miércoles, 25 de febrero de 2009

Los libertinos


Vaya por delante que entre mis aficiones se encuentran: la ensaladilla murciana, la poesía, las películas de indios, la lógica formal, las novelas, el vino tinto -y el blanco-, raramente veo algún partido de la Copa de Europa –que tanto me gustaron en el pasado-, los artículos de Javier Marías –si aparece el capitán Alatriste, pues mejor- la relectura de unos pocos textos clásicos de metafísica y las anchoas. Pero a veces salgo de esas rutinas y me siento en alguna sala de cómodas butacas para escuchar a algún conferenciante o alguna mesa redonda sobre temas filosóficos; si el tema no es demasiado abstruso suele resultarme muy placentero. La verdad es que prefiero la filosofía escuchada a leída, porque la lectura suele ser engorrosa y la convierte en árida, difícil, mientras que la palabra viva dulcifica mucho el esfuerzo, y la hace más comprensible y placentera.

Ayer fue uno de esos días, y tocó el liberalismo. Fueron muchas cosas las cosas que allí se dijeron, pero me quedé con una afirmación rotunda –no sé si una boutade: "Botín ha hecho más por el bien de la humanidad que Teresa de Calcuta, casi estaba convencido de la verdad del, tan aparentemente cínico, aserto. Y, rumiaba, acerca de los bienes del dinero, del liberalismo y del crecimiento “que es siempre sostenible” según el orador. Rumiaba, todo esto, cuando en la noche, visitando mis habituales lugares de la red, comencé a leer acerca de una experiencia que me resultaba muy familiar: un viajero despreocupado contempla el mar rompiendo contra el espigón, y se deleita con la sensación de que “el mundo está bien hecho”. He tenido esta sensación de plenitud “mística” al menos dos veces: ante una sinagoga, y ante el mar rompiendo en un espigón en el mes de septiembre, y la he reconocido de forma más clara en el poema Felicidad en Herat. Pero de repente, al creer advertir el despreocupado turista que su pizza Margarita ha sido cocinada con la sangre tutsi de Rwanda, esta sensación se trocaba en algo muy distinto: “la verdad desagradable asoma” y el paraíso se convertía en infierno en unos instantes, [es curioso que cuando he vuelto a encontrar noticias sobre Herat éstas eran acerca de la guerra y atentados terroristas] y mis elucubraciones liberal-optimistas de la tarde se enfrentaban a un panorama deprimente, y los esfuerzos finales del autor del post por extraer una consecuencia positiva de la desolación solo consiguieron recordarme al Toro de Falaris, cuya versión más perfecta convertía los alaridos de los torturados no en mugidos sino en hermosas melodías..

Pero volvamos a Botín y la madre Teresa. No es nada descabellado admitir que el bienestar humano es más producto del egoísmo y el interés propio que de las obras altruistas de sacrificados individuos. Y que la codicia es un defecto menor comparado con los desmanes del afán de Verdad, de Nación, de Igualdad, de Pureza, de Inmortalidad.

Hasta hace no mucho pensaba yo –con Cioran- que puestos a elegir un verdadero benefactor del género humano deberíamos elegir entre un libertino o un perezoso. Sin embargo ,ahora sé que éstos son, en realidad, verdaderos modelos de felicidad humana, pero que son solo posibles gracias a la laboriosidad de los codiciosos. Auténticos benefactores de la humanidad.

5 comentarios:

Anónimo dijo...

Nada hay en el mundo, Serenus, que me hastíe más que un codicioso. Desde aquel Craso "el rico" que levantara las iras de los que se consideraban guardianes de la "virtus" romana, la codicia tiene muy mala prensa por estos lares del Imperio. Sin embargo, pocos encontrará usted, allende las fronteras, en territorio bárbaro y protestante, que alguna vez pongan en duda el derecho del hombre a recoger los frutos del interés propio. Nuestra atávica desconfianza del liberalismo es una rémora contrarreformista que ha impedido que España subiera al carro de la prosperidad. Me recuerdan esas invectivas a los escritos condenatorios de un Quevedo o de un Gracián, incapaces de comprender la felicidad individual lejos del abrazo eclesiástico.

