al mal- con la edad, lo cual es natural pues cada otoño tiene uno que lidiar con nuevos inquilinos: la presbicia, los cálculos renales, el déficit de memoria, el colesterol que aumenta... pero volvamos a las vocaciones; si anteriormente manifestamos cierta desconfianza acerca de la bondad de las vocaciones, hoy (con ánimo liberal) nuestra posición es de casi claro repudio. Si anteriormente nos pareció una virtud privada, hoy nos parece más un vicio público, y más que indiferente la vocación nos parece un obstáculo para el ejercicio eficiente de la profesión docente. Dicho claramente un profesor vocacional tiene muchas más papeletas para ser un mal profesional que aquel que ha llegado a la docencia movido por intereses más prosaicos: seguridad laboral, tiempo libre, condiciones de trabajo, sueldo fijo... podríamos dar al menos entre veinticinco y treinta argumentos a favor de nuestra tesis, pero nos limitaremos a un par de ellos: 1º generalmente el profesor vocacional –convencido de la bondad de sus motivos- tenderá a ser menos autocrítico, pues es “natural” tender a creer que la bondad de las intenciones trasmite bondad a las acciones y resultados [lo que es claramente falaz ], el profesor “cínico” , en cambio, dado que es consciente de lo “turbio” de sus motivaciones pondrá empeño en que tal calidad no se trasmita a sus hechos, y sin duda extremará la prudencia aunque solo sea por conservar sus “privilegios”. 2º Al profesor vocacional también le resultará más duro asumir los fracasos, pues los considerará injustos con sus intenciones. Y será más proclive a la frustración personal que aquel que mantenga una mayor distancia personal y afectiva con respecto a su tarea profesional. Y por señalar un tercero: la vocación exige una pasión que, en la inmensa mayoría de los casos, no puede ser duradera. No tanto como para mantenerse durante los más de treinta años de una vida profesional corriente.

Cuando esa exigencia de vocacionalidad –tan recurrente- se erradique, o al menos se la contemple con una sonrisa- empezaremos a pensar que la educación está enderezando su camino. Aunque a veces creo que los vocacionales somos nosotros, y que ellos, los “novísimos pedagógicos” son más listos que el hambre.

Plaza de Honduras I

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44 comentarios:

Felipe dijo...

Genial análisis. Totalmente de acuerdo. Siempre me ha parecido peligroso lo de la vocación o al menos he creído ver en ella algo enfermizo.

El 'vocado' se siente 'llamado' a una misión para la que él mismo no es sino un instrumento. El vocacional está dispuesto, en consecuencia, a sacrificarse a sí mismo para alcanzar ese fin más alto.

Al margen de la actitud heterónoma del vocacional, el que está dispuesto a sacrificarse a sí mismo ¿Qué no sacrificará ? El profesional (frente al vocacional) lejos de sacrificarse a sí mismo, busca en el ejercicio de su profesión su propio bienestar.

Mientras que el vocacional parte de un esencial desprecio de sí, el profesional lo es desde el amor propio. That's the question.

Serenus Zeitbloom dijo...

Hombre Felipe, se agradece que te dejes caer por aquí, con elogiosos comentarios y certeras apreciaciones.. A ver si pronto podemos pasar revista a la tropa delante de un paella de montaña..

;)

María dijo...

SERENUS,
Tengo que decirte, que una de las cosas que más aprecio en las personas, por poco importante que les parezca a algunos, es el sentido del humor.
Y de verdad, que tanto en las últimas entradas que yo te he leido como en tus comentarios, te diré así un poco a lo bruto, por aquello de la plasticidad que...¡¡Estás que te sales!!..ja,ja

Acabo de salir del blog de Joselu, donde le recomendabas que se tomara un pepito de ternera para fortalecerse frente a una clase que le deja insomne la noche anterior.

Y aquí recomiendas, que para evitar situaciones semejantes, que lo mejor es convertirse en "un oficinista" de la enseñanza.

Con independencia de tu broma, y so pena de que sigais sufriendo, espero por el bien de los alumnos y del futuro educativo de este país, que sigais tirando de los pepitos de ternera, para poder aguantar lo que tenéis en frente. Que sigais muchos pensando como pensáis y no como los nuevos iluminados y que vuestra pasión por la enseñanza la mantengais viva, si hace falta, viendo pelis porno o lo que sea...¡¡Ay, Dios, pero que barbaridades me salen a estas horas!!...ja,ja,ja. Bueno, espero que me disculpes.

Muchos besos

P.D. He escuchado tu canción de "Rusia es un país hermoso, Moscú, Moscú...Tu alma es grande..."
Y sí, sigo totalmente desconcertada, asombrada e impresionada. :))

María dijo...

SERENUS,
Tengo que decirte, que una de las cosas que más aprecio en las personas, por poco importante que les parezca a algunos, es el sentido del humor.
Y de verdad, que tanto en las últimas entradas que yo te he leido como en tus comentarios, te diré así un poco a lo bruto, por aquello de la plasticidad que...¡¡Estás que te sales!!..ja,ja

Acabo de salir del blog de Joselu, donde le recomendabas que se tomara un pepito de ternera para fortalecerse frente a una clase que le deja insomne la noche anterior.

Y aquí recomiendas, que para evitar situaciones semejantes, que lo mejor es convertirse en "un oficinista" de la enseñanza.

Con independencia de tu broma, y so pena de que sigais sufriendo, espero por el bien de los alumnos y del futuro educativo de este país, que sigais tirando de los pepitos de ternera, para poder aguantar lo que tenéis en frente. Que sigais muchos pensando como pensáis y no como los nuevos iluminados y que vuestra pasión por la enseñanza la mantengais viva, si hace falta, viendo pelis porno o lo que sea...¡¡Ay, Dios, pero que barbaridades me salen a estas horas!!...ja,ja,ja. Bueno, espero que me disculpes.

Muchos besos

Serenus Zeitbloom dijo...

Gracias María por tus amables comentarios. Sin humor todo se vuelve más feo. Aunque hablo totalmente en serio tanto en lo del "pepito" como en lo de las vocaciones. Aunque si te resulta divertido, entonces me alegro aún más.

