lunes, 16 de marzo de 2009

Sobre la felicidad


El hombre, tal y como Dios lo pensó y tal como la poesía y la sabiduría de los pueblos lo han comprendido desde hace miles de años, ha sido creado con un órgano para la belleza, una facultad que le permite alegrarse ante cosas de las cuales no puede hacer ningún uso. En la alegría del hombre ante lo bello, espíritu y sentidos participan en igual medida. Inmersos en las dificultades y peligros de sus vidas los hombres son capaces de sentir alegría por cosas tales como el juego de colores en la naturaleza o en un cuadro, o sentir una llamada en la voz de la tormenta, del mar o en la música de creación humana.

Y tras la superficie de los intereses y las penurias son capaces de sentir el mundo como un todo.

Glück. Hermann Hesse
Traducción de Serenus Zeitbloom.


7 comentarios:

Joselu dijo...

Hermosa reflexión la de Herman Hesse. Pienso que el ser humano, si se educa, lo que es un largo y complejo proceso, es capaz de alzarse a ese nivel de contemplación, la de percibir la belleza y el mundo como uno... pero eso no resguarda al hombre de la barbarie. La cultura no nos salva necesariamente como pudimos comprobar con muchos verdugos nazis amantes de Mozart, Beethoven, Goethe y Wagner. Alguna vez he pensado estar hundiéndome en arenas movedizas. Sólo tengo una mano fuera y la posibilidad de que alguien fuera me ayude. ¿Quién lo haría? Es la gran incógnita. ¿Sería culto, ignorante, vería la telebasura o leería a Rilke? Sólo deseo que sea quien sea, sea una buena persona.

Serenus Zeitbloom dijo...

En esto soy menos escrupuloso que tú, Joselu; no me importaría que la mano que me sacase de las arenas movedizas perteneciese a un bígamo.

Saludos

Joselu dijo...

Me he expresado mal, lo que quería decir y es mi reflexión ¿quién estaría dispuesto a hacerlo? ¿Culto, ignorante, sádico, santo...? ¿Quién en ese trance me ayudaría? Saludos.

Serenus Zeitbloom dijo...

Si sacarte de las arenas movedizas no supone un peligro, cualquiera lo haría. Pero si supone un riesgo, enconces la cosa se complica.

Saludos.

Anónimo dijo...

Efectivamente: no nos salva de la barbarie. Es la misma capacidad del hombre para hacer daño. Por lo flexible que es. Un día ven belleza. Al día siguiente la engullen. Y los más expertos en el tema borran la memoria, bajan de categoría lo que alguna vez vieron diferente. Mienten y, si saben descubiertos, huyen.

Yo espero que quien me roce sea, más que culto, buena persona. No ya sólo quien me ayude. Quien me roce.

Los hay que, si te ayudan, según te sacan de la arena, revisan tu dentadura, calculan tu pedigrí, y si no estás a su altura, te sueltan, se limpian de ti como si hubieses salido con fango. Sólo los muy cultivados, o los que tienen esa imagen de sí mismos, tienen capacidad para hacer ese tipo de daño.

Un santo, un hombre bueno, quizá no te ayude. Pero si tengo que elegir ayudas, lo tengo muy claro: lo que menos me importa es cuánta música toque, cuánta filosofía sepa, ni cuántos cuadros haya pintado. Yo pinto,leo y toco lo suficiente. Y no necesito tampoco aplausos.

Mi abuela no sabía leer. Mis padres no han estudiado. Seguramente será por eso lo de tenerlo tan claro.

Serenus Zeitbloom dijo...

Anónima

Creo recordar que Aldous Huxley en La Isla renunciaba a un Arte sublime, pues las grandes cotas artísticas exigen del mal, de cierto grado de locura. No es posible el arte sublime junto con la sensatez.

Esta idea está perfectamente expresada en la figura de mi admirado Adrian Leverkühn, en el Doktor Fausto de Mann.

Pero quizá la sensatez bondadosa nos llegue a resultar tediosa y desesperante ¿no?.

Un saludo.

Anónimo dijo...

El mal y el arte sublime... La sensatez bondadosa, tediosa y desesperante... Sinceramente: no tengo argumentos para decir nada en contra.

Me acuerdo ahora de Maquiavelo, uno de mis héroes. Le traicionaría si te viniera con cualquier cuento sobre el ser humano. "Semos lo que semos".

Lo único que puedo hacer es servirme yo misma como ejemplo. Pero eso no es argumentar. Es ignorancia (y/o prepotencia.) (Y)

Besos múltiples.

(Qué maravilla tanta complejidad. Si no, tú me dirás de qué hablaríamos. En qué des-gastaríamos la capacidad nuestra para pensar.)