Ahora bien, si lógico resulta pensar que sin libertad de mercado -ya sabe usted, un montón de personas compitiendo entre sí buscando el máximo beneficio personal- difícilmente puede haber reconocimiento de las otras libertades que han fundado las pocas democracias que todavía existen en el mundo, tampoco atenta contra el sentido común apuntar que, muchas veces, el liberalismo económico se ha transformado en una exigencia demasiado apremiante para algunas jerarquías sociales, que no han dudado en aliarse con intereses políticos contrarios a ese otro liberalismo, el político -para mí, el más importante-. ¿Qué son los sitemas parlamentarios de principios del siglo XX si no? ¿Qué son los actuales sistemas de partidos políticos? La miopía -o la codicia- que en ambos casos ha permitido la preponderancia de lo económico sobre lo político, provocó, durante el primer tercio del siglo pasado, el auge de los totalitarismos. ¿Qué ocurrirá ahora? Me temo lo peor.

P.S.: Por último permítame que le muestre la más irónica de mis sonrisas al saber que quienes dieron la conferencia a la que asistió ocupan -o han ocupado- algún cargo en la Administración de la Región de Murcia. Que sean ellos los que hablen -por muy preparados intelectualmente que estén- de las bondades del liberalismo resta seriedad a sus argumentos, al menos seriedad moral. Cada día me empachan más los banquetes filosóficos de los filósofos-funcionarios, que convierten cualquier intervención pública en sesudas sesiones de agitprop partidista. Habría que haberle preguntado al señor Ujaldón si considera que el actual sistema político -en el que participa y del que vive- tiene algo que ver con los valores fundamentales de su nunca suficientemente alabado liberalismo.

Joselu dijo...

Es genial ser banquero. Yo deposito mi dinero (obligatoriamente) en un banco o caja. Me cobran un euro mensual por "mantenimiento" (?)y me dan 0,25 € por intereses. Beneficio del banco 0,75€ que está invirtiendo mi dinero que yo le he prestado. Multiplicado por centenares de miles o millones de clientes, se ve que ahí hay un atraco a mano armada, aparte de las comisiones que te cobran hasta por respirar y la mayor parte de las veces las desconoces (como en los planes de pensiones). Todo porque tú les cedes tu dinero. Sé que debe haber de todo en la viña del señor: putas, banqueros, maestros, albañiles, guardias de tráfico, jueces, abogados, notarios... pero hay profesiones que inspiran más entusiasmo que otras. Y en muchos sentidos las putas son más honradas que los banqueros. Al menos sabes lo que pagas.
En otro orden de cosas me gustaría saber cómo se compagina que los partidos políticos, los que gobiernan y los que están en la oposición, necesiten de créditos millonarios para lo que acuden a los bancos. Todos tienen deudas enormes con la banca. ¿Cómo van a legislar luego contra ellos, contra sus intereses si les tienen atrapados? Además de las conexiones que sugiere Andrés Hurtado entre el poder económico y político que hacen del supuesto liberalismo una farsa.
Supongo que serán necesarios pero no cuentan con mis simpatías -permítaseme que tome como un sarcasmo el de su carácter benéfico en la sociedad.

BLQ dijo...

y siguen recibiendo dinero del Estado.

siguiendo con el comentario de Joselu, os voy explicar un ejemplo, en Francia, que es donde vivo.

Aquí en Francia la sanidad no funciona como en España, no es pública al cien por cien y en casos que no sean de urgencia, debes pagar y luego te reembolsan el tanto por ciento que te corresponda. Es decir, una mierda montada en carreta que solo hace que gastar papel y pringar todo.

En definitiva y yendo al grano, que te obligan a tener una cuenta de banco (si quieres tener derecho al 80% de sanidad como máximo) para que te puedan devolver el dinero. Si tienes ayudas sociales, claro, también hay que tener cuenta. Cheques (papeles donde hay un número y tu vas al banco y le quitas el dinero) y cosas así solo valen si eres tu el que pagas, pero para sacar dinero... na de na.