;)

Juanjo dijo...

Disculpe, Serenus, pero voy a empezar … por detrás. Las personas apasionadas -y no somos pocas- lo son toda su vida. El gusto intenso por la literatura, por la música, por el arte en general; la afición a las matemáticas, o a la filosofía, o a las ciencias de la naturaleza, o a la historia; la inclinación a un deporte o actividad; en definitiva, la pasión por cualquier cosa, la pasión, fácilmente dura una vida y la consume. Lo que ya no es tan duradero, ni mucho menos, es el enamoramiento, cuyo objeto, a diferencia del objeto de la pasión, es individual. Otra gran diferencia entre la pasión y el enamoramiento reside en el carácter posesivo de éste: el enamorado no desea compartir su amor; el enamoramiento empareja a los hombres, mientras que el apasionamiento forma ampias sociedades y gusta ser trasmitido.

Cuando la pasión que se siente por determinada actividad es tal que se estaría dispuesto a entregarse profesionalmente a ella, la llamamos, en el lenguaje ordinario, vocación.

Sus otros dos argumentos pueden ser considerados aspectos de uno solo: la vocación entorpece el uso de la fría razón, la vocación, en tanto que inclinación, nos desvía de la objetividad. Este argumento supone la oposición entre razón e inclinación, como si la razón fuese una cosa al alcance de la mano y no un ideal a alcanzar, y cuya realización requiere de pasión, de inclinación a aprender, a enseñarse a sí mismo y a los demás.

De todo ello se deriva que la falta de vocación en la enseñanza es un grave problema; pero también lo es en la medicina, la jurisprudencia, y en cualquier profesión que exija ciertas dotes intelectuales. Además, no es coyuntural, el problema de los “sepulcros blanqueados” viene de antiguo.

Serenus Zeitbloom dijo...

Bello y apasionado comentario Juanjo,

No voy a entrar en esas distinciones sutiles entre enamoramiento y pasión [aunque siempre pensé que el enamoramiento era una pasión, peligrosa pero las hay peores como la pasión por el juego de azar] Puede que una pasión dure una vida o puede que no, pero desde luego no es algo que podamos conocer ni exigir a priori, ni en nosotros ni en los otros. De todas formas no creo que se pueda identificar pasión por un campo profesional con la vocación, creo que lo distingue a la vocación –lo ha señalado muy bien Felipe, es el carácter de llamada y de ahí vienen los problemas, esa cuesta resbaladiza que lleva del sentirse instrumento de algo superior a la sintomatología básica del iluminado y del fanático. El vocacional es apasionado sí, pero no cree que su pasión tenga el origen en sí mismo; no es su elección, él es el elegido. Este es el matiz peliagudo del asunto... uno se siente elegido y rápidamente empieza a recolectar leña y a soñar con fuegos para sacrificios..

Tampoco pretendo yo disociar razón y pasión, creo que se puede ser un profesional razonable -racional y apasionado... y que podemos prescindir de las vocaciones, de los llamados y de los elegidos en la enseñanza, la medicina y la jurisprudencia. De todas formas tampoco tengo nada contra el sentimiento de vocación que tenga una persona –no creo que exista el termómetro para medir las vocaciones- lo que me irrita es que se den gritos y se altere el orden público y el descanso del esforzado profesional en nombre de las vocaciones... pero ya te digo, juanjo, y lo sugiero al final del post [permíteme este tirón de orejas, que no has empezado del todo por el final], que lo mismo es que yo oigo mal y lo que gritan realmente es: ¡VACACIONES!.


Gracias Juanjo por tus comentarios, que siempre me incitan a pensar.

Joselu dijo...

No sé cómo entrar en tu post, pues durante muchos años he sido un apasionado de la enseñanza. Para mí era un juego en el que me gustaba apostar. Lo que recibía a cambio me recompensaba bien bien todo aquello que exponía en la jugada. Me gustaba la experimentación, el riesgo, la jugada insólita, y durante bastantes años jugué fuerte. Eran años de inquietudes intelectuales, y a mí me gustaba entrar en contacto con adolescentes cuyo lenguaje me enriquecía y complementaba. No sé si esto se puede definir como un perfil profesionalista. Pero yo prefiero definirlo como el estilo de un jugador de poker al que le atraen las jugadas arriesgadas en la convicción de que la pasión nos llevará a encontrar caminos insospechados. Desde que aterrizó un sistema educativo del que hemos hablado muchas veces, los enseñantes hubieron de profesionalizarse, hacerse serios y burocráticos, para no recibir apenas estímulos a cambio, si no es el de la alumna impedida que cito en mi post y que lucha por prestar atención y seguir las clases en medio de un caos general. Me admira esta muchacha. No sé si soy profesional. Quiero pensar que no, pero no me quiero convertir en cínico tampoco. Me atrae la enseñanza como reflexión contradictoria y como recuerdo de algo que he amado profundamente y que no me resigno a perder totalmente. Es como el que contempló una vez a una mujer hermosa y se enamoró de sus ojos. Piensa cada vez que puede volver a contemplar esos ojos de nuevo. Pero, es difícil, Serenus, muy difícil. Todo ha cambiado. Ya lo sabemos, y el que firma esto, también ha cambiado.

Serenus Zeitbloom dijo...

Joselu

En el primer post titulado Plaza de Honduras, acababa con la cita de Gil de Biedma:

"Nosotros, los de entonces, ya no somos los mismos,aunque a veces nos guste una canción".

Así que atendamos a la canción, quizá ya no lo podamos disfrutar plena y al completo, pero siempre queda un eco, y a veces hasta parece revivir. Ser un cínico es también una forma de humildad. De humildad sensata.

Saludos

Juanjo dijo...

Tu amistad, Serenus, me honrra, y a ti te lo permito todo. Pero me refería no al final de tu post, sino al último de los tres argumentos que allí nos presentas.

También me parece que hay que tener en cuenta que el Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española recoge la siguiente definición de la palabra vocación en tercera acepción:
“3. f. coloq. Inclinación a cualquier estado, profesión o carrera”.

