
“No puedes imaginarte el estremecimiento que sacudió todo mi ser cuando cayeron sobre su ataúd los primeros terrones helados –mi cabeza y mi corazón siguen aún temblando”
Así se expresa un prominente konigberguense con ocasión del entierro de Inmanuel Kant un frío día de febrero de 1804. -Referido por Manfred Kuehn en su biografía del filósofo.
No cayeron, sin embargo, los terrones helados sobre su obra. Desde hace casi veinte años, en los días de marzo y abril como si de un rito sagrado se tratase, releo algunas de sus más famosas palabras y me entretengo en someterlas a rígidos esquemas -ornamentales como lápidas.
Pero estoy convencido de que el hombre no pervive en su obra, salvo como reflejo falso e ilusorio; la obra se independiza y en su multiplicación ilusoria no perdura ni la más leve chispa del espíritu originario, pues éste se extinguió junto con el de aquellos que personalmente en vida lo trataron; como quiso Platón, el espíritu sólo vive en la oralidad –y sólo a través de ella se trasmite- y nunca en la escritura que lo aniquila. Y lo trasforma: esto que hoy leemos e interpretamos no es sino uno de los innumerables, por infinitos, espejos que constituyen lo que llamamos mundo.
¡Ay!¿ y este vaho que enturbia el cristal de Waldenland25?
Así se expresa un prominente konigberguense con ocasión del entierro de Inmanuel Kant un frío día de febrero de 1804. -Referido por Manfred Kuehn en su biografía del filósofo.
No cayeron, sin embargo, los terrones helados sobre su obra. Desde hace casi veinte años, en los días de marzo y abril como si de un rito sagrado se tratase, releo algunas de sus más famosas palabras y me entretengo en someterlas a rígidos esquemas -ornamentales como lápidas.
Pero estoy convencido de que el hombre no pervive en su obra, salvo como reflejo falso e ilusorio; la obra se independiza y en su multiplicación ilusoria no perdura ni la más leve chispa del espíritu originario, pues éste se extinguió junto con el de aquellos que personalmente en vida lo trataron; como quiso Platón, el espíritu sólo vive en la oralidad –y sólo a través de ella se trasmite- y nunca en la escritura que lo aniquila. Y lo trasforma: esto que hoy leemos e interpretamos no es sino uno de los innumerables, por infinitos, espejos que constituyen lo que llamamos mundo.
¡Ay!¿ y este vaho que enturbia el cristal de Waldenland25?