lunes, 28 de enero de 2008

La enfermedad mortal.

La tarea de la filosofía es tranquilizar el espíritu con respecto a ciertas preguntas carentes de significado. Quien no es propenso a tales preguntas no necesita la filosofía.

Mis pensamiento son tan fugaces, se volatizan tan rápido, como los sueños, que tienen que ser anotados inmediatamente después de despertar si uno no quiere olvidarlos enseguida.

Ludwig Wittgenstein.

¿Y qué pasaría si simplemente los dejamos perderse?. ¿Se disolverían sin más en el olvido?.

Al igual que Wittgenstein ha hablado de la tarea terapéutica de la filosofía, son muchos los escritores que refieren que la escritura es para ellos una terapia. ¿Una terapia de qué? ¿del aburrimiento? ¿del miedo?¿del sinsentido?... ¿Afrontamos las preguntas metafísicas para conjurarlas, para evitar que vuelvan, y en el caso de que lo hagan, curarnos remitiéndolas al archivo de enfermedades imaginarias? En la página 1 ¿existe dios?, en la 45 el sentido de la vida, en la 132 el problema de la realidad exterior. Sería, entonces, la escritura una forma de objetivar exteriorizando, y de esta manera encerrar -cautivar-, los “trastornos” que de otro modo cursarían libres, sin límites, apoderándose de nuestro “yo” y disolviéndolo.

¿Qué mayor síntoma de salud y fortaleza anímica natural que no sentir la necesidad de leer –“leer tranquiliza mi alma”, decía Wittgenstein-, y menos aún de escribir?. Me pregunto si no sería esto lo que Platón quería sugerirnos con la imagen de ese Sócrates que nunca escribió nada.. y leyó poco y con disgusto. ¡Y, sin embargo, no era un garrulo¡

Nosotros, en cambio, frágiles continuaremos leyendo.. y hasta escribiendo.

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