Por otra parte, no soy yo quien vaya a negar los peligros de la pasión. Y al contraponer pasión y enamoramiento, no he pretendido negar lo que tienen en común, sino resaltar su diferencia, mostrando así la forma de “llamada” que la pasión es. Quienes se sienten elegidos porque la pasión les “llama” ignoran que no existe nexo alguno, ni lógico ni empírico, entre el “ser llamado” y el “ser elegido”, y no les vendría mal recordar aquellas famosas palabras: “Muchos son los llamados y pocos los elegidos”.
Tú a mí sí me haces pensar (y, últimamente, teclear).

Leicca dijo...

Sastamente, Serenus.

Y si lo pienso un poco, incluso las pasiones enseñantes me parecen un poco enfermizas y peligrosas a día de hoy, estando como está el interior del aula.

Mejor que tener vocación o pasión yo creo que es tener "estómago" y algo así como la convicción de estar formando parte de algún tipo extraño de justicia cósmica, universal, haga uno lo que haga. Yo usaría la "pasión" para poder olvidar el cabreo que te generan de vez en cuando, porque si no te olvidas de algunas cosas no puedes volver a entrar en el aula, y la "vocación" para no faltar a la mínima que te quedas algo afónico o tienes un pelín de sinusitis.

(Eso, y para de contar.)

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A propósito del tema, yo me lo suelo pasar medio bien, pero todavía sigo aplicándome lo que me decía una compañera de cuando las ingenierías: "Si te están pagando, no puede ser muy bonito."

Desde la caverna de Platón dijo...

Lo peor de estos términos es el tufo santurrón que emanan.
Algunos no parece que tengan bastante con pedirle al docente cariño y respeto por su profesión, sino que incluso demandan "entrega". Entrega vocacional. A lo largo de mi vida como profesor he visto que muchos de los que exhibían arrebatadamente esa "entrega", a veces de manera impúdica, grosera, restregándola por la cara, huían de las aulas como ratas en cuanto tenían la ocasión de lograr un carguete o un despachito. Lo que había tras la cortina del aspaviento era nada más que bellaca impostura.
Los buenos profesores no necesitaban hacerse propaganda, no tenían que ir gritando su virtud, no buscaban el aplauso de la feligresía. Me acostumbré en mi familia, plagada de docentes, a no hacer alharacas, a tomarme mi profesión en serio.
Siempre me sorprendió que muchos neopedagogos acudiesen a una noción tan cristianoide para caracterizar la virtud docente. Después he podido comprobar que detrás de la fachada innovatoria lo que se escondía era casposo pasado colegial, cristianismo laico, en algunos momentos destacables, de confesión jesuítica, o marianista, o franciscana, o cercana a santos cristianos más de nuestro tiempo (Freire, Montessori, etc).
Al fin y al cabo, se trata de un término "fantasmagórico". ¿Qué es tener "vocación", fuera de la "llamada de Cristo"? La imposibilidad de determinar tamaña situación espiritual hace que, una vez más, cierto tipo de individuos se permitan el lujo de dar lecciones, de tirarse el pisto, gracias a jugar con la vaguedad de sus palabras, con el falso y huero humo de sus enredos.
Y mientras tanto, el ministro metafísico nos cuela la prisión provisional hasta al menos los dieciocho años. ¡Hala! ¡Santurrones de la "educación"! ¡Vociferad la Buena Nueva! ¡A disfrutar con el servicio! ¡A ganarse el Cielo!

Un saludo, Serenus.

Neuschwanstein dijo...

El ministro profesor de Metafísica ha dado toda una lección de cómo NO argumentar:

1. Para la educación obligatoria hasta los 18 ha puesto como ejemplo a ¿Suecia?, ¿Finlandia?, ¿Singapur?, ¿alguno de los países con mejores resultados en las evaluaciones de los sitemas educativos? NO, Portugal.

2. Continúa con el eufemismo de su antecesora: ¿Qué quiere decir "flexibilizar" el bachillerato y, en general, el sistema educativo? Explíquese, señor ministros, que para eso le pagamos.

3. Contra la idea de declarar a los profesores autoridad pública, ha dicho que son modelos del pasado. En España, actuallmente, hay quien, como D. Gabilondo, sigue haciendo política según lo que hiciera o dejara de hacer Franco. Yo soy profesor ahora, en 2009, y no he vivido ni un solo mes de mi vida bajo Franco, así que me la repampinfla lo que éste hiciera o dejara de hacer.

Lo que ustedes han hecho y están haciendo con el Bachillerato, D. Gabilondo, no me la repampinfla tanto.

Oye, ¿los de Metafísica es que no estudian Lógica?

Juanjo dijo...

Hay algo en mi comentario que no me satisface. Permítanme, pues, si son tan amables, enmendar la plana.
He supuesto que la razón es objetividad, dilucidación del ser,logos. Pero esto, seguramente, es completamente irealizable, y, más que un ideal, es un sueño infantil, un mito; la verdadera razón es laratio, la regla, la norma y el “reglamiento”, la burocracia (como bien dice Joselu), el código, los pactos y transacciones, el hábito y las costumbres. Y entonces, sí, la razón se opone a la pasión, y a la vocación entendida como una de sus especies, el nomos a la physis; y entonces, Serenus, has hecho un brillante “razonamiento”.
Muchas gracias.

Serenus Zeitbloom dijo...

No lo pillo, juanjo, no lo pillo.

Serenus Zeitbloom dijo...

Neuschwastein,

Sí, estudian lógica, lógica dialéctica, ya sabes; "hacer de lo blanco, negro, de lo negro, blanco y por ahí adelante..."

Serenus Zeitbloom dijo...

Desde la caverna..
Poco puedo añadir: totalmente de acuerdo.

Serenus Zeitbloom dijo...

Leicca

Estómago, hígado y riñones..
Y como la cosa siga así: piernas.

gracias por tus comentarios.

Juanjo dijo...

Desnudemos, despojemos a la profesión de la vocación, del gusto por la actividad misma en que consiste la profesión, porque esta motivación entorpece el ejercicio de la actividad profesional. Este despojamiento viene, pues, exigido por ser lo racional, lo razonable, lo que exige la razón.