Además en los bancos franceses, la cuenta más barata, que da derecho al número, una tarjeta de crédito y una chequera, a mi me cuesta casi 6 euros mensuales, sin beneficio por intereses inexistente. Además nos cobran hasta por hacer transferencia a una cuenta... pfff

bueno, que chorizos de arma blanca los hay y además no son los de paraisos fiscales, sino que están legalizados.

saludos

Serenus Zeitbloom dijo...

A todos, Andrés, Joselu, Eloi

Agradezco vuestras intervenciones -y hasta, en su mayor parte, las comparto-. Lo cierto es que no soy un experto en filosofía política, y muchos menos en economía –de la que desconozco todo, todito. Se habló en las conferencias de muchos de los problemas que aquí planteáis, por ejemplo del funcionamiento del sistema político español, ¿qué pinta el senado?, del sistema americano: ¿es exportable, o no lo es? Del poder económico y del político... de los límites del poder..etc.

Os invitaría a plantear vuestras cuestiones en Antes de las cenizas (con la que estoy relacionado) , sin duda, allí encontrarían mayor eco y un público interesado y experto. Con ocasión de unas Jornadas de filosofía política se está hablado de filosofía ¡en Alicante! Y el blog Antes de las Cenizas está dando fe de ello. También se hablará de pedagogía...

Por supuesto también podéis discutir aquí, estáis en vuestra casa.

Un saludo a todos. Gracias por visitarme y por vuestros comentarios.

Pascual González dijo...

Joselu, encuentro tu comentario bastante demagógico y con algún lugar común que me parece impropio de un lector juicioso como tú.

A ver, en rigor, la única obligación de tener tratos con el banco es la de poseer una cuenta para que la empresa nos ingrese el sueldo y donde domiciliar, también, los recibos. Eso son 12 euros al año, como bien dices. Entiendo que te parezca un abuso casi insoportable, pero a la mayoría de los trabajadores, 1 euro mensual nos parece el chocolate del loro (también puedes objetar que todo es relativo y cada uno es como es, pero permíteme que me aferre a la estadística informal que supone no conocer a nadie, aparte de ti, a quien esos 12 euros le parezcan insoportables).

La cosa se pone mucho más a mi favor si tenemos en cuenta que gracias a esos 12 euros mi empresa se ahorra los costes de acarrear el dinero, contarlo, separarlo en sobres y dárme directamente el fajo de billetes. Y cuando digo que se lo ahorra mi empresa, digo que se lo ahorra el contribuyente (o sea, yo mismo) pues esa empresa es pública. Si fuera privada, habría que descontarla de los beneficios de la entidad, lo que muy probablemente repercutiera también en los sueldos.

También constituye un alivio no tener que ingresar los recibos mensualmente y que nos los pasen directamente por el banco. No me quiero imaginar lo que sería ir a principio de mes a ingresar la luz, el agua, el internet, el satélite, el recibo de la lavadora etc. Sinceramente, no creo que hayas parado a pensar cuántos trámites incómodos e inoportunos te ahorran esos 12 euros.

Por lo demás, no tienes ninguna otra obligación con el banco. Puedes ahorrar debajo del colchón para el piso, para el coche, para la pensión, etc. Puedes ir a principio de mes y sacar todo lo que te hayan ingresado, salvo lo imprescindible para pagar la luz y el agua. Puedes quemar las tarjetas de crédito, de débito... Puedes no comprar en libros en Amazon, ni música en iTunes. Pero, ¿por qué será que casi nadie renuncia a estas cosas, cuando no tienen obligación alguna?


Todo lo cual, por supuesto, no tiene nada que ver con que las leyes deberían proteger a los usuarios y obligar a los bancos -como a cualquier otra empresa- a una transparencia mínima en su trato con los clientes. Pero esto es extensible a toda una gama de empresas, no sólo a los bancos.

Y en cuanto a las honradas putas... bueno, supongo que es una boutade.

A veces me da por pensar que nos merecemos algo como lo que ocurre en Italia, donde según parece comienzan a añorar a los malvados banqueros de toda la vida.

A mí también me parece que los banqueros son más necesarios que las madres teresas. Salvo que alguien me diga cómo gestionar una economía de la abundancia sin crédito y sin gestión de los ahorros. Venga, no añoremos paraísos que ni existen ni, sobre todo, pueden existir.


Saludos liberales