miércoles, 7 de noviembre de 2007

La razón de mi sinrazón.

El sistema de Descartes. Un intento de fundamentación que se desvanece allí donde precisamente quisiera estar firme; la claridad y la distinción pretendida allí donde todo es oscuro: el fantasmal y cenagoso “yo” y la otredad absoluta de la Sustancia Infinita. El empeño clarificador y racional encuentra drásticamente sus límites; y el esfuerzo racional sirve así a su opuesto: nos abre al inefable enigma del ser -en esencia a lo místico. Esta “paradoja” es muy frecuente; su expresión más clara y manifiesta es el conocido final del Tractatus .
Distingo entre lo místico y lo religioso. A ésta –la religión- le es ajena la inquietud del conocimiento, y se manifiesta más naturalmente en el gusto representativo –moral y estética.

Magro fruto en el día de hoy.

2 comentarios:

Marcos Santos Gómez dijo...

Gracias por tu comentario en mi blog Educación y filosofía, y por tu excelente blog, que enlazo en el mío http://educayfilosofa.blogspot.com
Sí, Descartes siempre tan controvertido. Queriendo y quizás creyendo salir, apenas avanzó unos pasos. Más fiel a la escolástica y el tomismo de lo que hubiera querido, como acabo de leer en Hans Küng (en el libro ¿Existe Dios?), su camino se puede contraponer al camino emprendido por Pascal, el cual, donde Descartes vio certezas, sólo ve un abismo que le espanta (en una línea más cercana al agustinismo, en el que "hay que creer para comprender").
Saludos.

Serenus Zeitbloom dijo...

Marcos,
De acuerdo contigo y con Pascal -al menos en lo que al abismo se concierne.
Gracias por el link