Por tanto, la razón nada tiene que ver con el gusto, es más, se opone a él, a lo individual del individuo, y consiste exclusivamente en criterios de eficacia social, en un utilitarismo social y pragmático, adoptando así, todos sus productos, la naturaleza, la esencia de un reglamento, de una costumbre que no se funda en su propio valor de verdad ni en su dignidad, sino en ventajas, conveniencias, intereses sociales. La razón queda reducida a un instrumento, a un arma de la sociedad para la reproducción del individuo -no para el desarrollo de su personalidad, de su libertad individual- en vistas a la expansión y progreso de la sociedad misma; y el individuo se queda en ser un mero agregado o “miembro” (social), se queda en ser el “instrumento” carnal (de la sociedad). ¿Lo pillas ahora, Serenus?

Serenus Zeitbloom dijo...

Creo, juanjo, que se puede sentir con plenitud gusto por la propia actividad profesional sin necesidad de sentir "vocación". Es más, los mejores profesionales (incluso en el plano humano) que conozco no hacen ostentación de ella, ni la exigen. Esa ostentanción es más propia de los farsantes.

Juanjo dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Juanjo dijo...

Serenus, al decir "que se puede sentir con plenitud gusto por la propia actividad profesional sin necesidad de sentir 'vocación'", no sólo das a la palabra
vocación un significado diferente al ordinario y coloquial -que agradecería fuese aclarado-, sino contrario a él. En español paladino, 'vocación' significa,
como así lo reconoce el DRAE, "inclinación a un estado, profesión o carrera".
Y, por otra parte, la vocación y la ostentación que de ella se haga son independientes entre sí, ni la primera implica a la segunda ni viceversa, aunque
no son opuestas.

Serenus Zeitbloom dijo...

Juanjo, El sentido del término "vocación" es algo que venimos tratando en los comentarios, especialmente los comentarios de felipe y desde la caverna han tratado de aclarar el sentido del concepto... la acepción que recoges de la RAE, es sólo eso una acepción, y tú mismo sabes que no recoge lo específico y original del término.

También yo he hecho algún esfuerzo por descifrar el término, su uso y sus consecuencias. En síntesis, lo que me pareció esencial fue el sentido de "llamada" y de "ser elegido".

Por mi parte he sentido gran placer en el ejercicio de mi profesión y no me siento ni llamado ni elegido. Y espero que me lo permitas.

Leicca dijo...

Si de algo os sirve, yo,
ni siquiera me siento "inclinada" como dice Juanjo. Y mira que me dediqué en cuerpo y alma a sacar la oposición. Me dediqué en tiempo y dinero, que es casi lo mismo. "¡Pues sí que lo tienes tú claro, bonita!"

Una vez me puse a "enseñar" por un puro demostrarle a una australiana fotógrafa que podía aprender español. Estábamos en la playa, currando con otros fotógrafos, haciendo fotos a los guiris durante el día, pensando que alguno quizá iría a la tienda y nos las compraría. Una tarde, durante la siesta, le solté a la chica media hora de una clase que yo había repetido ya mil veces. Los adultos son muy agradecidos. Un lujo. El español, por entonces, me encantaba, a pesar de cobrar tan poco por ello. En el apartamento de fotógrafos nos lo pasamos requetebién las dos. A ella se le quedaron grabadas no sé cuantas herramientas y luego se reía y me daba las gracias. Si os soy sincera, al final de aquel rato, me dije: "Ana, por esto se cobra... No puedes pasarte las tardes en este plan por muy satisfecha que te sientas. Vas acabar muy triste al cabo de una semana."

Yo tengo clarísimo que no doy clase por pura inclinación (vocación o llámalo como quieras). No aprovecho la ocasión de la tiza y la pizarra para ponerme a explicar al primero que lo necesita. No intento convencer a nadie de que "yo puedo enseñar esto o aquéllo". Ni de lejos. Es posible que me ponga muy cabezona y que intente convencer a todo el mundo de que puede aprender aquello que dice que le resulta difícil. Seguramente intento que descubra algo, que descubra que aprender sienta bien, que provoca una sensación cercana al placer. Que "yes we can". Que se puede. Eso me pasa desde que tengo uso de razón. Me pasaba con mis compañeros de clase, ya en el cole. Les "explicaba". Les ayudaba todo el rato. Pero eso es muy distinto a decir que uno tiene "vocación docente". En mi caso, supongo que es más bien querer transmitir mi propia experiencia, en general, en el aula. No le digo a nadie "vente a clase". No tengo tanta energía. Le digo "que vaya a clase". Que busque en "algún sitio".

Lo de la secundaria ha venido mucho después del español, creo que por culpa de (o gracias a) algún otro profe de secundaria falto de vocación también. Puedo decir que me encuentro mejor que en la oficina. Me divierto. A ratos me parece que les aporto alguna cosa. Otras veces me gusta que me encuentren por el pasillo y me digan ¡hola profe!. Pero disfrutar no significa, como bien dices, Serenus, "sentirse llamado". Me parece una labor importante. Sí. Quiero pensar que tengo una responsabilidad con mis alumnos. Digamos que por eso me pagan, también. Por contarles esto y aquéllo. Unas veces me preocupa más, pero otras muchas (muchísimas) digo "anda y que les enseñe su abuela". Supongo que así actúa el cansancio cuando no tienes vocación. Me agotan. Los mandaría a todos a casa, con sus padres, y a sus padres los mandaría a freír espárragos, con una carta diciendo "oiga, señor/a Equis, la culpa la tiene usted".

¿Me hace eso ser peor profesora? Yo prefiero pensar que no. Un ser más vocacional le habría dado la clase a la australiana por pura inclinación. Yo me habría ido al bar, ante la fuerza irracional que mueve s ese ser llamado a la experiencia extradocente en plena siesta. Pero quién te dice que el profe vocacional lo habría hecho "bien" o que se habría llevado más medallitas que yo.

La vocación y la pasión no te hacen mejor profesor. Las ganas de quemar el instituto o el deseo de que te quiten 5 o 10 alumnos del aula, así, al azar si es menester, tampoco te hacen peor.

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De todas maneras, yo venía a decir otra cosa. (Tanto se me ha desviado el comment con la Pasión que ya no me quedarán anécdotas para la Semana Santa, claro.)

