miércoles, 9 de abril de 2008

Fanáticos haciendo carrera.

El fanático no concede treguas. La seguridad y convencimiento con los que afirma sus convicciones frente a cualquier crítica son rasgos que suscitan la sospecha. Pero el fanatismo no es la simple obcecación, es necesario algo más, algo que nos permite distinguirlo del falto de luces, del testarudo. Ese algo más es un cierto plus de peligrosidad con el que blinda sus opiniones, el fanático trasmite amenaza; es un corto de entendederas con mala sangre. No es el simple bruto; es el bruto resentido. El fanático duerme perfectamente, no tiene problemas de conciencia y si las cosas le vienen bien dadas goza de saludable autoestima. Muchas veces los fanáticos pueden ser arribistas, en ese caso no es extraño que el éxito les acompañe, pues tienen una gran cualidad para ello: los poderosos los necesitan; son el peón del veneno.

3 comentarios:

Joselu dijo...

Tu retrato implacable me ha sugerido inmediatamente algún nombre, pero lo guardaré en mi conciencia. También en el tema de los blogs hay talibanes y fanáticos que descartan toda duda. Un cordial saludo.

Serenus Zeitbloom dijo...

Joselu,

Saludos y que no sea demasiado pesada la carga del silencio. Pero si te abruma: cuenta, cuenta...y muerde la cabeza de la serpiente.

Anónimo dijo...

Sin duda, pero quizá todos tendamos de una forma o de otra a algún tipo de "fanatismo". La postura no fanática, escéptica pero creativa, no es en absoluto pasiva: hay que esforzarse para no caer en algún fanatismo, violentarse para dudar, molestarse en preguntar y, si es preciso, volver a empezar.
Me parece que ya conocemos a los fanáticos clásicos. Tengo la sensación de que ahora está en boga otro tipo de fanático, inconsciente quizá: quien se proclama "escéptico" y defiende "su" escepticismo contra viento y marea, quien adopta "la ciencia" como la "salvadora", fuera de la cual no hay salvación... ¿A qué me sonará esto?
Saludos.