Serenus: aunque te dediques a desenvainar la espada en otros sitios no dejes los Momentos Raros, anda. No abandones el refugio.

Leicca dijo...

Disculpad la redacción, gente, y las faltas de ortografía. Sé que nunca pido perdón.

I just HATE el editor del Blogger por no estar pensado más que para escribir cuatro tonterías. ¿Será cuestión, como hacen muchos alumnos, de acostumbrarse y dejarse llevar? Digo, para no sufrir uno si le da por releerse. ¿O será cuestión de escribir menos, meter la tijera en la mitad de las líneas, y llamar a todo lo escrito "Poema" para disimular?

Juanjo dijo...

El término vocación surge en el ámbito religioso y designa una llamada muy especial, la llamada a renunciar a las llamadas de la naturaleza, y es explicable únicamente dentro de una mentalidad religiosa. Cuando la palabra es usada en otro contexto, pierde este significado original y adopta otro que, en tanto no entrañe contradicción, es tan legítimo -los significados no son verdaderos ni falsos- como el originario. La vocación religiosa es netamente distinta de la profesional: aquella no puede ser entendida sin suponer una vida sobrenatural, un dios, mientras que la vocación profesional se entiende sin este supuesto. Y si mezclamos las dos acepciones, no obtendremos un concepto más general, sino un sinsentido. Habrá, sin duda, quien los confunda, pero este hecho no se desprende de tener vocación religiosa, o de otro tipo, sino de la ignorancia. Podemos decir sin contradecirnos que “disfrutamos con el ejercicio de nuestra profesión y que no tenemos vocación religiosa”; pero decir que “se disfruta del trabajo sin vocación profesional”, es contradecirse. E insisto, ni la vocación transcendente ni la inmanente suponen ninguna elección. La frase “muchos son los llamados y pocos los elegidos” pertenece al evangelio según San Mateo; Y una cosa es ser nominado, y otra, ser premiado.
No tengo vocación de polemista, pero me gusta deshacer entuertos.

Serenus Zeitbloom dijo...

“decir que se disfruta del trabajo sin vocación profesional, es contradecirse” en fin, sólo me resta decir que yo no veo la contradicción por ninguna parte. Ni el entuerto.

Juanjo dijo...

Pues, Serenus, lo tienes muy fácil: sustituye 'vocación por la definición de esta palabra que encuentres en el diccionario y que se ajuste al contexto; en seguida la verás. Y si no estás deacuerdo con la del diccionario, propón una que sea inteligible, y la examinaremos.

Serenus Zeitbloom dijo...

juanjo

He disfrutado mucho esté fin de semana cocinando en una paella. Así que tendré que aceptar que tengo vocación de cocinero, por no enemistarme con la lógica ¡la de vocaciones que estoy descubriendo!

Juanjo dijo...

Que yo sepa, Serenus, tu trabajo, tu empleo -que es el significado que claramente tiene esta palabra en su contexto, del cual la has extraído- tu trabajo, digo, no es el de cocinero. Pero si te gusta cocinar hasta el punto de que te gustaría trabajar de cocinero, entonces sí, tienes vocación de tal.

Serenus Zeitbloom dijo...

Juanjo

Es una vocación frustrada como la de granjero, hortelano, apicultor, buscador de setas, zahorí, ornitólogo...

Pero volviendo a la cocina, y asumiendo que fuese mi "vocación" tardía, ¿garantiza eso que vaya a ser mejor cocinero que otro que hubiese llegado a la cocina por no haber podido superar unas oposiciones a profesor de filosofía -a pesar de ser ésa su "vocación" ? o al contrario, que mi "vocación" sea la cocina ¿es un obstáculo para realizar un trabajo riguroso y placentero como profesor de filosofía? ¿Que mi sueño vocacional sea cocinar un emperador deconstruido con virutas de langostinos liofilizados y espumas de patatas gallegas al aroma esférico de pimentón agridulce caramelizado como chef del Burri, me imposibilita para analizar un texto de Hegel en un Instituto de Motilla del Palancar -y además con gusto?

saludos.

Juanjo dijo...

Nunca he dicho, Serenus, ni creo que pueda ser deducido de mis palabras, que la vocación fuese un requisito suficiente, ni siquiera necesario, para el correcto ejercicio de cualquier profesión; lo que digo es que no supone ningún obstáculo, rechazo la tesis que en el post defiendes con argumentos que creo haber demostrado falsos, y sostengo que, en la medida y sólo en la medida en que la profesión exija grandes dotes intelectuales, creatividad e ingenio, en esa medida requiere de vocación, aunque sólo sea porqué se encuentra gusto en ejercer y desarrollar tales disposiciones. Hay personas con mucha vocación y , sin embargo, carecen de cualidades para desempeñar una actividad, y otras, al contrario, carecen de vocación, pero tienen sobradas cualidades; también se da, con alguna frecuencia, el tener múltiples vocaciones, como es tu caso. Y si eres capaz de "analizar un texto de Hegel en un Instituto de Motilla del Palancar -y además con gusto", en la lista abierta de tus vocaciones frustradas, se podría incluir, sin faltar a la verdad, la de profesor de filosofía, si no fuese por que tu trabajo es ése.
Salud, amigo.

Serenus Zeitbloom dijo...

"Nunca he dicho(..) que la vocación fuese un requisito suficiente, ni siquiera necesario, para el correcto ejercicio de cualquier profesión"

Me doy más que por satisfecho con que admitas eso.


Aunque, sinceramente, no veo refutaciones. Vamos es que ni siquiera has mencionado los dos argumentos esenciales,¡que además estaban numerados!.

http://waldenland25.blogspot.com/2009/10/contra-las-vocaciones-y-plaza-de.html

Juanjo dijo...

Serenus, lo que dije sobre tus dos primeros argumentos en mi primer comentario fue lo siguiente:
"Sus otros dos argumentos pueden ser considerados aspectos de uno solo: la vocación entorpece el uso de la fría razón, la vocación, en tanto que inclinación,
nos desvía de la objetividad. Este argumento supone la oposición entre razón e inclinación, como si la razón fuese una cosa al alcance de la mano y no
un ideal a alcanzar, y cuya realización requiere de pasión, de inclinación a aprender, a enseñarse a sí mismo y a los demás".
Mientras no demuestres que la razón y la inclinación son incompatibles, tus dos primeros argumentos no demuestran nada, pues dependen de que sea verdadera dicha oposición. Tienes que hacer ver que la vocación no se puede entender sin la tontería; de lo contrario, un vocado puede ser tonto o puede que no.
Si a esto no lo llamas refutación, ¿cómo lo llamarías?

Serenus Zeitbloom dijo...

La verdad, Juanjo, es que reitero en que me doy plenamente por satisfecho con que admitas (y que se admita) que la vocación no asegura una buena práctica docente, ni es condición necesaria para ello.

Pero como me instas a que le dé un nombre a lo que tú llamas refutación, pues te respondo que me parece más bien obstinación.

Yo no pretendo llamar tonto al vocado, simplemente señalar ciertos peligros inherentes a la vocación en el contexto de la educación, porque la vocación aquí son los “otros” y es por eso el peligro; si uno se siente vocado por la música, pues nada, allá se las entienda con el piano, si por la filosofía, pues a por Hegel y a por Platón. Pero cuando el objeto de nuestra pasión son los “otros” y la modificación del “otro”, empezamos a pisar terreno muy resbaladizo, por una parte me parece que el vocado es más susceptible al desaliento pues pone más en juego su más íntimo sí mismo –y no están las instituciones educativas para ir exponiendo el alma por los pasillos-. Hasta aquí la cosa queda en el cuidado propio –advertidos quedan y allá cada cual-. Pero recordemos que la vocación aquí se vuelca en el otro, en su mejoramiento; no hace falta ser un lince para apercibirse del peligro del sentimiento de llamada, llamado a mejorar y actuar sobre los otros, por supuesto que hay ejemplos de hombres y mujeres ejemplares en su entrega a los otros, yo no niego la santidad, pero me parece una cualidad poco corriente y creo que no debería incluirse entre los requisitos para aprobar las oposiciones a la función pública. Me parece obstinación no querer admitir la realidad de esos peligros.

Tampoco me parece mucho pedir que reconozcas que una persona puede sentir placer en el ejercicio de una actividad para la que no se siente especialmente llamado. Que veas en esa afirmación una contradicción me sorprende.

Por otra parte mi post no pretende un análisis eidético del término “vocación” -quizá nos movemos en planos de análisis diferentes- sencillamente surge de una vivencia personal del uso del término en un contexto educativo concreto: el estado de la enseñanza en la España contemporánea.. y mis impresiones a este respecto es lo que tratado de sugerir en el post. Y sencillamente, me parece que hay mucho cuento en todo ese asunto de las vocaciones educativas.

Leicca dijo...

Vaya...

-- El peligro de sentirse llamado a transformar la persona del otro -- ¡bola de partido para Serenus, diría yo!

Qué tensión. Cualquiera habría pensado que a la altura del comment 35 asistiríamos a las agresiones, indirectas hirientes, y demás. Sin embargo, ahora parece que tiene más miga el asunto.

Me quito el sombrero, caballeros, y sigo leyendo. :)

Juanjo dijo...

Serenus, me atribuyes proposiciones que ni he dicho ni creo que se deduzcan de las que he dicho.
Nunca he sostenido que la vocación deba ser un requisito para aprobar oposiciones.
Nunca he afirmado que la vocación no tenga peligros.
Y nunca he dicho que una persona no pueda disfrutar de una actividad para la cual no se siente especialmente llamado.
Todas estas proposiciones son irrelevantes para la refutación de los argumentos que expones en el post para defender la tesis de que la vocación es un obstáculo para el ejercicio eficiente de la profesión docente; y estoy completamente de acuerdo contigo en que en realidad no son argumentos, sino impresiones y pareceres. Y puestos a expresar opiniones, me parece más verosímil que el profesor vocacional, puesto que damos más valor a lo que más nos gusta, concederá a su trabajo mayor importancia que el no vocacional, y por eso mismo se preocupará y esforzará más, y por consiguiente, si no es más tonto que el no vocado, desempeñará mejor su trabajo, trasmitiendo por empatía a sus alumnos su estado de ánimo óptimo para aprender, y el amor a su trabajo le llevará a sobreponerse a los fracasos con mucha más rapidez; mientras que el que no ama su trabajo, se aburrirá dando clase, trasmitirá este aburrimiento a sus alumnos, que por ello serán menos aplicados, y falto de estímulos, pensará que está malgastando su vida, y se encontrará a merced de la depresión, irá de baja en baja, y su rendimiento será prácticamente nulo.
Un abrazo, amigo.

Serenus Zeitbloom dijo...

Juanjo

Si se acepta que la vocación no es condición ni suficiente ni necesaria para una buena labor docente, si además aceptamos que –incluso sin vocación- uno puede experimentar un moderado placer en esa actividad, y además somos conscientes de los peligros del entusiasmo vocacional... ya no puedo pedir más, estamos de acuerdo en todo, amigo juanjo.

Queda, sin embargo la última parte de tu comentario con el discurso acerca del amor, del aburrimiento, la empatía, la motivación, más las bajas laborales y toda la miseria concomitante, lo cierto es que aparecen en él todos los tópicos que los defensores de la vocación –¡que son legión!, ¿legiones de santos?- entonan cada vez que hablan de los males del sistema de enseñanza y proponen la vocación –o sea a ellos mismos- como solución frente a los caraduras que van a llevárselo fresco. Contra ese discurso oficial y omnipresente hasta la asfixia entre los muros de la enseñanza obligatoria iba, precisamente, dirigido mi modesto post. Pues, creo y esa es mi vivencia, que las cosas no ocurren así precisamente, al contrario: el profesional quizá no “ame” su trabajo pero consciente de que es su fuente de sustento más bien lo mimará y se andará con prudencia para evitar el colapso emocional, y atenderá también a la emoción del otro, y si ese colapso llegase, podría resarcirse en otro ámbito profesional sin afectar a su intimidad personal. El vocacional, en cambio, es de los que morirá matando, su vocación lo hace precisamente menos empático, y cuando cae, efectivamente, puesto que involucra su más íntimo sí mismo, intentará levantarse, y la próxima herida será más profunda, y como animal herido será aún más peligroso.. un verdadero drama donde el fracaso en la profesión equivale a la muerte del sí mismo. Afortunadamente para los defensores de la vocación, cuyo discurso has sintetizado magistralmente, no suelen verse en tal situación pues con tales discursos suelen ganarse rápidos ascensos en el mundo administrativo y político que los pone a salvo de la arena sangrienta donde sin embargo tienen que lidiar los otros.. los profesionales vamos.


Leicca,

¿ Todavía andabas por aquí y despierta? ¿Te quedan aún palomitas..?

Juanjo dijo...

Mucho me temo, Serenus, que en todo no estamos completamente de acuerdo.
No he negado que se pueda disfrutar de una actividad sin sentir vocación por ella, pero ahora, pensándolo mejor, lo niego rotundamente: a uno le puede gustar mucho, por ejemplo, hacerse la paellita dominguera, pero en tales situaciones y para tales actividades no se usa la palabra vocación. No sedice "tengo vocación de hacerme la paellita"; se dice, por ejemplo, "tengo vocación de soltero [o de médico, o de matemático]". Es decir, "vocación" no es un término que pueda referirse a una actividad cualquiera, sino sólo a las profesiones, carreras y estados, a acciones de largo desarrollo temporal. Y sirve para indicar la inclinación, la preferencia, el gusto, el amor... hacia ese tipo de actividades, haciendo abstracción de la intensidad del sentimiento. Si se dice, pues que se puede sentir placer -por pequeño que este sea- en ejercer una profesión sin tener vocación de ella, se incurre en contradicción, o bien, se le está dando un significado nuevo que hay que precisar, o bien, interesa dejar a la palabra vacía de significado objetivo y preciso, como el que tiene, para convertirla en algo fantasmagórico, en un cuento que sirva, no ya para comprendernos, sino como símbolo, banderín de enganche y arma arrojadiza en una lucha de intereses.
¿Por qué razón, si admites que tu profesión te gusta, niegas tener vocación, despojando así a esta palabra de su significado normal, claro y preciso? Si son otros los responsables del desvirtuamiento, ¿no sería más lógico criticarlos por ello, en lugar de legitimar su lenguaje? ¿O es que a ti también te interesa la ambigüedad para desahogarte pintando a tu gusto vocados y desvocados?
Saludos.

Serenus Zeitbloom dijo...

Ya vuelves con la contradicción.. a ver en qué quedamos, primero me dices que es contradictorio, luego me dices que pongo en tu boca lo que no has dicho, y ahora vuelves con la contradicción y el significado. No te empeñes en pedir aclaraciones de significado, todos sabemos perfectamente que significa vocación, no, juanjo, no hay ninguna contradicción en sentir placer en una actividad y no sentirse especialmente llamado a ella –que es lo que de manera ordinaria significa vocación. Vocación no es igual a sentir placer en el ejercicio de una actividad; vocación es sentirse llamado –y experimentar que el sentido de la propia vida reside o, al menos, apunta a esa profesión. No, yo no creo que esos otros desvirtuen el término, creo que lo utilizan correctamente, otra cosa es que puedan estar a la altura de lo que dicen... el tener vocación no facilita la tarea, yo diría que en muy excepcionales casos sí es posible ser un buen profesional docente y además tener auténtica vocación, pero eso es algo excepcional y al alcance de algunos pocos “bienaventurados” (de momento no conozco a ninguno, pero no niego que los haya), una especie de santidad docente, desde luego no es algo que se pueda exigir a nadie, ni que vaya a resolver el problema de la enseñanza. Lo que se puede exigir es profesionalidad y eso es lo que resolverá los problemas de la enseñanza, la profesionalidad y no las vocaciones ( que en el mejor de los casos es un asunto privado) y otras gaitas.

Leicca dijo...

¿Palomitas?

A ver si llega la vecina y baja por ellas. Prefiero pasar hambre que perderme algo. De hecho estoy pensando en llevar los argumentos al escenario. Rellenar la imaginación con los diálogos...

Profe1: traje rojo. Profe_de_rojo.

Profe2: traje gris. Profe_de_gris.

Largas cabelleras. Canas. Largos cabellos que crecen durante la Única Escena.

Dos colegas hablan en la sala de profesores. Es viernes. Suena el timbre. Salen. Creen que discuten. "¿Una caña?" Sonríen. "Vale".

Caminan abandonando el instituto. Atrás quedan las verjas. Se cierran. Último coche del aparcamiento. Caminan. Siguen hablando. Paran. Esperan el bus.

Suben. Viajan. Hablan. La ciudad pasa por las ventanas. Última casa. Último árbol. ¿Penúltimo?

Llegan al desierto. Noche. Arena.

Bajan. Frío. Hablan. Falta el agua.

Amanece. "Hoy calienta el sol."(Dicen.)

Hablan. Sudan.
Caen, ambos, un momento.
Caen bajo la luz.

Se levantan. Sueñan. Imaginan.

Razona el uno. Habla. Pasa la fiebre.

Razona el otro. Habla.

Profe_de_gris: la misma arena del principio. Inclinándose sobre los libros ensangrentados, trata de ordenarlos.

Profe_de_rojo: llora. Empuja hacia la Izquierda, la izquierda suya, los libros. Empuja los libros con la punta de los dedos de los pies.
Reza: "pido a los dioses que mis penas cesen".

Zeus, el capullo, se despierta de la siesta. Zeus se asoma entre las nubes y habla: "Ven conmigo, profe. Descansa un rato."

Profe_de_rojo mira a Zeus. "¡Volveré! ¡Es un descanso!" Sabe, su corazón, que su alma miente.

Profe_de_gris separa páginas. Páginas manchadas con sangre. ¿Con qué? Páginas blancas, páginas en blanco. ¿Por qué? Separa fotocopias de no se qué del Departamento de Des_orientación. ¿De qué?

(Continuará.)

Juanjo dijo...

Nuestro desacuerdo, Serenus, estriba en el significado de "vocación"; ciñámonos, pues, a él. Y como creo que no acabas de comprenderme bien, intentaré ser más claro. Disculpa las repeticiones.
El DRAE recoge el significado de "vocación no específicamente religiosa, como "la inclinación hacia un estado, profesión o carrera". Para comprender dicho significado hay que advertir, por una parte, que, si bien toda profesión es una actividad, no toda actividad es una profesión: "actividad" es un término mucho más extenso que "profesión". Y por otra parte, hay que percatarse de que no tiene sentido referir el término vocación a muchas actividades, por placenteras que puedan ser: por ejemplo, decir "no tengo vocación de pasear en mis ratos libres", no tiene sentido, no porque sea una contradicción, pues si fuese por ello, su negación ("tengo vocación de pasear en mis ratos libres") sería una tautología, y evidentemente no lo es, sino porque el significado de "vocación" tiene un campo de aplicación que excluye actividades de ese tipo; es el campo de las actividades de larga persistencia en la vida de una persona, y que constituyen un estado, profesión o carrera.
Por tanto, Serenus, aunque es verdad que "no hay ninguna contradicción en sentir placer en una actividad y no sentirse especialmente llamado a ella", para todas aquellas actividades que no constituyen un estado profesión o carrera, no tiene sentido, según el DRAE, decir que se está o que no se está llamado a ellas; pero para las actividades de largo desarrollo temporal que son lo que llamamos un estado, profesión o carrera, sí es una contradicción si lo especial de la llamada es sólo lo que diferencia al placer de ejercer un estado, profesión, o carrera, de otros muchos placeres. Hasta aquí, el significado de "vocación" es normal (está en el diccionario) y es claramente inteligible. Ahora bien, si lo especial de la llamada es otra cosa que está relacionada con "el sentido de la propia vida", entonces, "no hay ninguna contradicción en sentir placer en una actividad [profesional] y no sentirse especialmente llamado a ella", pero tampoco el sentido de "especialmente llamado" es claro, es decir, el significado de "vocación" cambia y deja de ser normal y claramente inteligible, pasando a ser un sinsentido. ¿Cómo la profesión, medio de vida, puede sentirse el fin de la vida? ¿Puede la profesión, algo que forma parte de la vida, algo inmanente a la vida, ser su forma, su sentido absoluto? ¿Puede entenderse el trabajo por el trabajo? ¿Se puede vivir la profesión como una religión? Tanto como hacer la cuadratura del círculo. Es más, yo no conozco a nadie que pretenda ser vocacional como si su profesión fuese un dios que le pidiese el sacrificio de su vida a cambio de la salvación de su alma; conozco de quien vende su alma al diablo, pero esto es otro tema.
Y, enttonces, llegados a este punto, te pregunto: ¿no es preferible para pensar con precisión y objetividad, usar el concepto de vocación normal, claro y con aplicabilidad real, en lugar del pseudoconcepto de pseudavocación religioide, ambiguo y de dudosa aplicabilidad, que, además -y esto es lo más lamentable y dañino- extiende su negra sombra sobre el concepto de vocación normal?
Saludos, amigo; y brindo por la verdad.

Serenus Zeitbloom dijo...

Yo también me repetiré:

No es cuestión de significados, ni de errores categoriales, ni de lógica. Parece más bien una cuestión de distinto aprecio hacia el término vocación y a su uso y valor en el contexto educativo lo que nos separa. Lo que tú llamas “pseudoconcepto de pseudovocación religioide” yo diría que es un concepto ordinario y claro para cualquier persona, aunque, efectivamente, es difícil estar a la altura de lo que la vocación exige y efectivamente sería absurdo exigirla para la función pública. El concepto que tú llamas “natural o normal”, la definición de vocación “como inclinación hacia un estado, profesión o carrera” es mucho más ambigua e imprecisa, pues ¿qué tipo de inclinación es esa?, identificarla con el placer me parece caprichoso y, en fin, decir que la vocación es el placer en el ejercicio de la propia profesión me parece arbitrario, aunque puede ser útil si lo que se desea es prohibir afirmaciones como : “me resulta placentero trabajar como profesor de filosofía, aunque mi vocación es la de cocinero.”o "difruto enormemente en mi trabajo como cocinero, aunque mi vocación es la de profesor de tecnología" A mí me parecen frases con sentido, con buena gramática, y juraría que son contingencias y no contradicciones. No, la vocación no es el placer, éste es algo que se le puede añadir –o no. Esa inclinación para ser vocación tiene que tener el sentido de una llamada e implicar la autorrealización y al sí mismo –aunque sea de forma derivada y análoga debe contener algo de “sagrado”.

Pero no es un problema de significados, lo que único que he pretendido mostrar es que la vocación no resuelve ningún problema educativo. Cuando uno entra a una clase lo que será determinante para como transcurran las cosas será tu preparación intelectual, tu inteligencia, tu carácter, tu amabilidad, tu sentido común... y la suerte.
La vocación, en cualquiera de sus formas, puede llegar a ser más un obstáculo que una ventaja.

Por mi parte no creo que pueda añadir nada más al tema, salvo reiteración.

Un saludo.


Leicca

Intrigado me tienes con ese "continuará"
En lo de las canas, sin duda, no vas errada

Leicca dijo...

La escena se divide en dos espacios:

A la izquierda, oscura, a modo de "la nada", el profe_de_gris enciende una linterna. Cuando el público espera escuchar la frase "busco al hombre" el tío va y suelta: "mi reino por una tirada de dados, una quiniela, mi reino por la Bola de Cristal" (En la última parte de la frase, aprovechando el efecto, salen Alaska y los electroduendes para llamar la atención sobre lo educativa que intentaba ser la tele.) (Etcétera)

En la zona iluminada, la zona de aparición de "el ser", el escenario imita el claro de un bosque. El profe_de_rojo, bajo una potente luz, saca una cuerda y ata la palabra "placer" a la palabra "vocación" y para sorpresa también del público, hace un 'cálculo': "¿el placer de cuatro grupos de primero de la ESO o la hamaca entre nubes de mi nuevo amigo Zeus?"

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:)

No me hagas mucho caso, Serenus...